Llevamos décadas de penurias. Como país atravesamos una seria crisis económica, fiscal, social y política cada vez más profunda. La imposición de una Junta de Control Fiscal, junto con la privatización de importantes activos y servicios como son las autopistas y la energía eléctrica, han empeorado las condiciones de vida de nuestra gente. Es una crisis que parece que nunca va a terminar. Cada cambio de gobierno comienza con promesas de mejoras y termina con más de lo mismo
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Veamos de qué se trata la crisis: una violencia criminal que está matando a nuestra juventud; un estado que cada día provee menos servicios y cada vez más deficientes e ineficientes; un gobierno que entrega el patrimonio del país a manos privadas en menoscabo de los intereses de nuestra población; una economía que no funciona en beneficio del pueblo; violencia social ante la diversidad sexual; un discurso religioso de odio y exclusión; un modelo de familia tradicional conservadora de corte patriarcal que fomenta la asimetría, la violencia de género y el maltrato de la niñez, el dominio indiscriminado de los hombres sobre los demás miembros de la familia y la demonización de la diversidad sexual; la politización de nuestras instituciones estatales; la corrupción y la mala administración de nuestros recursos, tanto los fiscales, económicos, humanos y naturales. Todo esto es responsabilidad de los partidos gobernantes: Partido Nuevo Progresista y Partido Popular Democrático.
Esta crisis ha conducido a que desde el año 2000 ambos partidos políticos (PNPPD) han visto una disminución dramática de su fuerza electoral. No ha habido gobierno desde esa fecha (a excepción del año 2008) que haya gobernado con más del 50% de los votos emitidos, y tampoco un sólo gobernador reelecto. La apatía política ha crecido ha incrementado dramáticamente. El electorado que ha decidido no participar del proceso electoral aumentó de 18% en el año 2000 a 55% en el año 2020.
Ante esta crisis han surgido diversas propuestas electorales y partidos políticos emergentes que han ido erosionando el poder electoral del PPD y el PNP. Eso llevó al bipartidismo, PPD y PNP, ha asegurar su posición de poder enmendando, sin consenso, la Ley Electoral de Puerto Rico a meses de las elecciones de 2020. Estas enmiendas han permitido que el PPD y PNP mantengan el control del aparato y estructura electoral y de esa manera controlar no sólo los eventos electorales sino también las opciones electorales.
Las próximas elecciones de noviembre 2024 son una oportunidad histórica y única para adelantar propuestas que encaminen el país hacia la transformación integral para enfrentar las causas reales de la bancarrota, la corrupción, el empobrecimiento y la violencia. Hay opciones válidas y esperanzadoras para dirigir a nuestro país a un nuevo tiempo y horizonte. Si queremos que las cosas cambien, debemos actuar de manera diferente.
Las denominaciones, los concilios, las iglesias y congregaciones, y las comunidades de base de fe tienen la oportunidad preciada de asumir este momento histórico con seriedad y compromiso. Mantenerse alejado del proceso político en este tiempo no es una opción. La neutralidad es optar por más de lo mismo. Esta es la oportunidad esperada (Kairos) de ser parte de este proceso de transformación crucial en nuestro país. Nuestra participación es fundamental para ser fieles a nuestra gente y al Evangelio del Reino de Dios.
Nuestro pueblo necesita que el liderato cristiano junto sus iglesias asuman un rol en este proceso electoral. De no hacerlo se extenderá el futuro sombrío y desesperanzador en el que estamos viviendo. El escritor nos dice en los Proverbios: “un pueblo perece si no hay visión” (Proverbios 29:18ª). Los cristianos y cristianas deben colaborar en esa visión sin imponer criterios religiosos o doctrinales.
No se trata de fundar un partido basado en una visión fundamentalista que asume juicio sobre “el pueblo pecador” y pretende usar el estado para legislar la moral. En este tiempo el rol de las iglesias y comunidades de base de fe es educar a nuestro pueblo sobre las causas y oportunidades para comenzar un proceso de sanidad electoral y proveer guías para una toma de decisión responsable y que estén acorde en lo posible con el proyecto del Reino de Dios de justicia, paz, solidaridad e inclusión. Un proyecto cuya prioridad sea los empobrecidos/as, explotados/as y excluidos/as de la tierra y acabar con la corrupción del bipartidismo y las amenazas de los proyectos neoliberales que atentan contra la clase media trabajadoras, las familias y las comunidades vulnerables
Ante este reto la Mesa de Diálogo Martin Luther King, Jr. propone una campaña Vota Sin Colores por el Cambio. El voto por candidaturas ha aumentado de 3.9% a 24.4% desde el 2004. Este es un momento histórico para nuestro país y las iglesias deben insertarse en este proceso crucial y dar dirección, acompañamiento y visión para que un cambio sea posible.