Cualquiera que escriba sobre temas de política nacional o dedique parte de su tiempo a servir de analista político escucha constantemente una multiúnica pregunta: ¿quién ganará? Por mi parte, aclaro de inmediato que no lo sé. Pero aclaro, igualmente, que en esta coyuntura nadie sabe quién ganará y al que le exprese tener certeza sobre el resultado, pídale los números del Powerball porque definitivamente es clarividente.
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Con la campaña ahora en su recta final, la vicepresidenta Kamala Harris tiene una pequeña ventaja sobre el expresidente Trump en la mayoría de las encuestas nacionales (47%-44% en el promedio de la encuestadora 538). También, tiene una pequeña ventaja en dos de los siete estados indecisos, Wisconsin y Michigan, mientras que en los cinco restantes, ninguno de los candidatos tiene una ventaja consistente.
Dos de los principales modelos que intentan pronosticar las elecciones no están de acuerdo, ya que The Economist le da a Harris la más mínima ventaja, mientras que el Silver Bulletin de Nate Silver se inclina ligeramente hacia Trump. Los modelos son extremadamente sofisticados y buenos en lo que hacen. Pero las encuestas en las que se basan históricamente se han equivocado en algunas instancias. Si bien subestimaron el apoyo de Trump en 2016 y 2020, subestimaron el apoyo demócrata en 2012. Podemos suponer que probablemente habrá errores en las encuestas este año, pero no podemos saber ni el tamaño ni la dirección de los potenciales errores de antemano.
Además, todos los modelos electorales se construyen sobre una base relativamente estrecha. Una persona que quiera apostar por el resultado de un partido de béisbol puede recurrir a los datos de más de 238,000 juegos de las Grandes Ligas durante el último siglo y medio. Por el contrario, Estados Unidos ha celebrado solo 19 elecciones presidenciales desde que las encuestas generalizadas comenzaron a proporcionar datos algo confiables. No hay mucha información que se pueda extraer de una muestra tan pequeña.
Lo que, sí, podemos saber son algunas de las dinámicas clave que darán forma a la contienda mientras ambas campañas se preparan para el debate de esta semana y las actividades políticas subsiguientes. Definir a Harris sigue siendo clave para ambos bandos.
Hasta ahora, la vicepresidenta lo ha hecho bien. Su posición entre los votantes ha mejorado desde que el presidente Biden se retiró de la contienda en julio, a pesar de los constantes ataques republicanos. La proporción con una opinión favorable de ella, el 48%, es notablemente superior al 42% con una opinión favorable de Trump, según la última encuesta de YouGov/Economist. También, ha cerrado la brecha con Trump en algunas medidas clave. La encuesta de YouGov encontró, por ejemplo, que casi la misma proporción de votantes ve a ambos candidatos como líderes fuertes: 51% para Harris, 53% para Trump.
La contienda ha cambiado drásticamente desde que Biden se retiró. Los cambios no han implicado que el apoyo a Trump disminuya; más bien, Harris ha ganado apoyo, principalmente de votantes que estaban coqueteando con un tercer partido o de los previamente indecisos.
Eso no debería ser una sorpresa. El voto de Trump es simplemente consistente: obtuvo el 46% en 2016, el 47% en 2020, y si se toma el promedio actual de la firma de encuestas 538 y se deja fuera a los indecisos, vuelve a estar en el mismo rango. Los estadounidenses saben lo que piensan sobre el expresidente, quien estuvo entre las figuras más reconocibles de la nación durante años antes de ingresar a la política electiva hace una década.
Los demócratas han tratado de argumentar que Trump se ha deteriorado mentalmente y que sería más peligroso como presidente ahora de lo que era antes. Pero después de cuatro años de su presidencia, dos campañas previas, el ataque del 6 de enero al Capitolio, múltiples acusaciones y una condena, hay muy pocas probabilidades de que la nueva información cambie la opinión sobre él.
Harris no se está estrenando en la política estadounidense; no es exactamente una recién llegada. Pero la vicepresidencia no es un trabajo que atraiga mucha atención de la mayoría de los votantes, ni uno que permita al incumbente establecer y/o proyectar sus propias prioridades. Por lo tanto, una parte significativa de los votantes todavía tiene preguntas sobre quién es Harris y qué representa.
La encuesta de YouGov/Economist subraya ese punto; según la encuesta, el 36% de los adultos estadounidenses expresan que quieren ver o escuchar más sobre Harris. Solo el 22% dijo que quieren escuchar o ver más sobre Trump.
Entre los latinos, un grupo que incluye una desproporcionada cantidad de votantes indecisos, el 46% dijo que quiere saber más sobre Harris, en comparación con el 14% que quiere saber más sobre Trump. Es por eso que el debate del pasado martes podría ser tan significativo: es un evento que se estimaba que una gran parte de los votantes vería o escucharía.
Y a pesar de toda la atención sobre si los micrófonos de los candidatos estarían encendidos o apagados cuando el otro estuviese hablando o qué ataque pudiera lanzar Trump contra Harris, todo tendía a indicar que los votantes indecisos prestarían atención principalmente a quién es Harris y qué representa.
Está por verse cómo logra definirse Harris durante el debate y en la secuela, y/o cómo Trump y su equipo logran definirla. Con mucha probabilidad, el que prevalezca en su definición de la vicepresidenta logrará conquistar el voto indeciso y por ende la elección.