La serie Adolescence de Netflix se ha convertido en un fenómeno cultural que genera un valioso debate. A través de la devastadora historia de Jamie, un joven de 13 años acusado de cometer un terrible asesinato, se desenmascaran problemas profundos que padres, educadores y líderes deben enfrentar con urgencia.
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Una crisis en silencio
La historia de Jamie nos lleva a preguntarnos: ¿cómo es que un niño tan joven llega a cometer un acto tan oscuro? La narrativa de Adolescence no va dirigida a simplemente contestar ¿quién lo hizo?, sino ¿por qué lo hizo? El asesinato que Jamie comete es el resultado final de una serie de eventos que reflejan problemas fundamentales en nuestra sociedad. Sus experiencias de bullying cibernético, rechazo y aislamiento no solo representan una tragedia personal, sino un síntoma de una crisis más amplia que afecta a los adolescentes varones en todas partes. La responsabilidad individual no se despinta, ni se niega, Jamie es un adolescente brillante, pero sus acciones deben ser vistas y capturadas a la luz de su entorno que las alumbran e informan.
Toxicidad versus masculinidad verdadera
El término “masculinidad tóxica” se ha popularizado, pero pocas veces se profundiza en sus raíces o soluciones verdaderas. Lo cierto es que los jóvenes como Jamie buscan desesperadamente significado, propósito y dirección en sus vidas, pero lo encuentran en lugares equivocados. En la mayoría de las ocasiones, en la pornografía, donde comienzan a experimentar sensaciones y emociones que no saben describir ni explicar, pero que forjan roles y marcan neurológicamente comportamiento tóxico y dañino. Lo que a su vez los puede llevar a contenidos en línea dirigidos a una audiencia masculina que los absorbe con sus mensajes extremos que a veces mezclan verdades parciales con mentiras peligrosas. Andrew Tate es un ejemplo visible de esta problemática, pero el panorama es mucho más vasto y preocupante que una figura pública.
Jamie y millones como él no son inherente ni sistémicamente violentos. Son jóvenes que se encuentran sin herramientas para definirse como hombres de forma positiva y constructiva. Crecen en un entorno donde la ambición, la fuerza física, el sacrificio, el liderazgo, el heroísmo y la valentía son etiquetados como “tóxicos” si vienen de los hombres, dejándolos sin una identidad clara y valiosa a la que aspirar.
El rol de los padres y la sociedad
¿Cómo llegan estos niños al borde de un abismo emocional y moral como al que llega Jamie? Los padres, a menudo, pasan por alto el peligro de un acceso ilimitado a la tecnología. Dejan que sus hijos sean criados por redes sociales, videojuegos, música y foros llenos de influencias dañinas. Por otra parte, están aquellos que mientras con sus palabras enseñan unos valores, con sus vidas niegan la efectividad de sus palabras.
La verdadera paternidad, la esencia de lo que significa ser un padre, debe al menos contener lo siguiente:
- Presencia constante: el padre debe estar presente, marcando su compromiso e involucrándose activamente en la vida de su hijo.
- Interacción verbal y afirmación: no es suficiente estar presente, es necesario interactuar con nuestros hijos, a través de palabras claras que ellos puedan entender.
- Identidad, deleite y honra: no es suficiente estar presentes, activos y hablar de manera que puedan entendernos. Es necesario que, a través de nuestra presencia y palabras, experimenten, no solo amor, sino también cuanto deleite y honra nos producen y hacen sentir. Al final del camino, nuestros hijos buscan su identidad en la certeza de un padre que se complace en ellos.
Esta visión de la paternidad debería ser el estándar para los padres de hoy. Sin embargo, muchos ejercen un estilo que podríamos llamar de “padre ausente” o los archienemigos de la paternidad, aquellos que, aunque biológicamente son padres, no cumplen con su rol. Estos padres podrían estar presentes físicamente, pero no participan, no hablan, no se identifican con sus hijos, no expresan amor ni demuestran aprecio. La ausencia emocional y espiritual de los padres, combinada con la falta de guía, prepara el escenario. La profundidad del problema se acrecienta, pues la ausencia y silencio de un padre grita y modela.
Redefiniendo la masculinidad en la fe
Combatir la masculinidad tóxica no significa abandonar la masculinidad verdadera. Todo lo contrario. Los niños necesitan aprender que hay virtud en liderar con justicia y amor, en proteger y sustentar a sus familias, en el amor sacrificial, en asumir responsabilidades y en perseguir ideales heroicos. Estas virtudes no son tóxicas; son la esencia de lo que significa ser un hombre hecho a la imagen de Dios.
La crisis de masculinidad no menguará hasta que la sociedad acepte las verdades esenciales de la masculinidad verdadera y rechace los intentos de hacer de lo masculino algo que hay que erradicar. Ser un hombre significa, entre otras cosas, ser una figura de amor sacrificial, honestidad, servicio, heroísmo, justicia y fortaleza. Preguntémonos: ¿nuestros hijos varones aspiran hoy a esta grandeza?
El llamado a la acción
El futuro de nuestros hijos depende de que seamos valientes y constantes en esta lucha. Que, como padres y líderes, seamos ejemplos claros de amor, sacrificio, guía y compromiso.
Nunca es tarde para hacer lo correcto.
¡Adelante, con fe!