Opinión

Proyecto Esencia y su impacto socioeconómico en el suroeste de Puerto Rico

El Dr. Héctor Tavárez es profesor en la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez

Héctor Tavarez
Héctor Tavarez

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En Cabo Rojo, se pretende desarrollar el Proyecto Esencia, el cual busca desarrollar residencias y hoteles de lujo, campo de golf, una escuela y otras construcciones de infraestructura gris. El proyecto pone en riesgo más de 2,000 cuerdas, en un área privilegiada por su cercanía a la playa. Si bien este proyecto tiene algunos aspectos positivos para el sistema socioeconómico de la región, es importante desglosar en detalle otros elementos que hacen que este proyecto sea menos atractivo desde una perspectiva más amplia.

Según la Declaración de Impacto Ambiental (DIA), este proyecto tiene el potencial de generar 17 mil empleos directos, indirectos e inducidos. Además, puede ser un paso para mejorar la infraestructura vial que conecta con la zona que se pretende desarrollar y pudiera alterar (aunque bidireccionalmente) el turismo a la zona.

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Todo lee bonito hasta que uno comienza a identificar los aspectos negativos que este proyecto conlleva. Para empezar, las proyecciones de empleo están basadas en multiplicadores económicos que no han sido actualizadas en más de una década. Por tanto, estos datos no reflejan cambios estructurales recientes en la economía de Puerto Rico. En otras palabras, la cifra de 17 mil empleos proyectados es altamente especulativa. De hecho, la cantidad real de empleos creados podría ser sustancialmente menor a la proyectada.

Más allá de la incertidumbre en torno al impacto laboral, hay otros factores que ponen en duda los beneficios reales del Proyecto Esencia:

Primero, el decreto otorgado a Esencia otorga $497 millones en créditos contributivos, dinero que pierden los residentes de Puerto Rico. Segundo, aunque hay unos empleos que perpetúan, como los puestos administrativos, ventas, servicios y mantenimiento, el empleo que se generaría por construcción es uno temporero, el cual desaparece en su gran mayoría una vez el proyecto culmine. Por ende, el empleo como indicador de impacto económico regularmente se sobrevalora en este tipo de proyecto.

Tercero, este proyecto se busca desarrollar en terrenos protegidos por su valioso aporte al medio ambiente. Hablemos de economía ambiental. Todos estamos familiarizados con los recursos naturales como el agua, aire, biodiversidad y suelo, y sabemos que el valor de estos recursos es inmenso y sin ellos no podemos subsistir. Un estudio publicado en Caribbean Studies encontró que el valor que se le asigna a proyectos que buscan eliminar la escasez de agua asciende a $5,580,398 anuales para una población similar a la de Cabo Rojo. ¿Este proyecto realmente asegura que el suministro de agua, calidad del aire y agua, salud del suelo y hábitat para la biodiversidad serían salvaguardados? Los ecosistemas forestales y acuáticos ofrecen un sinnúmero de beneficios directos e indirectos a la sociedad en forma de servicios ecosistémicos que ascienden a millones de dólares anualmente. Los hogares, empresas y gobiernos tendrían que invertir millones de dólares para compensar el deterioro ambiental y recibir los bienes y servicios similares los que proporcionan los ecosistemas.

Destruir los ecosistemas forestales compromete, por ejemplo, el mantenimiento de la calidad del aire y del agua esenciales para nuestra existencia, el hábitat para la diversidad y abundancia de plantas y animales esenciales para mejores paisajes y para la agricultura, el secuestro de carbono necesario para reducir el calentamiento global y mejorar el microclima de la región. Los ecosistemas acuáticos, como los manglares proveen hábitat para peces que benefician a los pescadores, y protegen contra marejadas y tormentas y, consecuentemente, inundaciones, reduciendo significativamente el daño a las propiedades e infraestructuras como carreteras, puentes y edificios. Las hierbas marinas son de gran valor en el ecosistema marino porque filtran los nutrientes y sedimentos, controlan la erosión y proporcionan alimento y refugio para los animales marinos. Además, los ecosistemas marinos asisten al secuestro de carbono y a la desnitrificación, que según la literatura tienen valores sumamente altos. Esto sin mencionar todos los valores culturales, menos tangibles, que nos brindan los ecosistemas, como la identidad cultural, oportunidades recreativas, espacios religiosos, etc.

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Cuarto, la inversión de este proyecto viene de extranjeros, lo que reduce el impacto que este pudiera tener en la economía local. Es decir, existe una fuga latente de dinero como parte de este proyecto, donde parte del efecto multiplicador se observa fuera de Puerto Rico. Experiencias previas en Puerto Rico demuestran que proyectos similares al Esencia han generado más problemas que beneficios a largo plazo. Un claro ejemplo es Palmas del Mar en Humacao, que comenzó como un desarrollo exclusivo de lujo con la promesa de impulsar la economía local. Sin embargo, con el tiempo se convirtió en un enclave privatizado que integra muy poco la economía del municipio. Otro caso similar se ve en Dorado y Rio Grande, donde el desarrollo de hoteles y comunidades de lujo ha beneficiado a pocos inversionistas mientras el impacto en la economía local ha sido relativamente limitado. Cabo Rojo enfrenta una realidad similar con Esencia: desplazamiento y una burbuja inmobiliaria que beneficia a pocos a expensas de muchos.

Algunos pudieran considerar que isla verde es un gran ejemplo donde la inversión es justificada; sin embargo, este escenario es bastante diferente debido a que está ubicado en la zona metro (región con mayores ingresos y población), hubo una planificación donde se unieron esfuerzos mayores con el gobierno para estos proyectos, el uso y cobertura de suelo es diferente, etc. Aun así, hay elementos negativos, como la gentrificación (clase alta desplazando a la pobre), fuga de ingresos al extranjero, falta de acceso a las playas, inundaciones ante eventos extremos, etc.

Algunas recomendaciones: (1) para que este proyecto sea económicamente viable, tanto los beneficios tangibles como los menos tangibles del ambiente, tienen que ser cuantificados y estos tienen que superar los costos a largo plazo; por ejemplo, a 50 años. Es decir, el proyecto no debe aprobarse sin un análisis económico detallado sobre los beneficios y costos a largo plazo del proyecto; (2) este tiene que ser sostenible para que futuras generaciones disfruten de los beneficios que recibimos hoy en día. Para esto, se tienen que subsanar todas las deficiencias ambientales y económicas del proyecto; y (3) este proyecto tiene que ser cónsono con las necesidades y exigencias de la comunidad a su alrededor, el cual a simple vista parece no apoyar este proyecto.

El Dr. Ricardo Fuentes-Ramírez es coautor de esta columna.

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