Opinión

La burla como arma política

Lea la columna de Luz del Alba Acevedo, Catedrática de Ciencia Política

Luz del Alba Acevedo
Columnistas

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La burla es el arma política de quienes no tienen poder y son, o se sienten, oprimidos por el poder del estado y el poder económico. Decir que los que no tienen poder, el pueblo, los gobernados, le hacen “bullying” a las y los poderosas/os es no entender las relaciones de poder y mucho menos la realidad política de Puerto Rico.

El género es, ciertamente, uno de los ejes principales de las relaciones del poder. El incidente desatado por un comentario sobre la entrada “a lo Marilyn Monroe” de la gobernadora Jenniffer González Colón a un programa de televisión matutino ha provocado un torrente de burlas sexistas “viralizadas” en plataformas digitales y redes sociales. La burla es un arma recurrente en nuestra cultura política que se ha magnificado en la era digital con la creación y difusión de caricaturas, memes y parodias.

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La primera gobernadora de Puerto Rico, Sila María Calderón fue objeto de burlas virulentas y grotescas comparables en tono y contenido a las burlas contra la actual gobernadora. Las imágenes difundidas a través de los medios de comunicación tradicionales caracterizaban a la gobernadora Calderón como una “momia” por utilizar “bondo”, maquillaje “Clinique”, la dibujaban como “Drácula” y le acusaban de predicar la moral en “Victoria Secret”. Las burlas llegaron al extremo de ser bautizada con el mote de GodSila, título de un libro escrito por un analista político machista, sexista y vulgar donde se mofaba de la vida personal y política de la gobernadora. La respuesta desde el poder a dichas ofensas sexistas fue tomar la ofensiva con su icónica frase “mira que linda”.

El incidente del “traje traicionero” y los comentarios y burlas circuladas en las redes ha provocado la respuesta de mujeres portavoces del gobierno que interpretan las burlas como un acto de “bullying” por lo cual demandan respeto, empatía y solidaridad humana.

Como pueblo, ciertamente tenemos que reflexionar sobre el sexismo, sus consecuencias en el ámbito público y las formas de construir políticas libres de sexismo centradas en la igualdad de género que contribuyan al fortalecimiento de la democracia. Jenniffer González como gobernadora tiene el poder para efectuar cambios significativos en la erradicación del sexismo y la promoción de una cultura de respeto e igualdad mediante la implantación de políticas con perspectiva de género, programas gubernamentales inclusivos y provisión de servicios que procuren la justicia y equidad para mujeres y hombres. Sin embargo, las narrativas de las portavoces del poder en defensa de la gobernadora, la directora de AMSSCA y la alcaldesa de Canóvanas, victimizan a la gobernadora recriminando al “pueblo” por sus burlas a la misma vez que exaltan las propuestas presentadas por la administración de González Colón. A través de las burlas el pueblo expresa su frustración y vocifera su malestar por la mala gobernanza. La hoy víctima se proyectó así misma como la “Mujer Maravilla”, agente fuerte y capaz de resolver los problemas más urgentes del país. Como gobernadora, se ha burlado repetidamente de sus opositores y desafía verbalmente a periodistas que cuestionan sus aseveraciones: “qué pretenden, que nombre a Juan Dalmau como secretario de salud”; afirmando también que “las mujeres que cuestionan mi nombramiento de la procuradora de la mujer no me apoyaron en las elecciones” y repitiendo la orden imperial del trumpismo “si suben los precios de los autos extranjeros, que se compren uno americano”.

La gobernadora, que además ha convertido su vida personal en eje de su carrera política, pretende victimizarse presentando protestas como amenazas contra su vida, alegando insultos a su persona por ser mujer por parte de todos sus adversarios, reclamando violencia por las consignas de Bad Bunny—“Jenniffer mentirosa” y “muerte al PNP”—mientras su campaña se centra en imágenes mediáticas y “verdades alternas”.

Las burlas sobre la gobernadora González Colón son indicativas del descontento, la desilusión y pérdida de legitimidad de su liderato y su gobierno; no son “bullying” sino protesta y desahogo. La gobernadora ha transitado del populismo simpático centrado en la construcción de una narrativa de mujer, madre y luchadora, al de una gobernante ejemplar del “trumpismo” autoritario y demagógico. Se gobierna sin transparencia, con tonos despóticos, sarcásticos y escurridizos, mientras se pretende recibir a cambio halagos y frases de admiración.

Ciertamente, se trata de burlas sexistas de mal gusto. Como mujer y feminista condeno los comentarios sexistas y todo tipo de violencia de género. El sexismo refuerza estereotipos que limitan las oportunidades de las mujeres en todos los ámbitos de la vida. En el ámbito político, el sexismo contribuye a la subrepresentación de mujeres en cargos electivos y puestos de liderazgo dentro de los partidos políticos perpetuando así la desigualdad y la brecha de género en la política. Pero responder a las burlas de los oprimidos utilizando las voces de aquellas que ocupan posiciones de poder y privilegio para defender a una y no a todas es pretender tapar el cielo con la mano. El sexismo se combate con educación con perspectiva de género, que integre la igualdad de género en todas sus dimensiones y con políticas públicas de justicia y equidad que este gobierno “trumpista” desprecia.

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