Ya debe haber quedado claro a estas alturas que el juego cambió. El electoral, para ser exactos. No se trata de un cambio súbito aunque para muchos lo parezca.
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Durante años gobernar y decidir era un ejercicio sencillo para quien ganaba las elecciones generales. Y lo era porque, en esencia, quien ganaba la gobernación también dominaba la legislatura. Esa doble victoria –que desde luego tuvo algunas excepciones- permitía al gobernante ejercer un esfuerzo mínimo a la hora de configurar su gabinete. ¿Qué había que hacer? Llenar los puestos con “los suyos”. Una frase que incluía a grandes rasgos a “los propios”; los del partido. Los de siempre. Los que se ganaban su espacio por el “merito” de la partidocracia. Del pasquineo y el carrerismo político. En contados casos, esas características eran compatibles con ser “los mejores” en sus respectivas disciplinas. ¿Por qué debían serlo si ser del partido del ganador era suficiente?
Pero el deterioro de la clase política ha hecho mella al modelo de siempre. La creciente desilusión ha traído intentos de todo tipo. Algunos experimentos con éxito limitado como el candidato independiente Rogelio Figueroa y, más tarde, Puertorriqueños por Puerto Rico. Un partido que pretendía colocar como prioridad asuntos de la agenda “urgente” centrados en la conciencia ecológica y el futuro energético. Allá por 2008 comenzó a hablarse sobre energías renovables y limpias. Pero el país no estaba listo. Los partidos históricos se burlaban de aquel discurso que llamaban “ciencia ficción”. ¿Lo recuerdan? Figueroa presentaba al país el caso de Daly Ávila, líder comunitaria de Ceiba que, bajo la dirección de Figueroa se había “destetado” de la Autoridad de Energía Eléctrica con un sistema de placas fotovoltaicas y un sistema de aislamiento que bajaba la temperatura de su hogar. La inversión rondaba los $15 mil, pero Ávila pagaba solo $3 mensuales. El candidato proponía la instalación masiva de placas solares en los techos y que los ciudadanos se convirtieran en productores de energía. Pero para el grueso del país era una propuesta de ciencia ficción; un invento de “un loco”. Una idea muy bonita pero poco viable, decían los partidos políticos. Ahora, 16 años después, va ser que “el loco” era el cuerdo.
Eventualmente llegaron otros candidatos y movimientos políticos que igualmente presentaban propuestas rompedoras. Como Figueroa también fueron descartados como pequeños Quijotes. El Partido del Pueblo Trabajador, el Movimiento Unión Soberanista, Alexandra Lúgaro, Manuel Cidre. Todos, en su momento, establecieron la zapata del actual momento histórico. Uno en el que parecería que estamos a las puertas de algo. ¿De qué? El tiempo nos dirá. Pero mientras ese “algo” se produce, lo que sí parece incuestionable es que los tiempos en los que gobernar desde el control absoluto del Ejecutivo, la Cámara y el Senado parecen haber quedado atrás y, por lo mismo, los tiempos de la confirmación de cualquiera que fuera nominado al gabinete. La pluralidad que ha sido la norma en la Legislatura requiere, se entienda o no, de la excelencia y el mérito como criterios primarias, con una importante dosis de negociación y búsqueda de consenso. Mire usted el caso del gobierno saliente.
La insistencia en la designación de figuras cuyo “claim to fame” era la cercanía al partido del ejecutivo no fue suficiente. Como resultado no se logró tener en propiedad a un presidente o presidenta de la Comisión Estatal de Elecciones, una Procuradora de las Mujeres o un secretario del DACO. Lo increíble es que cuando el gobernador pareció entender que el consenso y el mérito debían ser fundamentales para lograr la confirmación de funcionarios, el obstáculo fueron los legisladores del propio partido de gobierno. Por la oposición de su propia delegación, Pedro Pierluisi se vio obligado a retirar la designación de Vilmarie Rivera Sierra como Procuradora de las Mujeres, a pesar de cumplir como pocas con los criterios de la Ley que habilita el puesto. Pero le faltaban varias características. Entre ellas, no venir del partido de gobierno ni ser activista del mismo.
Y es que las reglas han cambiado, señores. Y si se cumplen los pronósticos de pluralidad en el resultado electoral, quienes resulten ganadores deberán entender que el tablero es nuevo; requiere borrón y cuenta nueva. Disposición al diálogo y la negociación. La búsqueda del mérito como valor primario para defender las designaciones y aumentar las posibilidades de confirmaciones. Y ceder. Reconocer que entregar el “todo o nada” no es pérdida sino ganancia si se quiere gobernar con eficiencia e interés por el país en lugar del interés exclusivo para “los suyos”. Ojalá los ganadores estén a la altura del reto. El país está observando.