Todos conocemos los grandes retos que como sociedad enfrentamos. Tenemos un reto demográfico inmenso, con una economía débil, recostada casi exclusivamente en fondos federales, en donde los niveles de pobreza no se reducen aún cuando entran billones de dólares a la económica de Puerto Rico como si fuera asfalto en año de elecciones.
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Con una clase media asfixiada y estancada por un gobierno que cada vez interviene y entorpece su capacidad de crecimiento. En donde es un reto extenuante para la mayoría conseguir una cita médica con un especialista o comprar las medicinas, aún cuando todos, de una manera u otra, tenemos acceso a un plan médico o a tratamiento a costo reducido y accesible. Donde se vive en la incertidumbre del vaivén de los apagones de cada día, con las dificultades que eso conlleva para la calidad de vida de todos.
Puerto Rico se hunde en un mar de billones de dólares, pero poco funciona en nuestro entorno. Poco funciona, porque el problema principal que tiene Puerto Rico ya no se resuelve tirándole billetes, pues es un problema de capacidad de ejecución.
Tenemos un gobierno en donde pocas cosas funcionan. Con una falta de efectividad en su gerencia abrumadora. La capacidad, intelectual y de experiencia, está presente, pero el ánimo y el deseo de hacer las cosas de manera excelente aparenta haberse esfumado. La administración pública se recuesta de “el siempre se ha hecho así”, del “déjalo así muchacho que eso no va a cambiar”. De la costumbre de que en el gobierno se crece y se adelanta siéndole fiel a un partido político. En donde miles de empleados públicos educados, con maestrías y doctorados, se cansan de empujar la carreta hacia adelante sin que su esfuerzo sea recompensado por el mérito de su trabajo. En nuestras agencias existe todavía empleados de carrera con el conocimiento institucional, y la capacidad administrativa para dirigir y echar hacia adelante con efectividad el propósito de estas, pero la ventana de la experiencia se cierra, y sus capacidades se ahogan en el desaliento de la brega política diaria.
Tenemos un sector empresarial privado que trata de sobrevivir en medio de altos costos de producción y servicios gubernamentales ineficientes y burocráticos, en donde todo es un papel más, un sello adicional, una gestión extra, otra llamada, gastos extraordinarios, aumentos, inflación y problemas de reclutamiento y retención de empleados diestros. Una clase empresarial acostumbrada a tener que escoger entre acudir a los políticos, y a sus partidos, para que las cosas les funcionen en sus negocios, o a mantenerse al margen de la legalidad y el cumplimiento, para poder tener éxito y echar para adelante. Son pocos los que pueden lograr emprender con éxito en nuestro entorno a pulmón y capacidad propia.
Y así podemos seguir hablando de la academia, la prensa, el sector religioso, organizaciones sin fines de lucro y otros sectores de nuestra sociedad, en donde todavía está el deseo y la esperanza de poder echar hacia adelante en Puerto Rico, pero las condiciones cada vez son más difíciles y requieren de un esfuerzo mayor.
La realidad es que Puerto Rico vive una crisis de liderato y los retos que tenemos por delante requieren pensamiento estratégico, formulación de políticas que puedan lograrse, ejecución competente, destreza táctica, la capacidad de aglutinar a los distintos sectores en Puerto Rico y enfocarlos a actuar colectivamente a largo plazo, sin desviarse o rendirse a lo inmediato, un liderazgo inspirado, con una visión de futuro. No podemos engañarnos, este esfuerzo es desafiante, va a requerir mayores sacrificios y dificultades que las que hemos enfrentado hasta hoy. A su vez, nos va a costar dinero y los problemas en el camino se van a multiplicar. Pero de eso es que se trata el asumir responsabilidades y tener el compromiso de hacer lo correcto.
Hay que mirar con honestidad nuestro entorno, sin apasionamientos políticos, ni ideológicos. La ventana para actuar y ejecutar con eficiencia en Puerto Rico se cierra. No aguantamos mucho más en el estancamiento de liderato efectivo que venimos teniendo. Hay que evaluar la ejecutoria de aquellos que se ofrecen ante el país como candidatos a liderar a Puerto Rico en este mar de grandes retos. Hay que evaluarlos en sus capacidades reales de ejecución. Puerto Rico no necesita influencers, ni un reality show en Fortaleza. Puerto Rico necesita de experiencia, capacidad de ejecución, entereza, liderato y una hoja de vida que así lo demuestre. ¡Adelante, con fe!