Opinión

Puerto Rico no está fuera de peligro

Lee aquí la columna de opinión del abogado estadista.

Muchos en el sector empresarial contuvieron la respiración ante la posibilidad de que Juan Dalmau, el candidato del PIP que encabezó la Alianza de País, fuera elegido gobernador. El problema no era solamente que el programa de Patria Nueva incluyese propuestas dirigidas a aumentar el control del gobierno sobre la economía y menoscabar el derecho a la propiedad privada. Es que la alianza socialista se proponía reemplazar el sistema político y económico en que la empresa privada puede crear riqueza y conservarla.

¿Cómo así? Los tres partidos de la Alianza —el PIP, el MVC y el MINH— tienen en común su adhesión a la llamada “democracia participativa” que es la alternativa a la democracia representativa, la que tenemos en Estados Unidos, que implantó la revolución bolivariana para construir el socialismo en Venezuela. Por supuesto, la plena imposición de la “democracia participativa” en Puerto Rico requeriría la independencia. Pero para ello el PIP se proponía ejecutar el plan de Rubén Berríos de crearle una crisis política al gobierno federal a fin de que Washington nos enseñe la puerta de salida. Desafortunadamente, estos aspectos no fueron suficientemente explicados durante el debate electoral.

Contrario a lo que sugerían algunas encuestas, Jenniffer González obtuvo un triunfo contundente. La noche de las elecciones en el sector empresarial respiraron aliviados. Sin embargo, Puerto Rico no está fuera de peligro. Nuestro sistema político y económico siempre ha estado en riesgo y lo estará mientras estemos sujetos a la precariedad de la no-incorporación territorial. Aunque la bandera de Estados Unidos haya ondeado sobre la isla por más bastante más de un siglo, mientras sea un territorio no-incorporado el Congreso puede disponer de Puerto Rico con la misma facilidad con que usted puede disponer de su propiedad.

El asunto ahora es que el riesgo del que es objeto nuestro sistema político y económico es mayor que nunca. Según los resultados de las elecciones correspondientes a la noche del evento, el PIP se colocó como la segunda fuerza política en Puerto Rico con casi el 33% de los votos y las dos opciones de soberanía separada obtuvieron conjuntamente el 43.13%. El que un porcentaje tan alto de los votantes dé por sentado el sistema político y económico en que vivimos debe ser motivo de preocupación.

No es coincidencia que las fuerzas políticas del socialismo son las mismas que las de la independencia porque el PIP, el MVC y el MINH no podrán imponer el socialismo puro y duro que ambicionan mientras Puerto Rico sea un territorio de Estados Unidos. Tarde o temprano el sector empresarial se dará cuenta de que la permanencia del sistema político y económico en el que puede hacer dinero requiere necesariamente que Puerto Rico sea reconocido como territorio incorporado o admitido como estado. Lo ideal sería que el sector empresarial se diese cuenta antes de que el tren de socialismo y la independencia salga de la estación con una victoria del PIP o el MVC. Una vez en marcha, ese tren sería extremadamente difícil de detener.

La alianza socialista perdió la batalla electoral del 5 de noviembre, pero la guerra ideológica continúa. Si el sector empresarial espera a las encuestas de las próximas elecciones para determinar cómo debe actuar, podría ser demasiado tarde. Las fuerzas del independentismo y el socialismo no se ciñen a los ciclos electorales. Tampoco luchan únicamente a través de partidos políticos. Se sirven de organizaciones comunitarias y de la sociedad civil. Amparándose en causas simpáticas, organizaciones vinculadas a la izquierda constantemente obtienen espacio en los medios para adelantar sus objetivos ideológicos y hacerles oposición a las administraciones del PNP. Entre esas causas están la soberanía alimentaria, la disponibilidad de vivienda asequible, la autogestión comunitaria, la protección del medioambiente, los derechos de la mujer, la paz, las conquistas laborales y las luchas universitarias. Lo han hecho por décadas. Rafael Bernabe, senador del MVC, admitió sin ambages que las “luchas laborales, ambientales, estudiantiles, comunitarias, [y] de la mujer en Puerto Rico” son medios para construir “la resistencia al capitalismo.” Por ejemplo, ¿sabían que la Colectiva Feminista, cuyas activistas han visto tantas veces en televisión, se autodescribe como un “[p]royecto político que agrupa a feministas … en lucha contra el capitalismo”?

Irónicamente, la caja de resonancia que dichas organizaciones necesitan para amplificar sus narrativas anticapitalistas es financiada con las pautas publicitarias que paga el sector empresarial. En muchas ocasiones medios han descrito dichas organizaciones como grupos de ciudadanos sin aludir a su pedigrí ideológico. Además, frecuentemente el mensaje subyacente es que sus líderes, por los que nadie ha votado, son los verdaderos portavoces de la ciudadanía. Así se adelanta la idea de que la llamada “democracia participativa” es superior a nuestra democracia representativa.

La izquierda sabe que Jenniffer González, quien pidió un voto íntegro por el PNP, fue el dique que contuvo su avance. Por eso Jenniffer González y el PNP serán los obstáculos que la izquierda buscará remover para seguir avanzando y ganar las próximas elecciones. A través de dichas organizaciones la izquierda tratará de crear un clima de crisis y crispación en el que sea imposible gobernar. Removidos los obstáculos de Jenniffer González y el PNP, el sector empresarial podría quedar a merced de un gobierno socialista que dirija a Puerto Rico por el camino de la independencia.

Por mucho tiempo el sector empresarial pudo descansar en la complacencia de que el estatus territorial, aunque no sea permanente, duraría indefinidamente; y que el sistema político y económico en el que hace negocios se mantendría intacto indistintamente del partido que ganase las elecciones. Los resultados de las pasadas elecciones demostraron que ese tiempo quedó atrás.

Es menester que el sector empresarial determine pronto un curso de acción que responda a la nueva realidad. Si continúan observando impávidos cómo las narrativas del socialismo y la independencia siguen ganando espacio y aceptación en los medios, mientras mantienen una aséptica neutralidad con respecto al estatus político, la izquierda eventualmente prevalecerá.

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