Alejandra Mustakis es una mujer ambiciosa.
Es la primera mujer a cargo de la Asociación de Emprendedores de Chile y fue una de las primeras en adentrarse en un mundo tradicionalmente dominado por hombres.
Con varias empresas a sus espaldas y una historia de superación constante, esta fiel defensora del amor por el trabajo apuesta por los negocios pequeños y por los emprendedores, "que son el motor de la economía".
BBC Mundo habló con ella.
¿Cómo empezó tu camino en el mundo del emprendimiento?
Yo estudié diseño industrial, y hace 12 años creé Medular, una empresa de muebles desarrollados y hechos en Chile. En ese momento, yo no sabía que estaba emprendiendo.
Empecé mi empresa con un socio, Pablo Llanquin, que era también diseñador industrial. Casi toda la gente con la que hablé me dijo que era imposible hacer algo así en Chile, que no se podía competir, que en Brasil y en China estaba todo hecho, que no tenía ningún sentido… Pero yo tengo la convicción absoluta de que podemos crear cualquier cosa en este país. Siempre he sido bastante porfiada cuando creo en algo.
Nos empezó a ir muy bien con los muebles, empezamos a vender bastante y hemos logrado crear una marca que reconoce a la gente joven.
Aunque antes de eso ya había participado en un par de iniciativas. Siempre estaba haciendo cosas sin tener muy claro que, en realidad, lo que estaba haciendo era emprender.
Pero entonces, ¿cuándo comenzaste a verte a ti misma como una mujer emprendedora?
Cuando estaba en la universidad, no se hablaba mucho de cómo crear tu propia compañía o de que pudieras tener tu propio negocio… y más aun siendo mujer. No te tocaba estar muy cerca de esa idea. Era como raro, sobre todo siendo mujer.
Cuando mi empresa llevaba como un año, me hablan sobre un tema de emprendimiento y me dicen: "Mira, tú eres mujer, y estás emprendiendo —hasta ahí nunca había pensado en la palabra emprendimiento—y eso es increíble. Por lo tanto, te queremos llevar a un desayuno para emprendedores".
En ese desayuno, llevaron a un emprendedor argentino a contar su historia. Y la verdad es que cuando lo escuché, me di cuenta de que a mí también me atraía esa idea de partir de un sueño y hacerlo realidad. Eso es emprender: partir de cero.
Me di cuenta, absolutamente, de que eso me hacía vibrar.
¿Hasta ese momento no habías tenido contacto con el mundo tecnológico?
No. Pero me empecé a adentrar en ese mundo, a conocer gente, y me encontré con dos ingenieros civiles, Edmundo Casas y Cristian Romero, que desarrollaban un montón de cosas, desde hologramas hasta otras tecnologías de realidad virtual muy interesantes.
Y pensé: si puedo hacer una empresa de muebles, también puedo hacer una de tecnología.
Ellos estuvieron de acuerdo en hacer algo juntos y partimos con KAUEL, que significa caballo en mapudungun, la lengua indígena de nuestro país, el idioma mapuche. Hoy día le vende a muchas empresas en Chile. Somos expertos en 3D, en interacción y en realidad virtual y aumentada, entre otras cosas.
Los comienzos nunca son sencillos, ¿qué fue lo más difícil?
Fue difícil al principio porque era todo hecho en Chile, y los empresarios no querían comprar tecnología hecha en Chile. Preferían adquirirla en Estados Unidos o Alemania; les daba más confianza.
Es súper necesario que en Chile y otros países de Latinoamérica se alejen de ciertos mitos. No tiene por qué ser mejor algo que se desarrolle en Estados Unidos solo por qué esté hecho fuera.
¿Y el secreto del éxito?
En ambas empresas, tanto en la de muebles como en la de tecnología, partí con capital humano, con personas que eran muy buenas en lo que hacían. Eso fue lo más importante.
Yo les complementaba bien porque era muy buena para ir a buscar oportunidades, para empujar el proyecto adelante, para hacer que las cosas pasaran. Yo creo que ese complemento era muy bueno. No era el genio del desarrollo del producto, pero siempre busqué cómo hacer todo lo posible para hacerlo realidad y pensando en grande.
Uno se enamora de algo y no ve las dificultades, que son muchísimas. Pero estás tan enfocado en lo que quieres hacer que prestas menos atención a lo que te dice la gente.
Emprender es ir contra las reglas del juego y contra lo establecido. Es súper difícil y por eso es muy importante hacer algo de lo que uno esté muy enamorado porque cuando uno está muy enamorado es menos fácil rendirse.
Es importante ser optimista porque si uno midiera los riesgos cada vez que quiere montar una empresa, no haría nada. Esa parte le hace a uno ser más soñador y creer que uno lo puede hacer todo. Y es vital para poder partir con muchas ganas.
Fuiste una de las primeras mujeres en adentrarse en un entorno dominado por hombres, ¿sentiste alguna vez que el hecho de ser mujer fuera un hándicap en tu carrera?
Siempre he dicho que yo sentía, sobre todo cuando partí —aunque ahora ya no lo siento tanto así— que a las mujeres les creen menos. Que si llega un hombre con una idea para hacer algo, en general, la sociedad le cree más que a las mujeres a la hora de lograr cosas grandes.
Es uno de los grandes sentimientos pudieron ir dándome vueltas en el tiempo: que seas mujer hace que te crean menos.
Por otro lado, el ser mujer tiene otra variable. Y es que las mujeres cumplimos muchos roles al mismo tiempo. Somos madres, pareja, nos encargamos de la casa… y además trabajamos. Y eso en la gente joven quizás viene más compartido y las tareas se reparten más y es más obvio que la mujer trabaje, pero a mí no me tocó vivir eso. Eso hizo que todo fuera un poco más complejo.
Pero ahora cada vez hay más mujeres emprendedoras, sobre todo en microempresas, empresas muy chiquititas. Son mujeres que partieron emprendiendo negocios familiares, pequeñas tiendas y comercios.
Creo que hay una propensión importante a que las mujeres demandemos cada vez más nuestro espacio, y el mundo del emprendimiento es un espacio muy bueno para las mujeres.
A Santiago se la conoce dentro del ambiente de la innovación como la capital "Chilecon Valley", una meca para los creadores de startups, según The Economist. Y a ti te llaman la "reina del Chilecon Valley" por ser una de las que lidera el movimiento. ¿Cómo surgió la idea de crear un hub tecnológico en Chile?
Pensé en cómo podía hacer para poner en contacto a todas esas personas con grandes capacidades que hay en Chile y con las que yo había tenido la suerte de encontrarme; en cómo podía hacer para que mucha más gente pudiera desarrollar su talento.
Estamos en una época donde cualquier persona puede desarrollar y crear cualquier cosa, pero tiene que estar conectada a las oportunidades.
De ahí partimos con un centro de innovación que se llama iF, que es una fábrica de ideas. Es un edificio muy grande, de 4.000 metros cuadrados.
La idea era crear un espacio de oportunidades donde la gente se pudiera juntar, a desarrollar y vender, a conectarse con el mundo. Yo le llamo emprendimiento con causa.
Partimos tres socios —Lionel Kaufman, Julián Ugart y Manuel Urzúa— y yo, y arrendamos un edificio gigante hace cuatro años. Y sabíamos que no podría funcionar si no estaba presente la empresa tradicional, las universidades y las incubadoras. Al final, uno puede tener un lugar lleno de gente creativa, pero si no está el tipo que te puede comprar, quien pone el capital, no sale adelante.
Nuestra empresa busca desarrollar el talento y juntar las partes para que tengan la capacidad de innovar a través de espacios de co-working y laboratorios. Son lugares que están llenos de gente creando y es muy bonito ir a verlos porque son edificios donde se desarrolla la mente y la fuerza de las personas.
Fue por esos espacios por lo que en algún momento me llamaron la "reina del Chilecon Valley".
¿Cómo ha evolucionado el proyecto?
La verdad es que ha sido bien increíble lo que ha ido pasando. Ahora tenemos cuatro espacios grandes, tres en Santiago y uno en Valparaíso, y trabajamos con muchísimos emprendedores que están desarrollando cosas interesantes.
Ha crecido muchísimo.
Hace seis años, los emprendedores de Chile que sentían que no estaban representados por los gremios tradicionales —porque, generalmente, son gremios de empresarios grandes— crearon la Asociación de Emprendedores de Chile (ASECH). Hoy día tiene 30.000 socios en el país.
Es un gremio que ha ido creciendo de una manera importante y que ha alcanzado mucha relevancia en los últimos años. Yo presido el gremio desde hace dos años.
Según el índice Mundial de Innovación de 2017, Chile es el país más innovador de América Latina, ¿cómo están respondiendo otros países de la región?
Partimos en Chile y el modelo se está extendiendo ahora por toda Latinoamérica. Se creó la ASELA, que es la Asociación de Emprendedores de Latinoamérica. La ASEP en Perú, la ASEM en México, la ASEC en Colombia, la ASEA en Argentina…
Definitivamente, es una tendencia creciente. Cada vez tiene más fuerza el emprendimiento. Es increíble la cantidad de jóvenes que quieren ser emprendedores. Es una tendencia que, por varios motivos, va a ser cada vez más fuerte.
¿Por ejemplo?
Con la era digital y las nuevas tecnologías, vamos a necesitar cada vez menos puestos de trabajo. Además, los millennials cada vez aguantan menos en los puestos de trabajo. A la gente le cuesta cada vez más no estar haciendo algo que realmente quiso, que siempre fue su propósito.
Hay muchos factores dentro del emprendimiento que hacen que sea un motor estratégico de la economía; cada vez va a ser más importante.
¿Qué le falta a Chile para seguir creciendo?
Queremos hacer muchas cosas y estamos trabajando con el gobierno en muchísimos de temas. Sobre todo, queremos que nunca más una gran empresa pague a más de 30 días una factura a un proveedor pequeño. Estamos luchando con mucha fuerza para hacer un cambio en eso lo antes posible. Entendemos que es un abuso.
Cuando estás empezando un negocio, que alguien no te pague va directamente contra tu liquidez, y conseguir capital no es fácil. Generalmente, financiarse es muy caro para los emprendedores.
Esa es nuestra meta principal de este año. Además, queremos impulsar otras políticas públicas, como hacer impuestos progresivos para que no pague alguien que está empezando o es un microempresario. También queremos simplificar la tributación y la contabilidad, y capacitar a los emprendedores con las nuevas tecnologías.
Los empresarios pequeños, los que están comenzando, son la parte más importante de la economía.
En Chile podemos crear cualquier cosa y creo que todos los países deberían creer en eso mismo, en que se puede desarrollar cualquier cosa desde el propio país.
Mi sueño es que en este país todo el mundo tenga la oportunidad de emprender. Quiero crear una sociedad en la que estemos todos, en la que todos colaboremos, donde la diferencia sea un valor y donde todas las personas con ganas de hacer cosas sean aceptadas.
Ojalá podamos realmente lograr un cambio y hacer un país mejor para que todos puedan cumplir sus sueños y desarrollar su talento.
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