Opinión

Los nuevos Estados Desunidos de América

Lee la columna más reciente de la serie "Desde otro prisma".

Los Estados Unidos pasan por su momento de mayor fragmentación desde la guerra civil. La polarización se ha adueñado de la política y amenaza con causarle daños irreversibles a sus instituciones democráticas. Se ha producido una profunda fisión ideológica entre los dos partidos principales y entre gran parte del electorado. El Partido Republicano ha asumido posturas ultraconservadoras, nacionalistas y xenofóbicas. Desaparecieron los republicanos moderados que favorecían las políticas de austeridad en gasto social sin apoyar los discursos de odio. El Partido Demócrata por su parte se inclinó hacia políticas más liberales y extremas. La división ha calado incluso dentro de los propios partidos donde se han definido facciones antagónicas con objetivos diferentes. El Partido Republicano se ha fragmentado entre “trumpistas” populistas y conservadores tradicionales. El Partido Demócrata se ha dividido entre centristas moderados y activistas de izquierda.

Los medios de comunicación también han reflejado la división y ya no tratan de ocultar sus preferencias ideológicas ni intentan presentar las noticias de manera balanceada, especialmente Fox News y MSNBC. Sus programas van dirigidos a sectores particulares de la audiencia y contribuyen a reforzar las creencias existentes sin presentar perspectivas críticas. Por otro lado, las redes sociales como Facebook, X y Youtube también promueven la polarización porque utilizan algoritmos que buscan aumentar la participación de los usuarios en sus plataformas, por lo que solamente los exponen a contenido que refuerza las posiciones extremas e intransigentes. La polarización contribuye a maximizar sus ganancias sin considerar los efectos negativos que pueda causar en el tejido social del país.

La fragmentación política también se manifiesta en los temas culturales y sociales. Los dos partidos políticos han relegado a un segundo plano los asuntos relacionados a la economía que habían dominado tradicionalmente las campañas políticas. Ahora se concentran en asuntos de raza, género, orientación sexual, ambiente, inmigración y nacionalismo. Ambos partidos han asumido posturas antagónicas que energizan a sus partidarios fieles pero enajenan a quienes no tienen una afiliación partidista fuerte. Esas diferencias culturales esconden la creciente desigualdad en la distribución del ingreso que ha aumentado la proporción de la población que vive en precariedad económica. Entre 1940 y 1970 aumentó la proporción del ingreso total que recibía la clase media estadounidense. Ese patrón se revirtió y la concentración de riqueza ha aumentado constantemente, especialmente en el siglo veintiuno. La proporción de la riqueza del uno por ciento más rico ha aumentado considerablemente, mientras que la del 90% se ha reducido. De ahí surgió el lema de las protestas en Wall Street contra “el uno por ciento.”

El sistema electoral también ha contribuido al ambiente de polarización, comenzando con el “gerrymandering” o manipulación de los distritos representativos para crear artificialmente espacios dominados por un partido. Esos distritos les brindan a sus representantes la seguridad de no tener que considerar los reclamos de la oposición que está condenada a ser minoritaria. Por otro lado, las primarias en los estados les proveen incentivos a los candidatos para buscar votos únicamente entre los sectores extremistas de sus electorados pues es la única manera de garantizar sus victorias. Por lo tanto, actualmente el congreso, las legislaturas estatales y las gobernaciones se han nutrido de una mayor cantidad de personas con posturas intransigentes que en el pasado. Los candidatos con posturas moderadas tienen cada vez menos probabilidades de ganar una primaria.

Los efectos de la polarización política ya se han hecho sentir. Las primarias internas se han tornado más conflictivas, divisivas y costosas. Sin embargo, esas divisiones interpartidistas crean resentimientos que pueden debilitar a los candidatos ganadores de cara a las elecciones generales. Por otro lado, la intensificación del discurso político podría incentivar la participación política entre sus seguidores y reducir la abstención electoral. Esas divisiones también promueven las campañas negativas que persiguen desacreditar a los oponentes, lo que genera agresividad y violencia entre sus correligionarios. También promueve la simplificación de sus propuestas alrededor de un puñado de temas como el control de armas, el cambio climático y el aborto.

A la hora de gobernar, la polarización ha reducido los incentivos para que los políticos negocien soluciones bipartitas para resolver los problemas del país. Un candidato que intente encontrar causas comunes con sus adversarios políticos se percibe como un traidor para los electores de su base y corre el riesgo de perder su escaño en las elecciones siguientes. Eso genera estancamientos en los procesos legislativos a nivel nacional y estatal, que dependen en muchas instancias de la acción bipartita. El resultado es reducir la gobernabilidad de los cuerpos legislativos. Finalmente, la intransigencia de la polarización ha generado una desconfianza generalizada en los procesos electorales que tradicionalmente habían gozado de mucho respeto en la población estadounidense.

En resumen, la polarización política ha sido un fenómeno creciente en la sociedad estadounidense que continuará produciendo conflictos, divisiones y violencia en los próximos ciclos electorales.

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