¿Vale la pena pensar a los políticos y la política puertorriqueña a través de la literatura? Sí, vale la pena. Y no me refiero al epíteto que muchos utilizan para describir a Puerto Rico como el Macondo de Gabriel García Márquez, que, de tanto repetirse, ha quedado vacío de significado. Si algo hemos aprendido de personajes como Saleem Sinai en Midnight’s Children de Salman Rushdie, es que, aunque atrapados en corrupción, identidades divididas y promesas vacías, al menos estos personajes de grandes novelas lo enfrentan con estilo literario.
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¿No es fascinante pensar que nuestros políticos, sin siquiera leer, replican perfectamente los dilemas coloniales de personajes que luchan por encontrar su lugar en el mundo de la ficción? Desde Pedro Pierluisi hasta Jenniffer González, nuestros líderes parecen protagonizar una novela que no escribieron, pero en la que actúan con una sorprendente convicción. Son políticos que se mueven al ritmo de sus propios intereses, adaptándose sin rumbo claro, mientras el pueblo puertorriqueño sigue esperando algo más que su narrativa colonial disfrazada de progreso.
En Puerto Rico, desde la década de 1990, los políticos del bipartidismo —Partido Nuevo Progresista (PNP) y Partido Popular Democrático (PPD)— parecen cada vez más carecer de características definidas. A medida que el paisaje político se ha fragmentado, estos líderes han mostrado una falta de convicción moral y personal, adaptándose fácilmente a situaciones convenientes sin un sentido claro de propósito. En consecuencia, ha sido fácil para ellos caer en prácticas como la corrupción, el amiguismo y la manipulación de la opinión pública, a menudo replicando la misma estructura colonial que dicen criticar. Curiosamente, estos políticos encuentran reflejo en un personaje literario que, como la crítica literaria ha demostrado, sigue siendo emblemático de la sociedad puertorriqueña: el Benny de La guaracha del Macho Camacho de Luis Rafael Sánchez.
Muchas de las figuras políticas del PNP y PPD, incluyendo a líderes actuales como Luis Fortuño, Ricardo Rosselló, Pedro Pierluisi, Jenniffer González, Thomas Rivera Schatz, y Alejandro García Padilla, se asemejan no solo al Benny, sino a una serie de personajes literarios provenientes de obras clave de la literatura internacional, como Midnight’s Children de Salman Rushdie o Azadi de Chaman Nahal, que ayudan a iluminar los dilemas de identidad y poder en un contexto colonial.
El Benny en La guaracha del Macho Camacho es un personaje que encarna el caos y la superficialidad de la sociedad puertorriqueña. Él es el hombre que se adapta a la fiesta, a la música y a las circunstancias sin ninguna preocupación por el mañana. Su identidad es fluida, su moral maleable, y su sentido de responsabilidad casi inexistente. Esta representación es, tristemente, un espejo preciso de muchos de los políticos contemporáneos de Puerto Rico. Personajes como Ricardo Rosselló, Pierluisi y González, que se posicionan como defensores del progreso y el bienestar del pueblo, tienden a carecer de la convicción profunda necesaria para enfrentar los problemas estructurales de la isla.
Mucha de la gran literatura contemporánea es una fuente fértil para examinar cómo el poder y la identidad se entrelazan en sociedades que han sido dominadas por imperios externos. En el caso de Puerto Rico, donde la relación colonial con los Estados Unidos sigue moldeando la política local, los personajes de obras literarias como Midnight’s Children de Salman Rushdie, Azadi de Chaman Nahal, Kim de Rudyard Kipling, Staying On de Paul Scott, Clear Light of Day de Anita Desai, Tamas de Bhisham Sahni son modelos útiles para entender la dinámica política puertorriqueña actual.
En Midnight’s Children, Saleem Sinai, el protagonista, vive atrapado entre las expectativas de la sociedad poscolonial india y sus propios intereses personales. Su identidad se fragmenta y su relación con el poder se torna ambigua. Los políticos del PNP, como Luis Fortuño, Ricardo Rosselló, Pedro Pierluisi y Jenniffer González, reflejan esta fragmentación. Por un lado, abogan por la estadidad y la plena integración de Puerto Rico a los Estados Unidos; por otro, son incapaces de romper con las dinámicas coloniales que los convierten en marionetas de un sistema más grande que ellos mismos.
De manera similar, en Azadi, el personaje de Lala Kanshi Ram, un burócrata que intenta equilibrar su lealtad a la administración colonial británica con su deseo de ver a India independiente nos recuerda a los líderes del PPD. Políticos como Alejandro García Padilla y Carmen Yulín Cruz, aunque defienden el estatus de Estado Libre Asociado, han demostrado en su actuar una profunda ambivalencia ante las limitaciones de este estatus. Al igual que Lala Kanshi Ram, se encuentran atrapados en una estructura colonial que perpetúa la dependencia, mientras intentan mantener la ilusión de autonomía.
El escándalo del chat de Telegram de 2019 marcó un antes y un después en la política puertorriqueña. Reveló la desconexión entre el discurso público de los líderes del PNP y sus acciones privadas. El escándalo mostró no solo su desprecio por la población que gobernaban, sino también una crisis de identidad política y moral. Todos los involucrados demostraron una capacidad asombrosa para manipular la opinión pública, burlarse de las necesidades del pueblo y promover el amiguismo. Esta desconexión entre lo que dicen defender (la estadidad, la transparencia, el progreso) y lo que realmente practican (corrupción, manipulación y abuso de poder) los alinea con personajes como Hurree Chunder Mookerjee de Kim de Rudyard Kipling, quien, aunque sirve a los intereses británicos, nunca es plenamente aceptado por los colonizadores que imita. Asimismo, en la novela Staying On de Paul Scott, se exploran los remanentes del gobierno colonial británico y las instituciones corruptas y en decadencia que quedaron tras la independencia, un paralelismo claro con el estatus colonial de Puerto Rico. Al igual que la señora Lila Bhoolabhoy en la novela de Scott, los Telegram Chat Boys ilustran cómo las mentalidades coloniales persisten en las estructuras políticas, reforzando la corrupción y la disfunción institucional.
Pedro Pierluisi ha sido criticado por perpetuar la corrupción y el nepotismo, una figura política que, como el personaje Hurree Chunder Mookerjee de Kim de Rudyard Kipling, navega con destreza las estructuras coloniales mientras promueve intereses que no necesariamente benefician al pueblo. A pesar de sus promesas de transparencia y rendición de cuentas, su administración ha estado marcada por escándalos y acusaciones de favoritismo, revelando una desconexión entre su discurso y sus acciones. Jenniffer González sigue un camino similar, manteniendo un discurso proestadidad mientras se asemeja a Raja en Clear Light of Day de Anita Desai, quien se alinea con los intereses coloniales en busca de aceptación en círculos de poder. La cercanía de González con intereses empresariales y su papel en la perpetuación del sistema colonial han generado dudas sobre su verdadera lealtad al bienestar del pueblo puertorriqueño, mostrando cómo estas figuras políticas priorizan sus ambiciones sobre la identidad cultural y las necesidades de su gente.
Thomas Rivera Schatz, por su parte, representa la vieja guardia del PNP. Conocido por su retórica agresiva y su capacidad para manipular los hilos del poder dentro del partido, Rivera Schatz ha sido acusado en múltiples ocasiones de utilizar su influencia para beneficiar a sus aliados y castigar a sus enemigos. Su figura se asemeja a la de los oficiales coloniales Richard y Mr.Taylor en Tamas de Bhisham Sahni, donde los líderes perpetúan la violencia y la división en nombre del orden y el control, sin importar las consecuencias para el pueblo.
La situación política de Puerto Rico, particularmente dentro del bipartidismo representado por el PNP y el PPD, es un reflejo de las dinámicas coloniales que han dominado la isla durante más de un siglo. Los políticos de ambos partidos, desde Pedro Pierluisi hasta Jenniffer González y Thomas Rivera Schatz, carecen de una identidad política clara y de convicciones profundas. Su actuar, a menudo marcado por la corrupción y la manipulación, los coloca en una línea de continuidad con los personajes literarios de la poscolonialidad, quienes también luchan por encontrar un equilibrio entre su identidad y su relación con el poder.
La literatura, tanto puertorriqueña como internacional, nos ofrece un marco para entender cómo estos políticos se ven atrapados en un ciclo de dependencia colonial, amiguismo y manipulación. El Benny de La guaracha del Macho Camacho es solo uno de los muchos personajes que nos ayudan a desentrañar la psicología de los líderes políticos actuales, quienes, como los protagonistas de Midnight’s Children o Azadi, son incapaces de escapar de las estructuras coloniales que continúan definiendo la vida en Puerto Rico.
¿Cabrá la posibilidad de políticos que reflejen personajes literarios que rompan con el ciclo de dependencia colonial? Por ejemplo, el respaldo reciente de las congresistas estadounidenses Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio-Cortez a la alianza entre el Partido Independentista Puertorriqueño y el Movimiento Victoria Ciudadana puede entenderse mejor a través de la lucha interna del personaje de Rusdie, Saleem Sinai, por romper con el pasado colonial y redefinir su futuro. En Midnight’s Children, la capacidad de Saleem para influir en el curso de la historia se ve limitada por las fuerzas coloniales que lo rodean, lo que refleja cómo Puerto Rico ha estado limitado por las estructuras legales impuestas por el Artículo IV, Sección 3, Cláusula 2 de la Constitución de los Estados Unidos. Sin embargo, la acción de Velázquez y Ocasio-Cortez representa un intento de cambiar esa narrativa, respaldando a quienes desafían el bipartidismo tradicional y proponen una alternativa que busca romper con la dependencia colonial.