Opinión

Los fondos federales sí están en peligro

Lee la columna sobre el tema de político.

Eliezer E. Burgos Rosado
Eliezer E. Burgos Rosado

Las campañas políticas deberían ser una plataforma para proponer ideas y soluciones que promuevan el progreso de la isla. Sin embargo, en estas elecciones hemos visto estrategias que buscan infundir miedo, especialmente vinculando el ideal de la independencia con el comunismo y el socialismo. Eso no es nuevo; recurren al miedo para desviar la atención de problemas reales como la corrupción y la ineficiencia gubernamental. Curiosamente, en el pasado este miedo fue utilizado contra el PPD, que hoy, convenientemente, se hace eco del temor. Estas artimañas, lejos de ofrecer un debate sustantivo, distorsionan la realidad.

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Es imperativo que analicemos críticamente estas campañas, ya que abordan de modo simplista temas complejos y también insultan nuestra inteligencia como electores. Uno de los argumentos principales es la supuesta pérdida de fondos federales si Puerto Rico llegara a ser independiente. Sin embargo, la relación con los fondos federales es mucho más compleja. La realidad es que estos fondos están sujetos a regulaciones y leyes que trascienden quién esté en el poder en Puerto Rico. Aunque un cambio en el estatus político podría requerir renegociaciones, no se trata de perder inmediatamente los fondos por un cambio ideológico en el liderazgo. Después de 32 años de gobiernos estadistas, seguimos sin ser Estado.

Curiosamente, muchos de los programas federales que se dicen en peligro — becas Pell, Medicare, Medicaid, subsidios de vivienda, PAN, etc. — están basados en principios socialistas de bienestar social. Estos programas han sido esenciales para ayudar a los más necesitados en la isla y reflejan una visión de apoyo social que, aunque hoy algunos sectores estigmatizan, en realidad procuran mitigar las desigualdades del capitalismo. Por eso resulta irónico que se utilicen para generar miedo. ¡El chiste se cuenta solo!

No podemos permitir que se nos siga insultando la inteligencia. Es hora de exigir respeto y actuar con responsabilidad en las urnas. Puerto Rico necesita propuestas reales y viables, acompañadas de una administración pública eficiente y sana. Lo demás son cantos de sirena y un apego al poder que no ofrece soluciones. En lugar de caer en tácticas de miedo, debemos centrarnos en el tipo de liderazgo que nos llevará a la estabilidad y al progreso que tanto anhelamos.

El teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer nos recuerda que no podemos permanecer inactivos ante la injusticia y la corrupción. Su concepto de “gracia barata” nos desafía a no ser cómplices del mal a través de nuestra inacción. Como electores, debemos tomar una postura activa contra quienes perpetúan la corrupción en el gobierno, porque la fe sin acción es vacía. Esto nos invita a reflexionar sobre el tipo de líderes que queremos para Puerto Rico: aquellos que defienden el bien común o aquellos que buscan perpetuar sus propios intereses.

El verdadero riesgo para los fondos federales no radica en la ideología de quién ostente en el poder, sino en la corrupción y la mala administración. Estos son los factores que han debilitado las finanzas públicas y, si no se corrigen, seguirán afectando la llegada y el manejo de recursos federales. La Junta de Supervisión Fiscal es una consecuencia directa de años de mala gestión, y no podemos esperar que quienes han estado en el poder por décadas ofrezcan soluciones genuinas cuando han sido parte del problema. Ciertamente los fondos federales sí están en peligro y siempre lo estarán, mientras manos inescrupulosas y marionetas de “los colmillús” ostenten el poder.

Puerto Rico necesita un liderazgo comprometido con el bienestar del pueblo, no con intereses personales o partidistas. Debemos exigir planes concretos que promuevan el desarrollo económico y social de todos los sectores. El cambio que necesitamos vendrá cuando decidamos actuar y exigir una administración pública basada en la honestidad y el servicio, no en ideologías extremas. Ahora más que nunca, Puerto Rico merece un liderazgo a la altura de los desafíos que enfrentamos.

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