Opinión

¿Se hizo “trumpista” el independentismo?

Columna de Samuel Figueroa Sifre, Sociólogo, miembro de la Mesa Martin Luther King, Jr.

Me pregunto si alguna fracción del independentismo no afiliado se hizo “trumpista”. El “shock” trumpista de las órdenes ejecutivas, estilo ensayado hasta la perfección en países latinoamericanos durante los 70, como describe magistralmente Naomi Klein, los golpeó con fuerza. “¡Estamos dispuestos a todo!”, proclamaron. “¡Por la independencia, lo que sea! ¡Hasta le escribiremos la orden ejecutiva al Sr. Presidente!”, y así se hizo.

Nada pesa más que el colonialismo. El colonizado, aunque en silencio y a veces con cierto pudor, quiere ser como su dominador. Lo vive. No puede ser sin ello. Dentro de ese imaginario del “Otro dominador” (porque así como hay una otredad dominada, hay una dominadora), la culminación de la experiencia colonial ocurre cuando se reconoce que este no quiere otorgar la estadidad. Entonces el independentista decide pedirle la independencia directamente al dominador. Así, en un trastoque del imaginario colonial, se acepta la libertad de manos del más abominable de los dominadores que hemos tenido. ¿Puede haber mayor lesión autoinfligida? ¿Cuán fuerte fue el “shock” que preparó al independentismo para aceptar la última huella de identidad y libertad colectiva de las manos de Mefistófeles mismo?

Ser “trumpista” es venerar a Trump, aunque no se le adore. Es la angustia colonial de creer, aun negándolo, que el dominador, el Padre Trump, en una de esas vueltas silenciosas del inconsciente colonial, tiene la solución; que sus prácticas son modelos a seguir y que, si para conseguir la independencia hay que actuar como Trump, pues seamos Trump. El día que celebremos la independencia, estará en el templete, lo invitaremos a tener unas palabras, su estatua eventualmente encontrará un espacio en el Capitolio (fue él después de todo), y la historia lo registrará como el Moisés con quien hicimos un “DEAL” para la liberación. Una vez transitado por ese escenario claramente distópico, no hay vuelta atrás. Se ha cerrado el círculo colonial. Nuestra identidad ha sido reescrita. El “Otro dominador” será el autor de nuestra historia como país independiente.

Digo esto porque la intención última de estos amigos que quedaron deslumbrados por el trumpismo, es “TO MAKE A DEAL” directamente con Mr. Trump. Veamos cómo.

La historia de este “DEAL” es sencilla: Un grupo de ilustrados, inspirados en la ciencia, la educación, el derecho y la economía, ansiosos por presidir la nueva nación —porque en algún sitio conecta esto con su visión de clase dirigente —se reúnen y acuerdan: “Actuemos como Mr. Trump lo haría”. (Algún remilgo de culpa podría surgir, pero se supera).

Luego, escriben la oferta para el “DEAL”. Argumentarán, —en el mejor estilo tipo Corte Suprema — que dado que Puerto Rico fue tomado por un acto de guerra, no está bajo la jurisdicción del Congreso sino bajo la discreción del “Commander in Chief”, o algo parecido. Conscientes del poder de una “Executive Order” trumpiana, le escribirán, en buen inglés, cómo hacer a Puerto Rico un país independiente, saciando así el ego y la sed mefistofélica de poder de Mr. Trump. ¡Todo está listo! ¡Genial! ¡Pum! ¡Pam! (tipo la vieja serie de Batman).

Pero el verdadero golpe es otro: Negociar con Trump directamente y saltarse al pueblo de Puerto Rico. ¿Proceso democrático? Sí, bueno..., por lo pronto, sí, quizás, luego. No hay explicaciones. “Simplemente lo hacemos.” ¡Y WOW! Eso es poder TRUMP. “Make Puerto Rico Great” (sin el “Again”). Luego le hacemos la oferta: “Mr. President, con $32 mil millones anuales por 20 años resolvemos”. Es un “great DEAL”: Evitamos la estadidad, —

“not good for you”—, y nosotros nos hacemos independientes de EE. UU. “No más problema, you understand.”

Pero los distinguidos amigos/as que ofrecen este “DEAL” ignoran que para Mr. Trump todo es una transacción de mercado. Si los atiende, que está por verse, podría muy bien responderles: “Si están tan desesperados por la independencia, cojan $10 mil millones y resuélvanse en 10 años. Además, Culebra será la Riviera del Caribe, parte de la costa de Río Grande será para mis campos de golf, y el Yunque seguirá siendo USA. Cógelo o déjalo. Ese es el DEAL.” O algo así. Ya veremos.

Querer construir un país independiente sin una base social amplia y sin un proceso democrático es la tragedia más grande que nos puede pasar después de 527 años de coloniaje. Hacerlo a la trágala, a espaldas de todos los principios democráticos que hemos predicado y defendido durante toda nuestra vida, es pactar con el demonio. No será el inicio de un país que recoge a una nación en control de su destino, capaz de encontrar su propia ruta, sino de un país que nace sin proyecto de liberación, sin esperanza redentora, sino de un “mal DEAL”, que solo perpetúa lo peor de quienes nos han dominado hasta hoy.

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