Es admirado por Donald Trump y temido con vehemencia por sus rivales.
Vladimir Putin creció en la pobreza en un pequeño apartamento de San Petersburgo y se convirtió en uno de los hombres más poderosos del mundo. Y ahora ha sido reelecto para un cuarto mandato como presidente de Rusia.
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Ha gobernado sin contrapesos durante los últimos 18 años. Y, sin embargo, sigue siendo un enigma. Lo cierto es que es uno de los líderes más fuertes y temidos del planeta.
Un nuevo documental de la BBC titulado "Putin, el nuevo zar" revela los pormenores de su meteórica carrera.
"Es un hombre que ha explotado la vulnerabilidad de dirigentes occidentales y que ha inventado nuevos tipos de guerra", comenta William Hague, exministro de Relaciones Exteriores de Reino Unido.
Algunos, como el exsenador de la Federación Rusa Sergei Pugachev, lo describen como "un hombre débil, avaro y envidioso, alguien que siempre miente".
Lo cierto es que la mentalidad de Putin ha sido forjada en el yunque del poder absoluto y las consecuencias de esto para el resto del mundo son sumamente significativas.
Ahora acaba de ganar la reelección que le permitirá permanecer en el poder hasta 2024 en unos comicios en los que competía con otros ocho candidatos, pero en los que pocos tenían dudas sobre cuáles serían los resultados.
Ya antes de las elecciones la gente en Rusia sabía que Putin triunfaría, dice Ksenia Sobchak, miembro de una familia con la que Putin trabó amistad hace décadas y una de las personas que intentó disputarle la presidencia.
"Él creó un sistema que solo permitía que él ganara. Un sistema que es injusto", afirma.
Pero ¿cómo ocurrió este extraordinario ascenso al poder de quien fuera un modesto coronel de la KGB, los servicios de seguridad del Estado?
De la KGB a la política
Quizás todo comenzó en los 1970, cuando todavía no aparecían los rastros del "futuro zar".
Putin nació en una familia pobre y creció en duras condiciones en un barrio de San Petersburgo. Pero superó las dificultades para ir a la universidad y obtener un cargo modesto en la KGB, el Comité para la Seguridad Estatal.
El empleo, sin embargo, solo duró hasta el colapso de la Unión Soviética.
"Conozco a Putin desde 1992. Éramos vecinos de dacha (casa de campo)", comenta el exsenador Pugachev.
"Putin tenía un cargo de muy bajo nivel en la KGB, había miles como él. Fue desechado por el sistema, por la Unión Soviética, a la calle. Él no tenía ambiciones de ningún tipo… no tenía ambiciones de carrera, y mucho menos ambiciones políticas. Fue por accidente que acabó en la oficina del alcalde".
En el caos de esa época, el alcalde de San Petersburgo, Anatoly Sobchak, necesitaba un hombre fuerte y el entonces oficial de la KGB era el indicado para el cargo.
Así, después de ser un humilde agente de la KGB, un simple servidor del Estado, Putin comenzó su carrera política.
Presidente sin elecciones
A fines de la década de los 90, la Rusia postsoviética estaba a punto de colapsar. El país tenía un presidente alcohólico, una guerra de mafias, magnates corruptos abiertamente desdeñosos de la ley y el orden.
Muchos creían que el país necesitaba un salvador, cualquier tipo de salvador. El obvio sucesor de Yeltsin era el viceprimer ministro Boris Nemtsov, un hombre carismático, elocuente y con principios.
Pero Yeltsin lo odiaba después de que este se había opuesto a la guerra en Chechenia.
Había, sin embargo, otro posible candidato: Putin, quien había llegado a Moscú en 1996 para trabajar en el gobierno pero manteniendo un perfil bajo.
"Yo estaba creando una maquinaria que pudiera elegir a un presidente, sin importar quién era ese presidente", le dice a la BBC Gleb Pavlovsky, encargado de relaciones públicas de Yeltsin, a quien se le encargó preparar la sucesión presidencial.
"Desarrollé el ’guión’ de la campaña y miré cómo se desarrollaba. Tenía todos los elementos para una victoria: un candidato joven, enérgico, atlético, comparado con el presidente saliente, el viejo y enfermizo Yeltsin. En mi opinión, Putin se adaptaba al papel extremadamente bien", afirma Pavlovsky.
Pero las elecciones estaban a solo seis meses de distancia y Putin, que era un total desconocido entre los electores rusos, se rehusó a aceptar la candidatura.
"Putin dijo que no aceptaría", recuerda Sergei Pugachev, quien entonces era asesor del Kremlin.
"Entonces mi idea fue que Yeltsin renunciara a su cargo y que Putin fuera nombrado presidente interino. Así Putin se convertiría en presidente sin tener que ser elegido. Y así ocurrió", dice Pugachev, quien ahora es un fuerte crítico del mandatario.
Muchos rusos se preguntaron, entonces, quién era el hombre que había pasado a ser su presidente.
"Enorme adrenalina"
A partir de entonces, Putin se convirtió en una personalidad pública, lo que, según el profesor Ian Robertson, director del Instituto de Neurociencia del Trinity College, en Dublín, Irlanda, tuvo efectos sobre el mandatario.
"Si te nombran presidente, eso es una enorme subida de adrenalina. Es un extraordinario golpe biológico en tu red de recompensas".
"De pronto ya no estás sujeto a la ideología corporativa del régimen comunista. Ahora eres tú quien está a cargo de un nuevo régimen", añade Robertson, quien es uno de los principales especialistas en la forma como funciona el poder en la mente del ser humano.
"Porque no se te ha educado con la noción de que el poder tiene limitaciones. Se te ha educado en un sistema donde no hay democracia y donde no hay una ideología, pues la ideología comunista había terminado y lo que él había atestiguado entonces era la ideología del dinero, la del poder del dinero".
Putin no tenía antecedentes ni experiencia política, rara vez había hecho un discurso y quienes lo conocieron entonces aseguran que se mostraba nervioso y hasta sorprendido de haber llegado a la presidencia.
Pero también era un hombre astuto. Y pasó los primeros años de su presidencia tratando de restablecer la conexión de Rusia con el resto del mundo y de ganarse un asiento en la mesa de los principales líderes de Occidente.
Cuando los rusos vieron a su presidente de vuelta en el escenario mundial y el éxito que había logrado al estabilizar la golpeada economía, esto condujo a un drástico aumento en la popularidad del mandatario.
Pero también llevó a que el presidente deseara una recompensa personal.
"Nadie pensaba entonces en miles de millones, pero Putin creía que solo iba a estar allí de forma temporal. Pensaba que sería reemplazado y, por lo tanto, debía recibir una recompensa, una grande", asegura el exsenador Pugachev.
"Quería una recompensa que le permitiera vivir el resto de su vida de forma tranquila, feliz y con riqueza. Y esta era la palabra clave: riqueza. Tengo que decir que Putin era pobre, realmente pobre".
Entonces el presidente comenzó a rodearse de conocidos, principalmente sus antiguos compañeros de la KGB.
Control económico
Como parte del proceso de consolidación de su poder, Putin cambió las reglas del juego para las grandes empresas rusas.
"En esa época, el 46% del PIB de la Federación Rusa era producido por compañías privatizadas que eran propiedad de ocho familias. Esto no es algo conocido", le comenta a la BBC Vladimir Yakunin, exagente de la KGB que fue viceministro de Transporte en el primer gobierno de Putin.
Y los peligros de una economía controlada por ocho familias, afirma Yakunin, "son los mismos que en cualquier parte del mundo: la desigualdad. Solo desigualdad".
Putin entonces centró su atención en esos ocho oligarcas que controlaban la economía y quienes habían recibido esas empresas, y enorme riqueza, durante la administración de Yeltsin en una subasta caótica a cambio de apoyo político.
A principios de 2003, Putin ideó un enfrentamiento de gladiadores: de un lado, el hombre que dirigía Rusia; del otro, los dueños de la mitad del país. El tema principal del choque: la corrupción.
Mikhail Jodorkowski era el portavoz de los oligarcas y era el cuarto hombre más rico del mundo. El Kremlin sospechaba que tenía intenciones de convertir su enorme riqueza en influencia política.
Pero el empresario cometió un error fatal. Durante el encuentro presentó un enorme acuerdo petrolero como ejemplo de corrupción en el país. Era una negociación que Putin conocía totalmente, con tanto detalle que muchos se preguntaron si tenía algo que ver.
Poco después, el magnate fue arrestado y acusado de fraude. El gobierno ordenó congelar todos sus bienes y vender su vasta empresa petrolera, Yukos. Primero a un empresario de vodka en Siberia; después a una compañía controlada por uno de los asesores más cercanos de Putin.
Muchos en Occidente se preguntaron si esto había sido una buena decisión porque Yukos era el modelo de la industria petrolera rusa y bien apreciada en Occidente. A muchos les pareció una política de alto riesgo, pero para Putin castigar a Jodorkowski era tan importante que las consideraciones económicas pasaron a segundo plano.
Y los ciudadanos rusos recibieron con entusiasmo la medida. Quedaron encantados de que su presidente estaba combatiendo a los odiados oligarcas.
"Quizás si hubiera tenido un mejor entendimiento de la esencia de este régimen, como una organización criminal, hubiera podido oponerme a él de forma más efectiva", le dijo Jodorkowski a la BBC.
"Nunca pude imaginar una situación en la que el presidente del país estaba pensando solo en su fortuna personal", agregó.
Para entonces, con un nuevo gabinete bajo su control y con estabilidad y paz en el país, parecía que Putin había logrado, solo, revertir los años de deterioro en el vasto país.
Fronteras calientes
Mientras Putin consolidaba su poder fronteras adentro, los problemas comenzaron a surgir en su vecindario. En Georgia, una revolución acabó con sus aliados y un reformista llegó al poder: Mijail Saakashvili.
Para la intensa irritación de Putin, Saakashvili comenzó a cortejar a Estados Unidos, revirtiendo la posición prorrusa de sus antecesores.
Después vino la ola revolucionaria llegó a la vecina Ucrania. Esta vez, la "revolución naranja" de 2004 golpeó al hombre de Putin en ese país, el entonces presidente Viktor Yanukovich, quien perdió las elecciones frente a su rival, Víktor Yushchenko, considerado por el Kremlin como un "títere" de Washington.
"Putin pensó que (la victoria de Yushchenko) era obra de los estadounidenses. Pero en realidad fue una batalla abierta y Moscú la perdió", afirma Pavlovsky.
Esto fue una enorme humillación para Putin y su momento más difícil en los 18 años de su gobierno. Y muchos en Moscú incluso se preguntaron si el mandatario duraría hasta el fin de su mandato.
El hecho se percibió como si Putin hubiera perdido a Ucrania. El presidente nunca olvidó esa derrota y tampoco la perdonó.
Georgia y Ucrania se convertirían en temas centrales en la nueva disputa entre Rusia y Occidente.
El exministro de Exteriores británico Jack Straw afirma que en esas nuevas tensiones ha habido responsabilidades compartidas.
"Desde el punto de vista de Occidente, esto era el fin de la historia. El capitalismo liberal había triunfado. Era algo duro para los rusos, pero hasta ahí. Desearía que lo hubiéramos manejado de otra forma. No calculamos lo que esto significaba para Rusia. Asustamos a los rusos con este temor que ellos siempre han tenido de ser rodeados (por adversarios)", le dice a la BBC.
"En retrospectiva, creo que nosotros creamos esas ansiedades, y pudimos haberlas evitado, a partir de las cuales surgieron muchas de las políticas posteriores de Putin", completa.
Desafíos internos
En 2005, sin embargo, todo cambió. Putin decidió concentrar su atención en Rusia y su gente.
Atrás quedarían la modernización y los intentos de atraer a Occidente, hacia el cual ahora solo tenía desconfianza. A partir de entonces la nueva consigna sería: Putin es Rusia y Rusia es Putin. Se dedicaría él solo a reconstruir su nación.
"Nos lo tomamos en serio y comenzamos a crear organizaciones de jóvenes y de adultos", apunta Gleb Pavlovsky sobre los esfuerzos por crear una fuerza interna en torno del gobierno.
Pero había un problema: en dos años Putin debía abandonar el poder, se elegiría un nuevo presidente y los aspirantes del sector liberal del país ya preparaban sus campañas, entre ellos el campeón de ajedrez Garry Kasparov, uno de los hombres más conocidos y respetados del país.
"En 2007 aún había oportunidad de que Putin se fuera, ya siendo probablemente el hombre más rico del mundo, con una gran influencia e, incluso, con una buena reputación", le dijo Kasparov a la BBC.
Pero su intento de llegar a la presidencia enseguida comenzó a enfrentar dificultades.
"En apenas una semana, la campaña de Kasparov comenzó a ser bloqueada. Se negaron los permisos de aterrizaje de la avioneta en la que recorría el país; no podía hacer los mítines en los lugares que quería", rememora la periodista Masha Gessen sobre la fallida postulación.
"Llega un momento en que las cosas dejan de ser una cadena de coincidencias y ni siquiera le dejan alojarse en un hotel durante la gira", agrega.
Poco después, el candidato fue arrestado y enjuiciado.
"En comparación con lo que vemos en la actualidad, aquellos eran tiempos vegetarianos. Hace 10 años por protestar pacíficamente en contra de Putin te enviaban a la cárcel por 5 o 10 días. Hoy lo harían por cinco o 10 años ", advierte Kasparov.
El exprimer ministro Mijail Kasyanov, quien había formado parte del primer gobierno de Putin, también se postuló.
"Teníamos que recoger dos millones de firmas para hacerlo y lo logramos. Nuestro apoyo en las encuestas subió de 6% a 18% y un mes antes de las elecciones me sacaron de la carrera alegando que creían que 35 de las firmas no eran correctas", recuerda sobre el abrupto final de su postulación.
Con Kasparov y Kasyanov fuera de juego, ganó la presidencia el candidato de Putin, Dmitry Medvedev, quien entonces —en desafío al espíritu de la Constitución— nombró como nuevo primer ministro a su mentor, Vladimir Putin.
"Es muy claro para todo el mundo en Rusia que su sucesor estaba allí solo para cuidarle el puesto", asegura Kasyanov.
Cuatro años más tarde, tras las elecciones de 2012, Putin regresaría a la presidencia —ahora electo para un periodo extendido de seis en lugar de cuatro años— y nombraría a Medvedev como su primer ministro.
Durante ese tercer mandato como mandatario, Putin enfrentaría un desafío a su autoridad por un antiguo rival: Boris Nemtsov.
"Él tenía su propia relación con el poder. Durante muchos años se perfilaba como el posible heredero de Yeltsin y entonces Putin tomó su lugar. Obviamente, ninguno de los dos puede dejar al otro en paz. Para Nemtsov, creo que por razones de principio y para Putin por razones de inseguridad y de venganza", comenta la periodista Masha Gessen.
Nemtsov publicó un libro en el que afirmaba que el presidente ruso tenía 58 jets, dos yates, un palacio de verano y que era el hombre más rico del mundo.
"Empezamos a cuestionar la idea de que las cosas habían mejorado tanto con Putin que había que dejarlo que fuera un monarca vitalicio. Denunciamos muchas irregularidades y graves problemas que existen bajo la brillante superficie económica", le dijo a la BBC Vladimir Milov, coautor del libro con Nemtsov.
En febrero de 2015, Nemtsov es asesinado en Moscú, frente a los muros de Kremlin. Le dispararon en la espalda y en la cabeza.
Cuatro hombres fueron arrestados por su muerte, pero sus seguidores siguen preguntándose en quién recae la última responsabilidad por lo ocurrido.
"Si te detienes en el lugar donde ocurrió, te das cuenta de que allí no puede suceder sin el permiso o la orden del número uno", señaló Milov.
Intervención territorial
Tras los reveses en Georgia y Ucrania, el Kremlin comenzó a buscar fórmulas para reafirmarse en su vecindario.
En 2008estall’o en Georgia la crisis en la región separatista de Osetia del Sur. Entonces, el ejército ruso se concentró en la frontera. Putin seguro de que Occidente no haría nada.
"Era evidente que estábamos al borde de la guerra, así que los europeos y los estadounidenses comenzaron a hacer declaraciones", rememora Saakashvili.
"Yo intenté comunicarme con Medvedev, quien era oficialmente el presidente, pero entonces me llamaron de protocolo de Rusia y me dijeron que Putin quería hablar conmigo".
"Él me dijo: ’Por qué llamas a Medvedev, soy yo quien está haciendo todas estas cosas. Estoy dirigiendo toda la operación’. Entonces yo le dije: ’Estamos muy preocupados, además, mira las declaraciones de la Unión Europea y de la Casa Blanca’. Él respondió: ’Sí, he visto las declaraciones. Son fuertes y duras. Se ha gastado mucho papel en declaraciones. ¿Por qué no llamas a tus amigos en Occidente y les dicen que enrollen esas declaraciones y se las metan en el trasero?’", cuenta.
Mientras el resto del mundo veía las Olimpiadas de Pekín, Vladimir Putin envió tanques por primera vez desde el colapso de la Unión Soviética.
Occidente estaba horrorizado con la invasión y aliviado de que se hubiera detenido tras un mensaje fuerte de la Casa Blanca, pero incluso una guerra de cinco días hacía sentir a los rusos que su país era fuerte nuevamente.
Los gobiernos europeos, preocupados, decidieron que era hora de intentar acercarse nuevamente a Rusia.
En 2014, las olimpiadas de invierno en Sochi eran otro escalón en la ruta de Rusia hacia la dominación global.
Putin, quien estaba de nuevo en el cargo de presidente, destinó gran cantidad de tiempo y dinero a ese proyecto. Pero los Juegos Olímpicos también sirvieron para distraer al mundo de su próxima maniobra en política exterior: la invasión de Crimea.
"Putin ha desarrollado un enfoque muy consistente para gestionar los problemas con los vecinos, que se basa en apropiarse de un trozo del territorio de esos países, con lo cual hace que dejen de funcionar como Estados soberanos", le dice a la BBC el exministro de Exteriores de Reino Unido William Hague.
"Así es como detiene la llegada o el crecimiento de las ideas occidentales".
"También es capaz de hacer lo mismo en Siria, desde mi punto de vista, envalentonado por el fracaso de Occidente al no intervenir", agrega.
Con una autoridad sin cortapisas en su país y sus vecinos más próximos sometidos por sus intervenciones territoriales, el presidente ruso ahora es capaz de extender su influencia más allá.
"Parece muy evidente que hubo interferencia de Rusia en las elecciones en Estados Unidos. La cantidad de evidencia recolectada por las agencias de inteligencia es improbable que esté equivocada", afirma Hague.
"Creo que esto forma parte de un patrón. Probablemente ha habido interferencia de Rusia en elecciones y referendos en Europa durante los últimos años, no siempre porque hubiera un objetivo específico sino para reducir la confianza en el proceso democrático y debilitar la unidad de occidente", añade.
Kasparov afirma que el mandatario trabaja con objetivos estratégicos y se beneficia con el caos.
"Él necesita el caos porque así es cómo instala su autoridad dentro y fuera de Rusia. No quiere competir -no puede hacerlo- con el mundo libre, pero cuando se producen las guerras y los conflictos él es el actor dominante porque es muy rápido para tomar decisiones", apunta el excampeón mundial de ajedrez.
"Él no tiene que lidiar con el Parlamento, la prensa libre o la opinión pública, así que inmediatamente aprovecha la oportunidad cuando se le presenta. Mira al mapamundi buscando fichas para negociar, porque para él todo es un casino geopolítico".
Así, para el perplejo Occidente, Vladimir Putin puede parecer alguien caprichoso y fuera de control, pero para sus conciudadanos luce como un verdadero zar, feliz de saltarse las normas de comportamiento occidentales para proteger los intereses vitales de Rusia.
Narcisismo
Pero ¿cómo pudo afectar todo este proceso al mandatario ruso?
"Una de las características del poder sin limitaciones es el narcisismo adquirido, que conduce a un ego enormemente inflado. Simplemente te sientes el tipo más listo, el más inteligente, el más fuerte, el más atractivo del mundo", le explica a la BBC el profesor Robertson, de Trinity College.
Y advierte que con un ego henchido también se incrementa la vulnerabilidad de forma proporcional.
"Toma a cualquiera que haya estado en el poder por más de 8 o 10 años y eso inevitablemente va a distorsionar su comportamiento de formas que pueden ser muy peligrosas. No pienso que Putin haya nacido para ser un emperador. Su cerebro cambió profundamente debido al poder que logró obtener", concluye.
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