El reciente insulto racista a Puerto Rico del comediante Tony Hinchcliffe, pronunciado el 27 de octubre durante el mitin político del candidato republicano a la presidencia estadounidense; la aparición performativa de Jenniffer González, vestida de “Wonder Woman” en la convención del Partido Nuevo Progresista (PNP) y su llegada en un Can-Am rotulado con sus iniciales, y el acto de Thomas Rivera Schatz de arrojar desde un camión un vaso de agua a una persona que sostenía una pancarta de otro partido revelan las complejas dinámicas de poder e identidad y la relación con el Otro —los votantes— que operan en los nuevos lenguajes de la política actual.
Cada uno de estos eventos, aunque distintos en sus manifestaciones, desvelan cosas en común. Son estrategias de afirmación narcisista, evasión y rechazo que muestran la distancia de estos tres personajes para con los electores. Son tácticas políticas que proyectan la fantasía ideológica de unos personajes que asumen saber lo que el pueblo desea y necesita. Por ello, moldean su discurso político basándose en esos supuestos deseos y necesidades, creyendo que así atraen y agradan a los votantes. Los tres eventos representan diferentes maneras de interactuar con los votantes en el afán de manejar los deseos, frustraciones y ansiedades de los electores en un contexto político. A su vez, cada uno de los tres protagonistas utiliza el humor y la actuación de forma diferente para desafiar normas sociales, expresar sus impulsos agresivos y reforzar su identidad narcisista frente a los demás.
No cabe duda de que el chiste xenófobo y racista de Tony Hinchcliffe sobre Puerto Rico es una muestra de superioridad y reafirmación su identidad WASP frente a un público que comparte sus mismos prejuicios, seguidores de Trump y del Parido Republicano de Estados Unidos. El comediante, al igual que Trump y todos sus seguidores, se distancia de Puerto Rico, reforzando la idea de que la isla y sus habitantes son “los otros” o “los distintos”, mientras busca la aprobación de su audiencia. El chiste revela las actitudes personales del comediante y muestra cómo los sistemas de lenguaje y poder influyen al decidir quién pertenece al grupo que representan Hinchcliffe, Trump y los votantes del Partido Republicano de EE.UU., y quiénes son considerados “los otros” desechables, como los puertorriqueños y otras minorías.
La actitud de Jenniffer González en la convención del PNP, al aparecer como “Wonder Woman” y llegar en un Can-Am con sus iniciales, como símbolo de su identidad y deseo de poder en el espacio político, y el chiste del comediante Tony Hinchcliffe sobre Puerto Rico como “una isla flotante llena de basura”, comparten un mismo enfoque de distanciamiento y trivialización de la identidad y los problemas de la isla. Ambos casos reflejan una perspectiva en la que Puerto Rico se reduce a un objeto que puede ser manipulado o ridiculizado según convenga.
González, al vestirse como un símbolo de poder estadounidense, “Wonder Woman”, parece alinearse con una imagen de fuerza que representa a Estados Unidos, pero sin conectar con las necesidades y realidades de Puerto Rico. Esta actuación resuena con la broma de Hinchcliffe, quien se refiere a la isla de forma despectiva, minimizándola a “basura”, en otras palabras, algo desechable o insignificante. Ambos casos, el chiste y la imagen de “Wonder Woman”, terminan por reforzar una visión que ignora o minimiza la verdadera complejidad de Puerto Rico, tratándola como una idea superficial que puede simplificarse o ridiculizarse en lugar de abordarse con respeto y empatía. En ambos actos, el “Otro” –en este caso, Puerto Rico– queda reducido y marginalizado, perpetuando la falta de reconocimiento y comprensión de sus desafíos reales. El uso de la imagen de “Wonder Woman” muestra la fuga de Jennifer González hacia una fantasía para confrontar la complejidad real de los problemas sociales, políticos y económicos que afectan la isla. La imagen de superhéroe es una construcción idealizada y simplificada que no hace justicia a la gravedad y profundidad de las dificultades de Puerto Rico, siendo más un performance que un acto político. Ambos gestos, el de Hinchcliffe y el de Jennifer González revelan la identificación ambos con estructuras de poder y discursos dominantes que perpetúan la diferencia y la marginalización de Puerto Rico como un territorio y cultura subordinada.
Por su parte, el acto Thomas Rivera Schatz de arrojar desde un camión un vaso de agua a una persona en la calle que sostiene una pancarta de otro partido es una manifestación de agresión narcisista. Rivera Schatz busca afirmarse a través de su relación con la persona con la pancarta de otro partido percibido como un rival o una amenaza para el Yo del candidato. Al arrojar el vaso de agua, el candidato reafirma su identidad y su posición en el mundo político mediante un acto que degrada al otro partidista. Con este gesto Rivera Schatz proyecta su frustración o rechazo sobre lo que representa ese elector en la calle como si fuera un reflejo de su propia inseguridad o incomodidad frente a la competencia política. Esa otra persona con la pancarta se convierte en el espejo de lo que él rechaza o teme en el ámbito político, y la agresión se utiliza para reafirmar su superioridad simbólica.
El acto del Rivera Schatz y el chiste de Tony Hinchcliffe tienen en común una actitud de desprecio y falta de respeto hacia “el otro” o hacia aquello que se considera diferente o contrario. Desde esta perspectiva, ambos reflejan una tendencia a deshumanizar y rebajar a quien no forma parte del grupo o la visión que uno tiene. Al lanzar el vaso de agua, el político muestra abiertamente una agresión que busca silenciar y humillar al opositor, afirmando su poder de una manera física y directa. Este acto, más allá de ser un gesto impulsivo, comunica que el otro (en este caso, el simpatizante de otro partido) es un adversario indeseable, alguien que no merece respeto. Por su parte, el chiste de Hinchcliffe también refleja un trato despectivo, donde Puerto Rico es reducido a un simple “objeto flotante”, como si la isla y sus habitantes fueran irrelevantes o prescindibles.
Ambos actos –el vaso de agua lanzado y el chiste racista y xenófobo– expresan una actitud de desprecio que busca proyectar superioridad y establecer una distancia entre “nosotros” y “ellos”. En términos de lo que buscan estos gestos, tanto el político como el comediante usan el rechazo para ganarse el apoyo de quienes comparten o toleran estas visiones simplistas y divisivas. Así, en lugar de promover el entendimiento o el respeto, ambos fomentan una cultura de exclusión, despreciando lo que consideran “diferente” o “inferior” y buscando aprobación al rebajar a “los otros” como una forma de reforzar su propia identidad y estatus frente a los suyos.
Cada uno de estos actos –aunque diferente en la forma– comparte una misma estrategia: afirmar la propia superioridad y rechazar al otro. Tanto el comediante como Jenniffer González usan el humor y la fantasía para construir una imagen de pertenencia y poder que los coloca por encima de “los demás”. En cambio, el político que lanza el vaso de agua elige una agresión directa, mostrando que no puede aceptar la diferencia y que, en lugar de debatir, recurre a la humillación. Estas acciones muestran las ansiedades o inseguridades de quienes las llevan a cabo. Proyectan una fantasía que permite a sus seguidores sentir una ilusión de poder y pertenencia. Para quienes aplauden estos actos, hay una satisfacción en ver que “su grupo” está en una posición de dominio o superioridad. Sin embargo, esta búsqueda de poder y rechazo del otro fomenta un ambiente de división y estereotipos, donde el respeto y la empatía se ven desplazados por el desprecio y la deshumanización de quienes son diferentes. En última instancia, estas actitudes erosionan la cohesión y el respeto necesarios para una convivencia pública sana, reemplazándolos con un clima de confrontación que daña el tejido social.