Opinión

Del cartel del petróleo al cartel de los intocables

Lee la nueva columna de la serie "Desde otro prisma".

Por varias décadas ya, Puerto Rico ha sido testigo de un ciclo continuo de corrupción y mala gestión administrativa. Nada ha estado fuera del radar de “los colmillús” y la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) no fue la excepción. Los ataques contra nuestro sistema energético fueron desde varios frentes que van desde el infame “Cartel del Petróleo” hasta las actuales operaciones de LUMA Energy y GENERA PR. Estos actores, a pesar de los cambios de nombres y estructuras, han mantenido un patrón de explotación y negligencia que perpetúa la crisis energética en la isla, afectando de manera directa la calidad de vida de todos los puertorriqueños.

El “Cartel del Petróleo” fue un claro ejemplo de cómo los intereses privados han manipulado los recursos públicos en detrimento del bienestar común. Este esquema involucró a la AEE y a un reducido grupo de suplidores que vendieron combustible de baja calidad a precios inflados. Durante años, estos sobrecostos fueron transferidos a la población a través de facturas de electricidad excesivamente altas, todo ello mientras los responsables se beneficiaban económicamente de manera fraudulenta.

Lo más indignante es que este tipo de abuso no se detuvo con la disolución del cartel. Al contrario, la transición hacia la privatización del sistema eléctrico bajo LUMA y GENERA ha exacerbado la crisis. Estas compañías han demostrado una desconexión profunda con la realidad del pueblo puertorriqueño. Mientras los apagones se vuelven más frecuentes y las tarifas siguen aumentando, las empresas parecen operar con total impunidad, sin ser responsabilizadas por los fallos en el servicio que proveen. De hecho, basta ver los personajes que ocupan altos puestos en ambas empresas y podemos identificar muchos que fueron parte del desastre y de las lluvias que hoy nos traen estos lodos.

Desde una perspectiva de ética cristiana, el manejo de un recurso esencial como la electricidad debe estar guiado por los principios de justicia, equidad y cuidado del prójimo. La electricidad no es un lujo, sino un derecho básico, y la mala gestión de este servicio es una violación directa de estos principios. Jesús nos enseñó a actuar con justicia, a defender a los más vulnerables, y a denunciar la corrupción y la explotación. En este contexto, la falta de acción de las autoridades gubernamentales para regular y controlar estas corporaciones es, en sí misma, una omisión grave que perpetúa la injusticia.

Es fundamental que el pueblo puertorriqueño reconozca el poder que tiene para cambiar esta situación. La ética cristiana no solo nos llama a reflexionar sobre estas injusticias, sino también a actuar en defensa de aquellos que están siendo perjudicados. Las elecciones de noviembre de 2024 son una oportunidad para hacer precisamente eso: utilizar el voto como herramienta para exigir cambios reales. Nos corresponde poner fin a la corrupción y buscar la manera de restaurar un sistema que priorice el bienestar de todos, sobre los intereses de unos pocos.

Es el momento de actuar, de dejar claro que Puerto Rico no tolerará más abusos. Al igual que Jesús expulsó a los mercaderes del templo, nosotros también debemos estar dispuestos a limpiar nuestra casa de aquellos que explotan nuestros recursos y nuestro pueblo. No podemos permitir que el futuro de nuestra isla siga en manos de quienes anteponen sus beneficios personales al bienestar común. En noviembre, debemos elegir líderes que estén comprometidos con la justicia, la transparencia y el bien común, y asegurarnos de que el sistema eléctrico de Puerto Rico sirva, finalmente, a todos los puertorriqueños.

Al “cartel de los intocables” de LUMA, GENERA PR y todos los políticos que cargan sus maletas, les decimos claro y fuerte: el tiempo de actuar sin rendir cuentas está llegando a su fin. El pueblo puertorriqueño ya no es un espectador pasivo de su propio sufrimiento. Estamos más despiertos que nunca, listos para reclamar lo que nos pertenece, para exigir justicia y para poner fin a la impunidad. Vamos tras ustedes, armados con nuestra voz y con nuestro voto, y no pararemos hasta que se haga justicia. La luz de Puerto Rico no será apagada por la corrupción ni por los intereses corporativos; al contrario, brillará más fuerte que nunca, impulsada por un pueblo decidido a recuperar su futuro.

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