Opinión

Que la indignación no nos desenfoque

Lee aquí la columna de una de las portavoces del Movimiento Victoria Ciudadana

Columnistas + Rosa Seguí
Columnistas + Rosa Seguí

Todas las personas que residimos en Puerto Rico estamos indignadas y horrorizadas con el caso de Hermes Ávila. Persona que —según la prensa— se sospecha es un asesino en serie, un feminicida y que burló el sistema del Departamento de Corrección, a través de una compañía privada, para fugarse de la cárcel y asesinar a una mujer. Es decir, las consecuencias de las acciones u omisiones del Departamento de Corrección y de la compañía privada contratada por el Departamento ocasionaron un feminicidio. El gobierno debe investigar y encontrar a toda persona responsable de este esquema, pero también, asegurar que esto no vuelva a suceder.

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Sin embargo, mientras se llevan a cabo las investigaciones correspondientes, han florecido algunos prejuicios antiguos que no ayudan a una política de corrección y rehabilitación efectiva y sana. Se ha llegado, también, a cuestionar algunas políticas o algunos programas que no son la causa del esquema que permitió que Ávila saliera temprano de la cárcel, sin tener derecho a ello.

Debido a que el señor Ávila burló unos procesos establecidos mediante una ley compasiva (que permite que personas puedan salir de la cárcel para morir en sus hogares) algunas personas sugieren que debe eliminarse dicha ley. Algunas personas han querido alegar que todas las personas que se han beneficiado de esa ley compasiva han recibido esos beneficios de manera injusta. Incluso, se plantea la eliminación de los programas que permitieron la salida de Ávila debido a posible negligencia criminal en la que se incurrió. Este no debería ser el caso pues el problema no es la ley, sino cómo se implementó dicha ley por parte de quienes tienen el deber ministerial de hacerla valer.

Puerto Rico ha sido un país de vanguardia en el tema de la corrección y la rehabilitación. Primero, abolimos y posteriormente, prohibimos constitucionalmente la pena de muerte. Y aunque la indignación que nos provoca el caso de Ávila es fundamental, no permitamos que esa indignación nos ciegue y nos lleve a abandonar políticas que son humanas, compasivas, justas y que son necesarias.

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