Ella tenía la última palabra y quienes osaban escalar las montañas más altas del planeta necesitaban convencerla para que el mundo lo supiera.
De eso se encargó durante la mayor parte de su vida Elizabeth Howley, la popular cronista del Himalaya, cuya muerte este viernes a la edad de 95 años generó dolor en el mundo del montañismo.
Nacida en Chicago (Estados Unidos) en 1923, Howley se enamoró a primera vista de la imponente cordillera desde que visito Nepal a finales de los años 50, hasta el punto en que se radicó Katmandú y formó su hogar en un modesto apartamento desde 1960.
Fue allí donde comenzó a registrar cada uno de los ascensos al Monte Everest y a cualquiera de los otros picos del Himalaya coincidiendo con la apertura de Nepal a turistas.
Su influencia llegó a ser tan importante que si un montañista quería demostrar que había logrado la hazaña de alcanzar la cima de una de las cumbres más espectaculares del mundo lo primero que tenía que conseguir era el visto bueno de Hawley y que su expedición quedara certificada en sus registros.
Formalidad que contó con el respaldo del gobierno nepalí y que a partir de 1991 adquirió más notoriedad con la fundación de la Base de Datos del Himalaya.
A la distancia
Investigadora y bibliotecaria por naturaleza, Hawley ejerció varias veces como periodista cuando llegó a Nepal cubriendo los turbulentos meses de la transición del país hacia la democracia.
Sin embargo, fue su relación con la agencia de noticias Reuters la que que sirvió de punto de partida para el que sería el mayor legado de su vida y que terminaría por reservarle un lugar especial en la historia del montañismo.
Una de sus primeras tareas fue cubrir la expedición estadounidense en 1963 y con el pasar de los años logró establecer una buena amistad con muchos escaladores, como el británico Edmund Hillary y el italiano Reinhold Messner, el primero en ascender a las 14 cumbres que existen por encima de los 8.000 metros sobre el nivel del mar.
Hawley, quien nunca ascendió a la cima ni al campamento base, le dijo a la BBC en una ocasión que fue esa cercana relación la que le permitió entender lo que motivaba a los escaladores a seguir regresando a la montaña.
Pero que eso también hacía especialmente difícil una parte de su trabajo: registrar sus muertes.
"Los recuerdas, los mencionas en los despachos, y sigues", comentó.
Incisiva
Si bien hubo escaladores que se negaron a dar cuenta de sus ascensos a Hawley, uno de ellos incluso llegó a describirla como una "mujer vieja y senil", la mayoría aceptaba de buen agrado su trabajo.
"A los escaladores les gusta la base de datos, ver sus nombres aparecer junto a otros escaladores", reconoció la cronista.
Ella los sometía a una exhaustiva entrevista antes de la expedición para conocer al detalle todos los planes y una vez que regresaban de la montaña para corroborar los hechos.
Solo cuando estaba convencida que la expedición tuvo éxito era que procedía a incluirla en la Base de Datos del Himalaya.
"No tenía intención de asustar a la gente, pero si es verdad que adquirí una aureola de ser la juez", señaló en su momento.
"Pero tal vez el susto les hacía decir la verdad y eso era útil".
Fue ella quien cuestionó en 2009 el ascenso de la surcoreana Oh Eun-Sun a la cumbre del Kanchenjunga, que la convirtió en la primera mujer en conseguir los 14 "ocho ml".
Y después de una exhaustiva investigación decidió marcar esa expedición en su registro con un "cuestionable" hasta que ella no le diera una prueba fidedigna que lo había conseguido.
"Creo que es probable que el ascenso de Oh estará en duda por el resto de su vida".
Esa situación hizo que el honor de ser la primera mujer en alcanzar la hazaña recayera en la española Edurne Pasabán.
Hace cuatro años recibió el mayor reconocimiento que pudo haber tenido en vida cuando el gobierno de Nepal bautizó una montaña de 6.182 metros como la Cumbre Hawley.
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