Opinión

El último Martín Luther King

Dr. Francisco J Concepción, Mesa de diálogo Martin Luther King

Al final de su vida, Martin Luther King Jr. fue una de las personas más odiadas en Estados Unidos. Sus aliados le habían abandonado, y los sectores que apoyaron sus manifestaciones en Selma ahora no querían respaldar su movimiento. Las iglesias y movimientos religiosos que habían marchado junto a Luther King evitaban su presencia, y su influencia se había agotado. Al final de su vida, Martin Luther King era un hombre acabado, pero no derrotado.

Exactamente un año antes de su asesinato el 4 de abril de 1966 Luther King dio uno de sus discursos más importantes. Desde el púlpito de la histórica Iglesia de Riverside, en Nueva York, denunció la política exterior de su país, la insensatez de la guerra de Vietnam y acusó a los Estados Unidos de ser el mayor proveedor de violencia en el mundo.

Las denuncias contra la guerra y la radicalización de Martin Luther King, a pesar de haberle convertido en uno de los hombres más odiados de su nación, lo transformaron en un referente internacional en la lucha por la paz. Me lo puedo imaginar hoy marchando en contra del genocidio en Gaza y por la descolonización de Puerto Rico. Su radicalización lo llevó a plantear la necesidad de transformar el sistema capitalista para resolver el problema de la pobreza y terminar con el imperialismo norteamericano para acabar con la desigualdad económica a nivel internacional.

En su último libro, escrito en 1967 durante una estadía en Jamaica, Luther King propone una nueva versión del movimiento de los derechos civiles, transformado en una lucha internacional por la justicia económica y la descolonización. Para el último Martin Luther King Jr., la paz era más que la ausencia de violencia; es el establecimiento de un sistema de justicia internacional que termine con la pobreza. Al final, es la pobreza el verdadero problema que él identifica como el objetivo del movimiento de derechos humanos y civiles.

La lucha por la justicia suponía promover una ciudadanía más atenta a lo que ocurría en el mundo. En esa línea afirma Luther King que una de las desgracias más grandes de la historia era que muchas personas se mantenían dormidas durante tiempos de grandes cambios sociales. Quisiera imaginar que King denunciaría hoy el discurso que rechaza cualquier esfuerzo en favor de los derechos humanos y la igualdad, tildándolo de “woke”. El hecho de que grandes sectores de la población permanezcan dormidos no se debe a su ignorancia, sino a que los defensores del statu quo se encargan de promover un sistema que tenga ese efecto en los ciudadanos.

Hoy, los medios de comunicación, tanto los tradicionales como los no tradicionales, juegan ese papel. Todo es entretenimiento. Los noticieros dedican la mitad de su tiempo de programación a bailar, cantar cumpleaños o practicar el periodismo amarillista, en lugar de promover el análisis y la discusión seria y profunda de los múltiples problemas que tenemos como sociedad. Los programas de televisión con mayor audiencia son los que se dedican a rumores o se alían con las élites, entreteniendo al pueblo en lugar de ayudar a que las personas puedan estar despiertas. Para Martin Luther King, estar despiertos, “woke”, no es una opción, sino una responsabilidad.

Recordar y celebrar la memoria del Reverendo Martin Luther King Jr. implica recuperar un compromiso radical con la transformación social. Hablar de él hoy implica asumir una responsabilidad en favor de los trabajadores, las mujeres, los palestinos, las comunidades LGBTT y aquellos que sufren el embate de la historia. Recordarlo hoy implica poner en duda el valor del sistema capitalista que se nos impone como una necesidad histórica y desafiar a aquellas élites que siguen actuando como si los recursos de la tierra fueran ilimitados o de su propiedad privada.

La memoria de Martin Luther King nos debería llevar a un compromiso real en la lucha por la justicia y a la denuncia de aquellas iglesias y tradiciones religiosas que pretenden imponer un proyecto de odio y exclusión bajo la excusa de la libertad religiosa. Ser herederos de su memoria no significa ser herederos de una tradición inofensiva de pacifismo infantil, sino de un compromiso ineludible con la igualdad que debe ser inclusiva, pluralista y diversa.

Hoy celebremos recordando que, en sus últimos días, Martin Luther King Jr. estaba luchando en favor de los trabajadores en Tennessee y denunciando la locura de la guerra. Hoy seguimos comprometidos con la paz, pero una paz que se construye con justicia y libertad, no con exclusión y silencio. El último Martin Luther King hoy nos diría que debemos despertar y denunciar las injusticias de un mundo que reclama a gritos la solidaridad internacional. Luchemos por la paz en un mundo con justicia. Gracias, Martin Luther King.

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