El gobierno anda haciendo fiesta con el subsidio que otorgarán a familias de bajos recursos para pagar la factura de la luz. Pocas reseñas periodísticas atan el regalo, a que estamos a 53 días de una primaria donde el gobernador Pierluisi se juega su vida política. Aducen que son fondos federales (asumiendo que la gente se echará para atrás diciendo “ah bueno” sin recordar que también los del norte tienen elecciones) y que es parte de un programa creado para ese propósito. Como valor añadido al fiestón mediático que han formado, tienen en Alberto Fradera, jefe de la dependencia del Departamento de la Familia que reparte ese “bacalao”, un gran comunicador, simpático para los periodistas. Así que, el huracán, positivo, perfecto para Pierluisi, después de un Mensaje de Estado acogido con incredulidad por parte de la población, está pasando esta semana por La Fortaleza. Ahora bien, ¿hasta cuando seguiremos con las políticas públicas de subsidios sin un plan para ir reduciéndolas y de esa manera tener un país menos dependiente de la ayuda del Gobierno?
No me tomen a mal. Creo que hay que ayudar a los pobres, trabajar diariamente como pueblo -no solo el Estado- para erradicar la pobreza y sacar del atolladero a miles de familias que viven en la desesperanza. Es trabajo del gobierno y de todos lograrlo. Sin embargo, ese trabajo nos ha tomado demasiado tiempo por dos razones fundamentales: porque invisibilizamos la pobreza en nuestras pequeñas burbujas sociales sin querer reconocerlo, y porque al “establishment” no le conviene tener un sector poblacional mayoritario que se valga por sí mismo, libre para cuestionar sus decisiones.
No podemos seguir viendo los subsidios como la norma y celebrar cuando llega uno nuevo porque, no solamente han agravado la situación fiscal de Puerto Rico, sino porque no saldremos de nuestro atolladero. Lo que necesitamos es un plan real para irlos reduciendo al máximo, reconociendo que siempre tendrán que existir para un sector. Pero queremos que ese grupo poblacional sea cada vez menor.
¿Cómo los reducimos? La respuesta es sencilla y compleja a la vez: desarrollando un plan económico de país sustentable. La parte difícil de esa respuesta es, ¿Cuál y quién lo hará?
Esa sí es una responsabilidad casi exclusiva del gobierno. Determinar la política económica de un país se hace desde el poder político. El “casi” de la aseveración anterior se refiere a que la otra parte de la responsabilidad es ciudadana al momento de escoger mediante el voto a quienes entendamos pueden elaborar y ejecutar a cabalidad un plan de esta índole.
Desde la eliminación en los ‘90 de la sección 936 del Código de Rentas Internas Federal que permitía grandiosos créditos contributivos, no tenemos un rumbo económico claro. La sección 936, que tampoco suponía un plan económico de país, pero pretendía construir una zapata, permitió que numerosas fábricas extranjeras se establecieran aquí desde la mitad del siglo pasado, creando una actividad económica importante sobre todo en los sectores de la farmacéutica y la manufactura. A finales de la última década del siglo pasado, el gobierno decidió buscar su eliminación en el Congreso de los Estados Unidos como parte de su agenda ideológica y, aun sabiendo que su terminación tenía una fecha cierta durante los primeros cinco años del presente siglo, se hizo nada y aún estamos “loading” un plan económico.
Desde que le dijimos “bye” a las 936 en el 2005 y empezó el declive económico del que no hemos salido, he escuchado numerosos planes de desarrollo: turismo médico, equivalentes a la 936 (recuerdo la cacareada 30A), el cannabis, la industria aeroespacial, parques temáticos, lograr traslados de gigantes como Amazon, entre otras opciones. Nos hemos quedado con el turismo y el sector del servicio como nuestros grandes motores, cuando realmente no lo son.
Necesitamos un plan económico de futuro que provea una mejor educación, empleos (¡buenos empleos!) y un clima estable para reducir al máximo la dependencia en el estado. Seguir celebrando los subsidios es un fracaso y no nos damos cuenta. Como dice Fiel A La Vega en su canción, será entonces seguir arrastrando la adicción a la diversión, “dulce pa’ que el hombre se calle y se quede quieto haciendo digestión”.