Opinión

Voto de castigo, voto útil y cambio político

Lea la columna de Emilio Pantojas García, sociólogo

En las últimas dos campañas electorales no se habla del “voto de castigo” ni del “voto útil”. Estas caracterizaciones se utilizaron en el pasado para describir el comportamiento de votantes que expresaban coyunturalmente disgusto con su partido o cruce de líneas partidistas para lograr un objetivo.

Las derrotas electorales del Partido Nuevo Progresista (PNP) en 2000 (Carlos Pesquera) y 2012 (Luis Fortuño) pueden atribuirse a un “voto de castigo”. En ambos casos, el PNP (Pedro Rosselló y Luis Fortuño) habían ganado las elecciones de 1996 y 2008, con más de 1 millón de votos y 50% de los votos emitidos. Pero el llamado “voto de castigo” del PNP se traducía en la abstención de sus afiliados (87 mil votos menos en 2020 y 147,000 en 2012). Se decía que el PNP perdía elecciones el Partido Popular Democrático (PPD) no ganaba.

El reverso del “voto de castigo” era el “voto útil”. El triunfo del PPD en 2000 y 2012 se lograba con la modalidad de votación que se denominó el “voto melón”. Este era el voto de independentistas a favor del candidato a gobernador del PPD para evitar el avance de la estadidad.

Curiosamente la noción de que las victorias electorales del PPD eran determinadas por “los melones” no se sostiene bajo el escrutinio estadístico. Los resultados del voto para gobernador desde 1988 hasta 2000 indican que el voto del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) era más alto en los años en que ganaba el PPD (5.5% en 1988 y 5.2% en 2000) que en los años en que ganaba el PNP (4.2% en 1992 y 3.8% en 1996). Los melones no eran del PIP, eran independentistas desafiliados, también denominados “realengos”.

La primera ocasión en que el voto de afiliados del PIP dio la victoria a un gobernador del PPD fue en 2004, cuando el PNP ganó las elecciones pero Aníbal Acevedo Vilá ganó la gobernación. En esa elección 3,078 electores votaron bajo la insignia del PIP pero marcaron votos por el candidato a gobernador del PPD, quien ganó la elección por 3,566 votos. Los denominados “pivazos” como los votos melones se llamaban votos útiles, pues derrotaban al PNP y el avance de la estadidad.

El “melonismo” nunca fue una alianza política entre independentistas y populares sino un arreglo electoral de conveniencia donde reconocidas figuras del independentismo (no todas vinculadas al PIP) apoyaban al PPD a cambio de ser nombrados a puestos en la rama ejecutiva, la Universidad de Puerto Rico o ayudantías en la gobernación.

Para la segunda década del siglo veintiuno, observamos un realineamiento electoral y político. El comportamiento electoral muestra una tendencia a la desafiliación masiva de los electores del PNP y PPD. En la elección de 2016 el voto del PNP apenas llegó al 42% y del PPD a 39%. Las candidaturas independientes de Alexandra Lúgaro y Manuel Cidre alcanzaron 11.1% y 5.7% respectivamente, un hecho sin precedentes.

Las protestas de julio de 2017, además de causar la renuncia del gobernador, y la desafiliación masiva de electores del PNP y el PPD resulta en la creación de dos nuevos partidos en 2019, Proyecto Dignidad (derecha) y Movimiento Victoria Ciudadana (centroizquierda). También estimuló la renovación del PIP. Se desplaza el estatus del eje de discusión y los nuevos ejes se centran en la mala gobernanza: corrupción, no rendición de cuentas, poca efectividad del gobierno, impunidad legal de los corruptos, alta criminalidad y crisis de gobernabilidad. Los desafectos del PNP se mueven al PD, mientras que el sector soberanista del PPD se vuelca en el MVC coaligándose con melones, estadistas “de izquierda” y otros desafectos. Se polariza el debate entre “derecha” e “izquierda”, conservadores y progresistas. También aumenta dramáticamente el voto por candidaturas.

Las elecciones de 2024 presentan una posibilidad real de cambio. En tanto que en Puerto Rico triunfa quien más votos saque (“first past the post”), si se estiman una participación electoral igual a la de 2020 (55%), sobre la base de 1,927,044 votantes inscritos para las primarias deberían votar alrededor de 1,059,874 personas. Si el umbral de la victoria es 33% de los votos emitidos la elección podría ganarse con unos 350,000 votos, casi exactamente el número de votos que sumaron Alexandra Lúgaro y Juan Dalmau en 2020 (353,667).

El voto de castigo y el voto útil fueron mecanismos para sostener el bipartidismo cerrado que llevó el país al colapso político-social y la quiebra fiscal. En 2024 el realineamiento electoral y político es una realidad contundente, de ahí la intensificación de las campañas de miedo a amenazas inexistentes. Si el control de la Comisión Estatal de Elecciones que da al partido de gobierno el Código Electoral de 2020 no se usa para perpetrar un fraude masivo con el voto adelantado, como se hizo entonces, un cambio es posible.

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