A una semana de las primarias, desde una pequeña tarima y frente a un puñado de seguidores, Jenniffer González Colón hizo una promesa que dio al elector esa rara oportunidad de poder observar y percibir quién es la persona detrás de la candidatura, sin filtros, de frente, sin intermediarios, como le gusta decir a la candidata. A días de emitir su voto, las acciones y expresiones de la candidata, permite al elector visualizar cómo sería su gobierno, sin que publicistas están puliendo, maquillando y empaquetando sus mensajes.
Para cuando se publique esta columna, la inmensa mayoría de los lectores ya habrá visto esas imágenes que se han hecho virales en las redes sociales de la candidata gritando a viva voz que, de ser gobernadora, le dará tablillas a los banshees, los vehículos todo terreno, a motoras, a four tracks y a “todo lo que tenga motor” para que “puedan transitar por todas las carreteras” de Puerto Rico.
De hecho, varias versiones del vídeo están circulando por las redes, porque a la candidata la grabaron varias personas, de diferentes ángulos. En todas las versiones, el sonido es el mismo. Por tanto, no hay controversia alguna de que Jenniffer González prometió que, de ser electa, daría tablillas a todo lo que tenga motor para que transite por todas las carreteras. Los “todos”, no los añadió el autor, los “todos” son citas directas de la candidata.
¿Qué es lo primero que salta a la vista sobre la promesa de los banshee? El contraste.
De un lado, Pedro Pierluisi ha reiteradamente probado y patentado que su marca de fábrica en la política es mantener la calma. Tras años de inestabilidad y desasosiego, el gobierno de Pierluisi enfrenta todos los problemas y las crisis inherentes de administrar a Puerto Rico con sosiego, prudencia y firmeza. Ante el desorden, Pierluisi siempre procede con la calma, madurez y prudencia que le permiten tomar decisiones pensadas sin precipitarse; Pierluisi pone orden al desorden y brinda calma ante el caos. Por eso no sorprende que después de una quiebra y recesión económica, luego de dos huracanes y terremotos que sacudieron a nuestra Isla, Puerto Rico ha podido experimentar tres años consecutivos de crecimiento económico sostenido, tenemos el desempleo más bajo en la historia y las estadísticas de la baja en criminalidad están a niveles de los años noventa.
Por el contrario, al ver las imágenes de Jenniffer González gritando a boca de jarro que daría tablillas a todo lo que tenga motor para que transiten por todas las carreteras, los electores instantáneamente recuerdan el caos que se vive en nuestras carreteras cuando se queda atrapado entre decenas de estos vehículos en las vías públicas. No fueron pocos los electores que al escuchar la promesa de la candidata inmediatamente recordaron ese vehículo atropellando a un policía en una actividad multitudinaria, las decenas de accidentes en four tracks, la estridencia de los Can-am con voceteo a altas horas de la noche, etcétera.
Inmediatamente todos nos dimos cuenta que así sería una administración de González, desorden sobre el orden. Caos sobre la estabilidad que se ha logrado con la Administración Pierluisi.
La promesa de los Can-am también retrató a una candidata tradicional. Desde esa tarima, a días de la primaria, Jenniffer González demostró que es de esa estirpe de políticos que promete lo que sea si cree que con esa promesa consigue votos, independientemente de lo absurda e irracional que sea la propuesta. El elector vio en vivo y a todo color la quincalla política de una candidata que se arrodilló ante el oportunismo y conveniencia personal.
No quepa duda que así también sería su hipotética administración. A la menor provocación, se rendiría ante lo que ella crea le convenga en ese determinado momento ya sea política o personalmente. Después de todo, no puede pasar por desapercibido que la propia González fue la que, con su voto en el 2013, mientras era legisladora en la Cámara de Representantes, prohibió lo que ahora promete. Así de sólida es la convicción de la candidata, se mueve hacia donde sopla el viento.
Pero, lo más peligroso de la promesa de las tablillas pa’ los banshees es que demostró cómo Jenniffer González es de ese tipo de políticos que después de decir o hacer algo, intenta convencer de que lo que el elector vio y escuchó, no pasó. Si ya el lector vio y escuchó el video viral, sabe que la candidata dijo lo que dijo: que daría una tablilla a todo vehículo de motor para que transite por todas las carreteras.
A pesar de eso, ahora, tenemos que aguantar el insulto de ser testigos de cómo su director de campaña, Ángel Cintrón, trata de convencernos de lo que la candidata dijo, no lo dijo. Peor, después de que la promesa banshee se fue viral, Cintrón recurre a todos los foros para acusar que fue la oposición la que “tergiversó” lo que la candidata dijo a pesar de que las expresiones desde esa tarima fueron claras y no dan espacio a interpretación. Los esfuerzos de la campaña de Jenniffer González y Cintrón no son otra cosa que lo que se conoce como gaslighting (tratar de hacerte creer que lo que viste y escuchaste, no pasó, que te lo inventaste en tu mente). El peligro de un político que recurre a estas tácticas se explica por sí solo.
Y es que esta no es la primera vez que Jennifer González y su equipo recurren a esta táctica. En una entrevista reciente, Normando Valentín le preguntó directamente a la candidata si se quedaría con algún jefe de agencia actual y la contestación de González fue clara, dijo que “no”, sin dar espacio alguno para otro tipo de interpretación. Y lo dijo tres veces, “no, no, no”. La contestación fue un ataque a los jefes de agencia y esos miles de empleados estadistas en las agencias y, lógicamente, no cayó bien en el electorado que se dispone a votar en la primaria. En cuanto a dicha posición, luego de haberla expresado con contundencia, al igual que con la promesa de las tablillas pa’ los Can-am y banshees, la candidata envió a su equipo a que negaran lo que todos escuchamos en la entrevista con Normando. Nuevamente, simple y sencillamente gaslighting.
De igual forma sucedió cuando la candidata González Colón dijo en una entrevista que desde la campaña del gobernador le habían “enviado emisarios” y le habían “hecho acercamientos” ofreciendo dinero para que no corriera. Con sus expresiones quiso dar a entender que se había dado un intento de soborno, que la habían tratado de comprar; todo con miras a manchar la reputación del gobernador y de su equipo. Nuevamente, ante la reacción que causaron las expresiones y cuando las acusaciones fueron negadas de manera contundente, Cintrón y la campaña salieron a intentar convencer a los electores de que lo que escuchamos de la boca de la candidata no fue lo que ella dijo, que lo tergiversaron y que eran interpretaciones de la oposición.
Asimismo, todos escuchamos cuando la candidata dijo que el Secretario de Salud, el doctor Carlos Mellado, se “medicaba” y que ello le causaba amnesia. Cintrón y la campaña nuevamente salieron a decir que la candidata no dijo lo que dijo. De hecho, a raíz de los comentarios de la candidata, el doctor Mellado tuvo que revelar públicamente que es paciente de cáncer, que toma medicamentos pero que ello no le impide ejercer sus funciones. Al día de hoy Jenniffer González no se ha disculpado con el doctor Mellado por su ataque personal a un servidor público ejemplar.
En fin, a días de la primaria, el elector puede ver quién es quién en esta campaña. La propuesta de las tablillas pa’ los banshees sacó a pasear la verdadera naturaleza de la candidata. Su promesa pone en relieve el contraste con su contrincante Pedro Pierluisi y demuestra un oportunismo político de una campaña que está enviando todas las señales de desesperación quincallera. Más importante aún, el incidente de la quincalla y el reversazo de sus asesores para tratar de hacer ver que no dijo lo que dijo, solidificó el patrón de un peligroso gaslighting. Es un claro patrón que usa una candidata que menosprecia la inteligencia del elector e insiste en tratar de convencernos que lo que vemos y escuchamos no es lo que hemos visto y escuchado, una vez se da cuenta que lo que parecía políticamente conveniente y taquillero, no lo es.
Eso no es poca cosa. Es un patrón que marca el contraste entre la sensatez y la poca vergüenza, entre el que habla con convicción y convencimiento, y el que trata de ganar el voto prometiendo por prometer sin expectativa de cumplir. En resumidas cuentas, el domingo 2 de junio los electores tendrán la oportunidad de elegir entre la continuidad y el progreso que ha traído consigo la madurez o el vaivén que provoca la quincalla electorera de aquellos que por ganar un voto prometen lo primero que se les ocurre. No me cabe la menor duda de que el electorado progresista es sensato y apostará a la continuidad, estabilidad y progreso.
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