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El inesperado y rotundo éxito de "La lengua de los dioses. Nueve razones para amar el griego", un libro que no estaba destinado a triunfar

A la escritora Andrea Marcolongo las palabras le salen de la boca con una rapidez pasmosa, aunque ella cree que está hablando lento, porque al comienzo de la entrevista se lo he pedido para poder entender su italiano.

No hay cómo frenarla. Es, no cabe duda, un reflejo de la cantidad de ideas y de la pasión con que habla de su primer libro, un texto en el que muy pocos creyeron, pero que desde su lanzamiento en septiembre de 2016 obtuvo excelentes críticas y se destacó rápidamente entre los más vendidos de Italia.

Y muchísimos comenzaron a hablar del griego.

Hoy va por la 17 edición y ha sido o está siendo traducido a 14 idiomas, incluido el español.

"La lengua de los dioses.Nueve razones para amar el griego" es en efecto un relato fascinante, una historia de amor entre la autora y el lenguaje de los griegos antiguos y el mundo que esa forma de expresarse representaba.

Leerlo es un placer: se aprende, se entra a un universo, hay giros que sorprenden, otros que hacen reír, más de uno que conmueve. Y aunque la lengua es la principal protagonista, hay partes dedicadas al vino, al creador de la primera enciclopedia y a su propio nombre, Andrea, que en italiano es masculino, lo que le ha traído más de un malentendido, incluida la convocación a hacer el servicio militar y la incómoda pregunta de si su marido sabe que ella está usando su tarjeta de crédito.

Los críticos han alabado su capacidad para hablar de la gramática griega como si fuese un rostro humano o una arquitectura. Y es verdad. Pese al tema, en el trabajo no hay ninguna pretensión académica, ni páginas ininteligibles, incluso para quienes nunca han tenido contacto con la lengua del pueblo que nos legó la filosofía, la geometría, el arte, la oratoria, la democracia.

Lo que Marcolongo quiere es compartir su convicción de que "el estudio del griego contribuye a desarrollar el talento de vivir, de amar, de esforzarse, de elegir y de asumir la responsabilidad en los triunfos y las derrotas personales".

Ella lo lleva en la piel. A otros tatuajes que ya tenía en el cuerpo acaba de sumar uno de la diosa griega de la sabiduría, Atenea.

En el marco del Hay Festival de Cartagena, BBC Mundo conversó con la escritora, nacida en Milán hace 30 años, que hoy divide su tiempo entre Livorno, en Italia, y Sarajevo, en Bosnia.


Dices en el libro que el griego antiguo es el amor más largo de tu vida. ¿Qué fue lo que te enamoró?

Es cierto, hace casi 16 años que el griego y yo nos frecuentamos, por decirlo así (me contesta entre risas).

Creo que me enamoré de la misma manera en que uno se enamora de los seres humanos. Por etapas. Al comienzo todo parecía fácil, pero como pasa con el amor a la primera dificultad la cosa se puede terminar.

Yo llevaba dos años estudiándolo cuando eso ocurrió. Pero yo quise seguir. No me importaban los problemas, que fuese una lengua muerta que nunca sabremos cómo sonaba, que fuese silenciosa.

Quería sumergirme en ella porque sabía que al aprenderla estaba ampliando mi modo de percibir el mundo. Es una visión bella, elegante, compleja, de alta precisión, que busca ir al origen de la realidad y nombrarla. Quería entender los mecanismos mentales de un pueblo extraordinario que literalmente ha creado la civilización occidental.

Fue esa visión de su mundo la que me enamoró.

Un arqueólogo limpia un mosaico de hace 1.500 años escrito en griego. / Getty Images

Celebradas escritoras como Marguerite Yourcenar y Virginia Woolf sufrieron del mismo amor. ¿Qué hace del griego una lengua tan especial?

Virginia Woolf decía que "es al griego al que regresamos cuando estamos cansados de la vaguedad, de la confusión y de nuestra época". Toda su vida trató de hablarlo, y aunque no lo consiguió, insistía en que te seduce… Según yo, porque es muy humano.

Entre otras cosas, el griego es la primera lengua que el ser humano usa para hablar de sí mismo. A través de él comenzamos a mirarnos a nosotros mismos. Antes no había literatura en primera persona.

Es además una lengua libre. Por como está construida, la gramática no es estática, hay muchos elementos que no son obligatorios y cada palabra puede ir en cualquier lugar porque lleva implícito el papel que juega.

Además, tiene formas precisas para expresar cosas como el deseo, por ejemplo, con el modo verbal optativo, que tiene implícito algo íntimo, muy personal.

En el griego no se expresan simplemente las cosas, sino los actos de los que nacen, y cómo nos sentimos frente a ellas.

Tiene sutilezas expresivas muy refinadas. Por eso es perfecta para expresar cada sentimiento del ser humano.

Es una lengua tan clara, tan pura, tan tajante, nacida y pensada a la medida del hombre.

Si las lenguas, como afirmas en el libro, son una expresión del mundo en que vivimos, ¿qué perdimos como humanidad cuando perdimos el griego?

El libro salió en Italia el año pasado y nunca esperamos que fuera a tener tanto éxito. Ha sido una sorpresa que me ha permitido viajar por el país y hablar con gente que está descubriendo el griego antiguo.

Calculo que me he reunido con unos 300 mil jóvenes y una de las cosas que les llama mucho la atención es que ya no tengamos el dual, que es el número gramatical que se usaba para hablar de la pareja. Pero no como en italiano o en español, sino de una manera simple y clara.

Ahora, si yo quiero hablar de ti y de mí, puedo decir Carolina y yo, nosotras, pero en ese nosotras no es transparente si somos amigas de toda la vida o acabamos de conocernos. No hay una forma especial directa de decir que existe un vínculo entre nosotras.

En el griego antiguo, además del singular y el plural existía el dual para referirse a dos cosas que formaban una unidad, como los ojos, las manos o los amantes. Uno más uno igual uno formado por dos, no simplemente dos. Las naves que combaten juntas a un enemigo, los caballos que tiran del mismo carro, es una dualidad no matemática. Es más que un simple plural.

Y ese es solo un ejemplo.

En ese sentido, creo que más que una lengua hemos perdido la gramática del alma griega, y la sinceridad de las palabras, primero con nosotros mismos y luego con los otros.

El futuro como lo entendemos en la actualidad tampoco existía… ¿Qué efecto tenía eso en la sociedad y cuán distinto era a la actual?

Era bello. El aspecto futuro no existía y por lo tanto no tenía tanta influencia sobre la humanidad como tiene hoy, que vivimos encarcelados en el tiempo.

Más que el cuándo importaba el cómo, la condición de los actos, su calidad, su comienzo, el camino, el final y sus consecuencias.

El futuro se vivía desde el presente, como algo que se deseaba, la aspiración de ser feliz, o de ir a un lugar. Estaba marcado por el yo quiero.

Esa falta se mantuvo hasta el griego moderno, que cuando se tuvo que adaptar, para formar el futuro agregó a los verbos una partícula que significa precisamente querer.

Para mirar el mañana había que tener la valentía de reconocer el deseo, de querer vivirlo. Había que ser sincero con uno mismo.

Hoy, en cambio, vivimos en una especie de futuro perpetuo, con ansias del mañana. Estamos un poco atrapados en eso, en qué vamos a hacer y cuándo.

¿Y a nivel lingüístico, quédicen los emoticones del mundo de hoy?

Dicen que tenemos miedo de usar las palabras, que nos hemos vuelto un poco flojos y muy inexactos con el lenguaje. Facilistas.

Si alguien te manda solo emoticones de sonrisas, ¿qué te quiere decir exactamente? Yo no sé. Una cara puede tener muchos significados: que soy simpática, que le gustó mi libro o quizás que el que lo usa está contento.

Es una forma simple, pero al final muy pobre de intentar comunicarse.

¿Tienes alguna palabra favorita del griego antiguo?

La que más me gusta es armonía. Me parece que expresa con justo equilibrio algo que todos querríamos tener y que al mismo tiempo es tan difícil de alcanzar. Al menos para mí. Yo no soy siempre buena, también me enojo y puede ser difícil. Y me parece que en esa palabra cabe toda esa gama de sentimientos. De alguna manera cabe todo.

Antes de escribir "La lengua genial", fuiste redactora de discursos de Matteo Renzi (primer ministro de Italia entre febrero de 2014 y diciembre de 2016) y tus escritos destacaron por su originalidad. ¿Qué opinión tienes del lenguaje de la política?

Yo estoy muy desilusionada de la política, en general, pero sobre todo de la italiana y la europea, que son las que mejor conozco.

La política ya no da una visión del mundo. No tiene lógica. No puede ser que lo que es A, de repente se convierte en cualquier cosa, sin que haya ningún proceso lógico para esa transición.

Hoy los "Diálogos de Platón" no serían posibles, porque para eso hace falta racionar. Y los políticos no lo están haciendo.

¿Por qué crees que es importante que el griego antiguo se siga enseñando en las escuelas?

Yo no escribí este libro para defender el griego. Lo escribí porque tenía la idea y quería concretarla antes de cumplir 30 años.

Creo que es importante como lo son las matemáticas y el arte. Porque te abren la mente.

De alguna manera, el griego te prepara mejor para la adultez, porque te hace enfrentarte a algo complejo, que es más grande que tú.

Y te hace partícipe de una lógica que quieras o no te arma contra las noticias falsas, el mal periodismo y los discursos políticos.

Para mí, el griego es el hogar al que queremos volver, una especie de Ítaca lingüística. Nos hace sentir una especie de añoranza, igual que los amores que nunca hemos vivido.


Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 25 y el 28 de enero.

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