Opinión

El estatus y los problemas del país

Lee aquí la columna del catedrático de la UPR.

En Puerto Rico existe un consenso amplio sobre los problemas sociales, económicos, políticos y morales que nos aquejan. Cada puertorriqueño sería capaz de identificarlos fácilmente. Igualmente, existe el consenso de aspirar a un Puerto Rico en el que esos problemas se enfrenten efectivamente y podamos alcanzar la justicia social. En este sentido, no hay duda de que somos un país de consenso.

Si pidiéramos a los puertorriqueños crear una lista de los principales problemas del país, las respuestas incluirían el desempleo, la pobreza, la inseguridad ciudadana, la corrupción, la salud, la educación, la vivienda, la desigualdad, la politización, la ausencia de democracia, el sistema eléctrico, entre otros. El estatus, entiéndase el colonialismo, quedaría relegado a los últimos lugares de esa lista. Sin embargo, la génesis del conjunto de los demás problemas es, precisamente, el colonialismo. Lo que el pueblo manifiesta como sus principales problemas son en realidad consecuencias del pecado original. Es decir, los problemas que crea el colonialismo son las consecuencias que perciben los puertorriqueños a diario. Estos problemas nunca se han podido resolver, al contrario, empeoran día a día pues nunca se ha pretendido resolver su causa. Peor aún, hoy existe en el país la certeza de que todo irá a peor y sin esperanza.

Así las cosas, la clase política tradicional solo busca resolver con parches y remiendos las consecuencias de este mal. Se trata de un populismo generalizado que busca ofrecer la apariencia o el espejismo de atender y resolver los problemas que percibe el pueblo, sumiendo al país en una crisis permanente en la que se buscan culpables. Es populista el político que despacha o aparta el colonialismo y dice concentrarse en resolver los problemas que importan a los puertorriqueños. Y dado que el pueblo cree las promesas vacías de algunos políticos sobre una solución a las consecuencias del colonialismo sin poner fin al colonialismo, Puerto Rico no podrá salir de su crisis permanente. Esta clase política populista alimenta la ilusión con tal de seguir viviendo de falsas soluciones que se repiten y se repiten eternamente. La respuesta de la clase política puertorriqueña ha sido siempre pretender enfrentar las consecuencias sin atacar nunca el problema original. Se trata de un patrón y estilo de vida del que es imposible escapar sin la descolonización. Este camino, si se persiste, lleva a la inviabilidad de Puerto Rico.

Es importante entender el callejón sin salida en el que lamentablemente se encuentra Puerto Rico dado que gran parte de la población no asume ese vínculo que existe entre el colonialismo y sus consecuencias. Los puertorriqueños deben hacer lo opuesto a lo que siempre han estado haciendo para tener la oportunidad de lidiar efectivamente con las consecuencias del colonialismo. Sería la primera vez en la historia de Puerto Rico que se podría emprender la solución a los problemas, en soberanía y democracia. Una oportunidad histórica. En fin, no se puede aspirar a un mejor país pretendiendo resolver los problemas del pueblo bajo el régimen colonial estadounidense.

Mientras se resuelve el dilema del estatus, siempre hay un espacio para el buen gobierno que, aun bajo el régimen colonial estadounidense, busque la estabilidad, la sana administración pública, comience algunas reformas pensando en el futuro, sea un facilitador en la transición hacia la soberanía y, lo más importante, que no empeore la situación.

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