No hay cama pa’ tanta gente

Lea la columna del periodista Julio Rivera-Saniel

Metro Puerto Rico
Julio Rivera Saniel Metro Puerto Rico

No es secreto. Durante la pasada década el tema del acceso a la vivienda se ha convertido en uno de nuestros problemas crecientes, aunque en gran medida ha pasado por debajo del radar. Por estos días resurgía en San Juan gracias a propuestas que a esos efectos han presentado los candidatos de la oposición al incumbente Miguel Romero.

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Y claro que sí. En la capital el asunto se agrava “as we speak”. Pero lo mismo ocurre en el resto del país y por factores diversos. Basta con hablar con jóvenes profesionales a los que el dinero no les alcanza para hacerse de su primera vivienda. Entre compañeros de trabajo de menos de 30 el asunto se ha convertido en un problema existencial. Aun cuando vivan en pareja y ambos sean profesionales empleados, sus ingresos les dejan fuera de la mayor parte de la oferta inmobiliaria.

Pero mientras el acceso a comprar o alquilar se reduce, como he abordado en múltiples ocasiones desde esta esquina, el país tiene un enorme inventario de estructuras en desuso. No hay que hacer mucho para comprobarlo. Solo de una vuelta por algún casco urbano. O por alguna de las urbanizaciones construidas en los 60′s 70′s y 80′s. En ellas es común ver estructuras desocupadas; muchas de ellas con conflictos de herederos o dueños que no muestran interés en habitarlas o darles mantenimiento. Y así se convierten en adefesios sin utilidad. Y en ejemplo de una gran contradicción. ¿Cómo es que tenemos cientos de propiedades en desuso mientras cientos (si no miles) buscan sin éxito comprar o alquilar?

Lo mismo sucede con las decenas de escuelas cerradas durante el pasado cuatrienio. Cerradas y en desuso. Muchas de ellas en excelentes condiciones. En ocasiones ubicadas en el corazón de urbanizaciones en toda la isla. ¿Por qué no reusarlas? En otras jurisdicciones, como en Nueva York, existen ejemplos exitosos de la utilización de antiguas escuelas para vivienda a buen precio en momentos en que los costos son un reto. ¿Cómo a nadie se le ocurre al menos evaluar la posibilidad de darle utilidad y convertir en espacios de vivienda esos planteles? ¿Porque no dirá usted que mantenerlas cerradas, sin mantenimiento y con pasto hasta el techo es el mejor uso posible de estructuras aun en buenas condiciones?

A lo anterior convendría revisar las políticas públicas sobre la naturaleza y alcance de los alquileres a corto plazo. Ciudades en todo el mundo como Nueva York, Berlín o París han empezado a regular la cantidad de propiedades en esas plataformas no para prohibirlas sino para promover un balance que evite un alto inventario de alquiler a corto plazo en lugares donde a los locales se les hace casi imposible conseguir un lugar donde vivir con el dinero que pueden pagar.

En fin, que no atender estos asuntos nos heredará un enorme problema de futuro. Y no. No es cierto aquello de que el que venga atrás que arree. Cuando toca idear soluciones es ahora.

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