Opinión

Las caras de Jenniffer González: la política como ‘performance’

Lee la columna más reciente de la serie “Desde otro prisma”.

Luz del Alba Acevedo
Columnistas

Jenniffer González (JGo) no es la primera mujer en aspirar a la gobernación de Puerto Rico, aunque sí la primera por el Partido Nuevo Progresista (PNP). Wanda Vázquez, quien llegó a la gobernación por sucesión tras la renuncia forzada de Ricardo Roselló en el verano del 2019, fue derrotada en primarias por Pedro Pierluisi.

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Tampoco es una cara nueva en la política. Tiene una trayectoria partidista de alto perfil ocupando escaños legislativos, la presidencia de la Cámara de Representantes y actualmente la comisaría residente. JGo es parte de la cúpula del PNP y como tal es responsable de los aciertos y desaciertos de la gobernanza, manejos administrativos y política pública del gobierno PNP. Esta trayectoria define su carácter, prácticas administrativas y estilo de gobernanza de la cuál no puede desvincularse.

JGo (esa es su marca y su mote político) no es “la cara del cambio” por ser “mujer” como algunos quieren hacernos pensar. Previo a su candidatura a la gobernación otras mujeres se postularon con proyectos de cambio y afirmación de los derechos de las mujeres. Victoria “Melo” Muñoz en 1992 y Sila María Calderón, primera gobernadora electa por el Partido Popular Democrático en 2000. En 2016 aparecen las candidaturas de María de Lourdes Santiago por el Partido Independentista Puertorriqueño y Alexandra Lúgaro como candidata independiente, ambas afirmaban claramente proyectos de equidad de género. Lúgaro reaparece en 2020, esta vez como candidata a la gobernación por el Movimiento Victoria Ciudadana, sellando su impacto transformador en la política puertorriqueña marcando un realineamiento político claro.

En la asamblea del PNP JGo se construye una imagen qué articula un mensaje vacuo de renovación y cambio. Va de lo tradicional a lo farandulero distanciándose de las otras experiencias históricas. JGo ha hecho de la política un “performance”, un espectáculo acomodaticio—camaleónico—cuyo único objetivo es ser electa. Esto tiene consecuencias nefastas para el avance y crecimiento de la participación de las mujeres en la política. Introduce nuevas formas de desvalorización para el liderato femenino y fuentes renovadas de sexismos y obstáculos a la participación y representación de las mujeres en la política.

Como todo ‘performance’ su representación política está en constante transformación para “complacer” a los espectadores que pagarían con sus votos. El primer acto puesto en escena de la contienda electoral, JGo aparece en la reinvención de su identidad de mujer soltera independiente y autosuficiente, por la de madre casada. Su boda en la Iglesia Católica fue un auténtico performance trasmitido en vivo por medios noticiosos y redes sociales. “Yo soy como tú” es el discurso populista que articula JGo para interpelar al pueblo activando el imaginario de la familia y maternidad como parte de la visión tradicional conservadora de la cultura política puertorriqueña.

Establecida su imagen de mujer “del pueblo”, inicia su campaña primarista con la controversial afirmación: “Las cosas andan mal en Puerto Rico”. Condena enérgicamente el contrato de LUMA señalando que hay que cancelarlo. Critica con severidad la lentitud en el uso de fondos para la reconstrucción y la ineficacia de la administración Pierluisi, llegando a decir que ella “no es parte de esta administración” por ser una legisladora federal aunque electa por el pueblo como Comisionada Residente y en la misma papeleta que el gobernador Pierluisi. Su transfiguración y aparente distanciamiento del gobierno PNP imparte un falso sentido de cambio anclado en la misma estructura partidista.

Tras la victoria primarista, sintiéndose segura de que está adelante en las encuestas, transforma su campaña al estilo Trumpista. No asiste a debates, no da declaraciones a la prensa y cuando comparece se torna desafiante con los periodistas, culpa a los jóvenes por los problemas de inscripción de la CEE y al pueblo que elige a sus gobernantes por la continuidad de la corrupción. Asimismo, gira 180 grados en su postura diciendo que el contrato de LUMA no podía ser rescindido, por lo cual nombraría un “Zar energético” para fiscalizarlo. Esta ambivalencia le ha creado una imagen de “mentirosa”, proclamada no sólo por miembros de su propio partido, como Leo Díaz y Zaida “Cucusa” Hernández, sino por el más famoso de los intérpretes urbanos Bad Bunny.

En el segundo acto de su ‘performance’ lanza una campaña polarizante de miedo al comunismo. Declarando que “Mientras a mí me quede sangre, y Dios me dé la iluminación y la fuerza, yo no voy a permitir que la izquierda gobierne en Puerto Rico”. “Esta elección es si el pueblo de Puerto Rico quiere la izquierda comunista, o quiere y atesora su ciudadanía americana…” Demoniza así a su contrincante más fuerte, Juan Dalmau, y desvía la atención de los problemas acuciantes del país por medio de un ‘performance’ digno de un “reality show”, un despliegue consistente con lo que Eduardo Lalo llama la “maripilización” de la política puertorriqueña. La entrada de JGo a su asamblea de plataforma disfrazada de la mujer maravilla y al son del reggaetón es digna de un espectáculo que podría llamarse “Bellakeando por la estadidad”. De la mano de JGo y su política de la banalidad hemos pasado de la política al “politainment”.

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