Opinión

Vuelve el perro arrepentido

Lea la columna del periodista Julio Rivera Saniel

Da la sensación de que ya lo hemos vivido. “Déjà vu” le llaman en francés. Y con eso del estatus parece que estamos destinados a repetir lo que ya vivimos. “¿Qué es lo que vivimos?”, preguntará usted. Pues nada. Justo eso que siente aquel que nada mucho para morir en la orilla.

El tema del estatus ha regresado otro cuatrienio más, con otro gobierno local y otro presidente en Estados Unidos. Diferentes protagonistas, pero el elemento común es que el tema no se mueve lo suficiente como para dejar en el panorama la sensación de que el asunto será resuelto en el futuro cercano. Quizá porque el acercamiento es el mismo. Allá y acá.

Allá un presidente sin interés. Aunque algunos líderes locales han intentado combatir con percepción la realidad argumentando que Donald Trump o tiene apertura o puede ser convencido de que atender y solucionar el asunto, la verdad es que las señales desde Washington apuntan más a la apatía que al interés. Acá, el liderato local camina por el terreno de siempre. El independentismo busca convencer con su propuesta de la asamblea constitucional de estatus.

El movimiento estadista apuesta a una nueva convocatoria para una nueva consulta con la apuesta a una nueva rarificación de la simpatía mayoritaria por la estadidad. Y en el estadolibrismo, pues también lo de siempre. Por un lado, el sector para el que el estatus no es un problema a resolver. Por otro –cada vez menos- las voces que promulgan un ELA (aún no definido) lejos de la cláusula territorial. Acá, también, el nuevo jugador con el aval del Congreso: la Junta de Control Fiscal. Sus portavoces han dejado claro que su presencia –salvo que haya cambios en la postura congresional- parece que se extenderá algunos años más, lo que constituye una ratificación de la naturaleza colonial de la relación entre Estados Unidos y Puerto Rico.

La única novedad parece ser que voces de la llamada diáspora están insertándose en la discusión (ya habrá usted leído sobre el famoso borrador de orden ejecutiva por la independencia). Casi 60 años de consultas y siete votaciones después (Si mi memoria no falla, han sido siete las consultas locales; 1967, 1993, 1998, 2012, 2017, 2020 y 2024) no existen señales de progreso. Con toda seguridad porque, como de costumbre, y como me comentaba en su momento el fenecido Juan Manuel García Passalacqua, “el americano” se aprovecha de nuestra falta de estrategia y visión conjunta en una suerte de “divide” y vencerás. Piénselo usted. Invariablemente, siempre que se realizan votaciones Washington busca “peros”. Usualmente, como consecuencia de que las votaciones no cuentan con el respaldo de todos los grupos de interés en su forma y contenido. O lo que es lo mismo, Washington –que nunca ve en estas latitudes asuntos urgentes que atender en medio de la agenda global- encuentra la excusa perfecta en la falta de consenso. En el eterno “pónganse” de acuerdo. El acuerdo, en consecuencia, nunca se produce y así, como siempre, volvemos al punto cero.

Quizá para variar el resultado convenga variar también la estrategia. Identificar puntos comunes que permitan a la clase política local llevar un reclamo en unidad aunque reconociendo las irremediables diferencias en torno a las fórmulas. Aceptando un reclamo que, tras ese consenso inicial, respete los resultados y exija compromiso congresional.

Lo contrario sería otro divertimento que les ganara aplausos entre los suyos y dejará cero ganancias para todos.

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