Durante este mes y el próximo, se celebran múltiples graduaciones alrededor de todo Puerto Rico, desde las de kínder hasta las universitarias. Todas estas graduaciones tienen en común la alegría y satisfacción del trabajo realizado, el orgullo familiar, los logros obtenidos, la búsqueda del nuevo camino a seguir, la incertidumbre del futuro y los retos que representa la complejidad de la realidad puertorriqueña.
Ver a una niña o niño pequeño con su toga y birrete, esa sonrisa contagiosa es ternura total, pero también responsabilidad social. Es crear las condiciones óptimas para que esos pequeños y pequeñas disfruten de nuevas experiencias educativas en condiciones dignas y favorables a su formación educativa y humana. Es tener un espacio físico, su nueva escuela, en condiciones que permitan un verdadero proceso de aprendizaje, que el calor no interfiera con su proceso de aprendizaje, que la ausencia de libros y materiales sean cosa del pasado, que la educación especial se garantice y que la violencia no los maltrate ni los torture.
De igual forma, es felicidad que nuestros jóvenes se gradúen de escuela superior, tras terminar un proceso de más de 12 años, de transformaciones físicas y emocionales, de maduración, de aprendizajes diversos, de ser protagonistas o testigos de vicisitudes personales, familiares, sociales y sindicales. Es tomar decisiones importantes, “¿dónde voy a estudiar ahora?”, es comenzar a definir hacia dónde van en la vida. Por ello, también es nuestra responsabilidad seguir luchando para que uno de los espacios más importantes para el presente y futuro de nuestros universitarios, la Universidad de Puerto Rico, sea accesible a nuestra juventud, es acabar con el secuestro político de su dirección y, sobre todo, combatir a la Junta de Control Fiscal en su despiadada obsesión de destruir nuestra universidad pública.
Las graduaciones universitarias ponen a disposición del país un conjunto de nuevos profesionales para las industrias, la salud, la educación, el servicio público, la cultura, el comercio, defensa de derechos y de marginados, entre múltiples escenarios, son gente formados en nuestras universidades. Es nuestra obligación continuar luchando para crear condiciones dignas para estos nuevos profesionales, para que su compromiso con el país se refuerce, y mantengan como norte construir una patria nueva. Hacia eso vamos.