Opinión

Mujeres y violencia: Seguimos tropezando con la misma piedra

Lea la columna del periodista Julio Rivera-Saniel

Metro Puerto Rico
Julio Rivera Saniel Metro Puerto Rico

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Las muertes violentas de las mujeres se han convertido en uno de los temas siempre presentes durante la pasada década. Un doloroso recordatorio de una tarea pendiente. Sabemos que está allí pero preferimos barrer el tema debajo de la alfombra, incluso cuando las posibles soluciones se nos pasean frente a nuestros ojos.

Mire usted lo siguiente. A pocos días de culminar el año 2024, se reportaban 24 feminicidios íntimos. O lo que es lo mismo: muertes violentas de mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Un año que, si miramos el récord de la discusión pública sobre el tema, tal vez debió haber sido el comienzo de la cosecha de algunos logros si las políticas de reeducación sobre el tema iniciadas hace casi 20 años no hubieran sido frenadas.

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A veces nuestra memoria es corta y conviene refrescarla. Para el año 2008 el entonces secretario de educación Rafael Aragunde y la para entonces procuradora de las mujeres Marta Mercado impulsaron una carta circular para promover la educación con perspectiva de género en las escuelas. El asunto estaba claro en el texto. El hombre no es superior a la mujer. La mujer no es propiedad del hombre. Hombre y mujeres deben tener la posibilidad de alcanzar sus metas profesionales y personales sin limitaciones impuestas sobre su género. Sin embargo, pronto surgió oposición de grupos que añadieron al texto interpretaciones que acusaban a la iniciativa de querer promover la homosexualidad entre los niños e incluso la educación sobre cómo sostener relaciones sexuales.

Hablaron de niños expuestos a “clases” sobre estos asuntos en “varias escuelas”pero nunca produjeron prueba que sustentara tales acusaciones. Al llegar el 2009 el entonces designado secretario de Educación Carlos Chardón derogó la política pública.

Varios años después, en el año 2015 y bajo la dirección de Rafael Román, Educación retomó el tema y redactó una nueva carta acompañada de la publicación de módulos que se hicieron públicos para ser analizados. Ninguno hacía referencia a relaciones o posiciones sexuales. Sin embargo, resurgieron los señalamientos y acusaciones de una alegada agenda para sexualizar a los más pequeños. Nuevamente, la carta circular fue derogada.

Hoy, 16 años después de aquellas iniciativas, el país continúa arrastrando viejos males y perdió la posibilidad de haber impactado al menos una generación con un cambio de visión sobre la dinámica entre hombres y mujeres. Los niños y adolescentes que entonces habrían sido expuestos a estas políticas son hoy adultos que en algunos casos superan los 30 años y que en muchos casos han repetido patrones de crianza que les hacen creer que las mujeres son “cosas” que les pertenecen. Una generación que pudo haber sido alcanzada. Tiempo echado al zafacón. Y aquí seguimos, en el lugar de siempre hablando de “estudiar” lo estudiado y discutir lo discutido. Las posibles soluciones están sobre la mesa. Como lo han estado por los pasados 20 años. No hay nada que discutir, problematizar o investigar.

Quizá convendría una reflexión personal. Yo, al convertirme en padre de una niña, lo hice justo a su llegada a nuestras vidas. ¿De verdad estoy en contra de que los niños y niñas aprendan que la mujer no es propiedad del hombre? ¿De verdad me molesta que se eduque en las escuelas a que niños y niñas, hombres y mujeres deben tener igualdad de derechos y oportunidades? ¿De verdad me opongo a que se eduque a niños y niñas para pensar que sus aspiraciones profesionales y académicas no deben estar condicionadas a su genitalia? ¿De verdad nos parece mala idea? ¿Por qué no empezamos ya a educar y reeducar a nuestros niños sobre estos temas? Hemos optado por la inacción. Por el tiempo perdido. Por seguir tropezándonos con la misma piedra.

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