Mucho se discute sobre cuál es el mejor voto de un elector, si íntegro, mixto o por candidatura. Ahora toma, nuevamente, relevancia el llamado “voto útil”. Usted me lee y al final llega a sus propias conclusiones, ya sea coincidiendo conmigo o difiriendo.
Comencé a observar la política entre finales de la década de 1980 y principios de la de 1990. Recuerdo que, en aquel entonces, tres cuartas partes del Senado, dominado por el Partido Popular Democrático (PPD), fueron señaladas por casos de corrupción y hubo convicciones.
De un gobierno controlado por el PPD en La Fortaleza y la Legislatura, pasamos a uno controlado por el Partido Nuevo Progresista (PNP). Ese gobierno PNP culminó como el del PPD, con una ristra de casos de corrupción. Ante esto, la pregunta es: ¿vale la pena entregarle a un partido el control del gobierno?
Miremos ahora el otro lado de la moneda. En 2004, el electorado dividió el poder en una gobernación del PPD, con Aníbal Acevedo Vilá, y una Legislatura PNP, con José Aponte en la presidencia cameral y Kenneth McClintock en la senatorial. Cuatro años perdidos por una dinámica en la que ambas partes se hacían la vida imposible. ¿El pueblo? Un daño colateral aceptable para ellos.
En 2020, volvimos a elegir un gobierno compartido, pero con el PNP controlando el Ejecutivo y el PPD, el Legislativo. ¿Cómo evalúa usted la “química” entre la Legislatura y La Fortaleza este cuatrienio a punto de culminar? ¿Se movió algo Puerto Rico en materias relevantes?
Concentrar el poder en un solo partido tiene sus ventajas y desventajas. En el lado positivo, lo que son los proyectos relevantes, la plataforma de gobierno que se prometió en campaña, fluye más o menos. Pero aumenta la probabilidad de que, con la sensación de poder absoluto, se destaquen más casos de corrupción. Por otro lado, en un gobierno compartido, la perspectiva de pesos y contrapesos o de mayor fiscalización entre unos y otros puede ser positivo, pero lamentablemente lo que hemos vivido en las últimas dos experiencias es obstaculización. La hay intrapartido, imaginen entre dos distintos.
El poder en la Legislatura, este cuatrienio, máxime en el Senado, es el más aguado porque el PPD, aunque tiene control, el mismo es uno débil. Son 12 senadores del PPD, diez del PNP, dos del Movimiento Victoria Ciudadana (MVC), una del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), una de Proyecto Dignidad y un independiente. Es más complicado llegar a consensos con mayor pluralidad de pensamientos ideológicos. Hay legisladores que sencillamente son “cerraos” y que prefieren votar “¡NO!” a proyectos o designaciones importantes solo por política. Y esbozan con poesía el porqué se oponen, aunque eso, en muchas ocasiones, se trata solo de “pintura y capota”.
¿Qué es menos malo? Tristemente es el debate de nuestro electorado. Por eso es que me inclino a pensar que si usted cree que Juan Dalmau es el mejor candidato para gobernar, debe darle su equipo legislativo, para que su plataforma de gobierno fluya y no sufra de obstaculización. Si entiende que el mejor es Jesús Manuel Ortiz, Javier Jiménez o Jenniffer González, pues igual deberían tener su equipo legislativo controlando la Asamblea Legislativa para que la cosa se mueva. ¿Quiere decir eso que hablo de entregar un poder y a Dios que reparta suerte con la corrupción? Por supuesto que no. ¿Usted de verdad cree que si el PIP gana, se acaba la corrupción?
Aquí hubo unas denuncias de que el PIP ignoró unos señalamientos de unas personas sobre hostigamiento laboral. Por meses, guardaron silencio y no atendieron las quejas. Posterior a eso, desde el sur surgieron otras denuncias de que el partido tampoco atendía otras quejas planteadas por mujeres. No fue hasta que todo trascendió en la prensa que, al no quedarles más remedio, asomaron la cabeza para atender el asunto. Eso es en lo menos, imaginen en algo más complicado. Lo que quiero decir con esto es que ningún partido es infalible.
Usted puede decir, con toda la razón del mundo, que el PNP y el PPD han tenido muchos más casos de corrupción. Ahora bien, cambien al PNP y PPD por el PIP o el Partido Socialista Puertorriqueño y póngalos en el poder por 40 años y dígame si no serían bajo esos partidos que habría decenas o cientos de casos de corrupción.
La corrupción no aflora en una persona porque sea independentista, PNP o PPD; aflora porque se sustenta el poder. Solo un fanático no lo entiende. La corrupción ocurre en gobiernos de derecha, de centro y de izquierda, y la intensidad de la misma no es por ideología. De hecho, la hay en gobierno y la hay en la empresa privada. El abono de la corrupción es el acceso al poder, y el día que un gobierno independentista acceda al poder va a seguir habiendo corrupción, y lamento desilusionarlo al decir que ese gobierno (cualquiera) también mirará para el lado y tratará de esconderlo todo porque le afecta a su imagen.
En la década de los 90, el PNP tenía control de la Rama Ejecutiva y Legislativa, pero en esa Legislatura había un David Noriega (PIP) que fiscalizó como ningún otro legislador. Fue él, junto a Víctor García San Inocencio en su oficina, quien destapó varios de los escándalos más grandes. Fue bautizado como “El Fiscal del Pueblo”. Eventualmente se fue del PIP, por las mismas razones que se han ido otros. No obstante, el punto es que siempre hacen falta figuras fiscalizadoras de otros partidos en la Legislatura. Una cosa es esa y otra es dividir el poder, provocando, involuntariamente, cuatro años más de estancamiento.
Claro, las consecuencias de esas dos realidades, entre otorgar el poder a un partido o de dividir ese poder, no las despinta nadie, y es usted quien al final pone sus prioridades. No existe el gobierno perfecto; usted y yo tendremos que escoger entre lo menos malo, cada cual desde su perspectiva y su prioridad. Eso ocurrirá bajo el bipartidismo del PNP y el PPD, y también bajo el bipartidismo del PIP y el MVC.