“Los huevos a peseta”

Lee la columna del periodista Julio Rivera-Saniel

Metro Puerto Rico
Julio Rivera Saniel Metro Puerto Rico

Todo parecía imposible de creer.

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El pasado viernes se me encomendó en Noticentro realizar una historia con el pie forzado de la escasez de huevos en los puntos de venta en la isla y cómo el producto es vendido a un precio más alto que el que se exhibe en las ciudades más grandes de los estados Unidos.

Para ello se me coordinó una visita a “Finca cuatro puertas” en San Juan. Sus dueños, un matrimonio joven que con mucho sacrificio había dado forma a una granja con gallinas ponedoras que produce unos 600 huevos diarios.

Su infraestructura es innovadora. El hombre ideó una máquina que fue construida en la isla para lavar el producto; las gallinas viven en una estructura de vagones que ayuda a mantener la temperatura adecuada y condiciones de salubridad que evitan malos olores. La alimentación combina las prácticas de la industria con el uso de material vegetativo, lo que les ha permitido no solo bajar el costo sino incrementar el valor nutricional de las gallinas.

Y como sus clientes acuden al lugar a buscar el producto, también ahorran en acarreo y eso permite un precio de venta excelente. Cerca de $12 el cartón de 30 huevos. Eso, mientras huevos importados y hasta locales se consiguen comúnmente a $10 ó $12 la docena.

La historia perfecta, pensé. Pero, había un “pero”. Uno que se repite con demasiada frecuencia entre quienes buscan hacer negocios en el país de manera honesta y a quienes la situación les pone, como dice aquel dicho, “los huevos a peseta”. Y me explico.

A su permiso de venta le faltaba “algo”. Según el matrimonio, todo marchaba bien hasta hace unas semanas. Sin embargo, la visita de unos inspectores del municipio lo cambió todo. Seguramente habían llegado por una querella por lo visto malintencionada y, al hacerlo, pusieron reparos ante el hecho que el permiso de venta no especificaba que la granja de gallinas ponedoras vendería huevos. Como si la lógica no dictara que un permiso de venta para una granja de ese tipo obligaba la venta de ese producto. Porque, digo yo, ¿qué se supone que vendiera una granja de huevos? ¿Gasolina? ¿morcillas? ¿enseres eléctricos? Parecería evidente cuál sería el producto a vender. Pero para los técnicos del ayuntamiento lo único evidente es que la venta de los productos debía paralizarse. Con ello, una desastrosa consecuencia.

La producción de huevos en la finca que tomó cuatro años en desarrollar, continuaba, unos 600 huevos diarios que ahora ya no podrían ser vendidos. Asía que como las gallinas no “ponchan y se van”, la producción continuaba y, como consecuencia, había que seguir alimentándolas y ellas, como es lógico, continuarían echadas con la consecuencia producción de 600 huevos que ahora tendrían que ser o decomisados o regalados en momentos en que el producto escasea y en los que importamos más de 80% de lo que consumimos.

Tras nuestra historia las piezas cayeron en su lugar. El municipio actuó de inmediato para deshacer lo que los inspectores pensaron como correcto. Pero el caso, estoy seguro, es uno de tantos otros en todas partes de la isla en los que el ánimo y la resiliencia de los ciudadanos y emprendedores son retados a diario. Ciudadanos que apuestan a quedarse en la isla en un esfuerzo contracorriente en el que la oficialidad pareciera empujarlos a largarse.

Empresarios que consiguen local, lo alquilan, pagan la activación de servicios como agua y luz y los pagan. Pero los permisos de operación o construcción no llegan. Ciudadanos que se ven forzados a contratar gestores para que hagan mover la rueda porque parece no trasladarse ni un milímetro si se va sin ellos, a modo personal, para tratar de poner el negocio a andar. Con el costo que ello supone. Personas que deben desembolsar miles en conexiones nuevas de agua y otras utilidades aun cuando sus negocios no han arrancado sus operaciones.

Y mientras tanto, la rueda gira despacio. Y los gobiernos afirman que realizarán reformas; y las realizan pero la agilidad no llega.

Mientras, quien viene de afuera, con capital extranjero, parecería ver el cielo abierto para procurar el inicio expedito de operaciones.

Imposible de creer, sin duda.

El problema es que todo es absolutamente cierto.

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