Muchos podrían decir que lo único que hizo el irlandés William Brooke O’Shaughnessy en India fue reinventar la pólvora.
"Descubrió" algo que era nuevo para él y para el mundo occidental, pero que hacía miles de años que se usaba popularmente en el continente asiático, como recreación y como medicina.
Lo que consiguió este médico, nacido en Limerick en 1809 fue registrar desde la perspectiva científica el potencial médico del cannabis.
O´Shaughnessy estudió medicina en la Universidad Trinity de Dublín, para luego hacerlo en la de Edimburgo, Escocia, que era de referencia mundial en aquella época.
Después se mudó a Londres, donde tuvo dificultades para encontrar un trabajo permanente. La aventura que marcaría su vida profesional todavía estaba por llegar.
Era 1833 y tenía 24 años cuando aceptó un trabajo en Calcuta como asistente de cirujano con la famosa empresa británica East India Company, que acabaría controlando y gobernando grandes partes del subcontinente indio.
En aquel entonces O’Shaughnessy era uno más de la gran fuga de cerebros de Inglaterra e Irlanda que se fueron a India a trabajar.
El irlandés se pasó ocho años en Calcuta, trabajando como médico y experimentando con una variedad de plantas autóctonas, entre ellas el opio y el cannabis.
Efectos "fascinantes" en la población local
O’Shaughnessy comprobó entonces que el cannabis, así como otras plantas, se utilizaban en la región desde tiempos antiguos como remedios con fines medicinales y recreativos.
Pero en la literatura médica occidental de la época no había información alguna sobre el uso de esa planta.
"He sido incapaz de ubicar referencias del uso de esta sustancia en Europa", escribió el doctor en un estudio sobre el cannabis publicado en 1839 en la revista científica Journal of the Asiatic Society of Bengal (que puedes consultar en este enlace).
Hacía años que el médico irlandés había empezado a recopilar todo tipo de detalles sobre los distintos tipos de planta y sus productos derivados, sobre cómo los locales preparaban con ellos múltiples remedios sólidos y líquidos y sobre sus variados efectos.
El irlandés publicó la información en un artículo titulado "Sobre las preparaciones del cannabis indio o gunjah (Cannabis Indica)".
También registró observaciones sobre cómo se usaba socialmente. Escribió que consumían la droga "todo tipo de personas".
Y entre los efectos "fascinantes" que producía enumeró "la felicidad eufórica", "la sensación de volar", un "apetito voraz" y "un intenso deseo afrodisíaco".
Manos a la obra
Tras llegar a Calcuta, el irlandés no tardó en explorar los presuntos efectos de la planta del cannabis, una sustancia muy conocida a nivel social pero no médico.
El irlandés hizo un registro riguroso de su investigación, citando tanto a sus fuentes bibliográficas como humanas.
Primero realizó distintos experimentos con animales, como ratas y conejos, pero también gatos, perros, chanchos, cuervos, buitres, caballos, monos y hasta peces.
El médico describió en detalle cómo el efecto intoxicante de la droga variaba de unos animales a otros.
Por ejemplo, en un experimento cuenta que a la media hora de darle a un perro de tamaño mediano diez granos de "Churrus Nepalés" disueltos en alcohol, "se volvió estúpido y adormilado" y describe que "su cara asumió el aspecto de una borrachera total y absoluta".
"Estos síntomas duraron unas dos horas y después fueron desapareciendo gradualmente. A las seis horas estaba activo y perfectamente bien", añadió.
Una vez que confirmó que en general el uso de cannabis era seguro, O’Shaughnessy experimentó con humanos, niños y adultos.
Entre los pacientes del hospital de Calcuta con los que probó la sustancia había enfermos de cólera, reumatismo, rabia, tétanos y convulsiones.
Cuales fueron sus conclusiones
El irlandés no consiguió "curar" enfermedades con el cannabis. Ni le funcionó contra el reumatismo, ni contra el cólera.
Pero lo que sí concluyó O’Shaughnessy es que el derivado de la planta podía ayudar a tratar los síntomas de muchos males.
Podía, por ejemplo, según registró por escrito, calmar y aliviar el dolor de determinadas enfermedades y sofocar los espasmos musculares típicos de condiciones como el tétanos o la rabia.
Escribió que el cannabis "le quitaba los horrores a la enfermedad", si bien no necesariamente la hacía menos letal.
También observó que con la sustancia podía prevenir las convulsiones de un recién nacido de apenas 40 días.
Tras el caso de ese bebé escribió "la profesión ha ganado un remedio anticonvulsivo de gran valor".
Y así fue como propuso su uso potencial en un contexto médico, especialmente como analgésico.
El irlandés defendió esa idea en 1939, cuando presentó una tesis en la Sociedad Médica y Física de Calcuta ante un grupo de estudiantes y académicos.
Esa tesis causaría un furor en la Inglaterra colonial que después se extendería por toda Europa y Estados Unidos. El documento marcó la introducción "formal" del cannabis a la medicina occidental.
Fiebre en Occidente
Cuando O’Shaughnessy regresó a Inglaterra en 1841 llevó muestras de cannabis en planta y en resina, que presentó ante la Royal Pharmaceutical Society y los Royal Botanical Gardens de Kew, en Londres.
El médico describió su descubrimiento como una medicina "milagrosa" para algunas de las peores enfermedades del siglo XIX y muchos investigadores en Europa y en Estados Unidos empezaron a experimentar con el cannabis para tratar todo tipo de males.
Muchos se afanaron por intentar descubrir y aislar el ingrediente activo del cannabis, pero eso no ocurriría hasta mediados de la década de 1960, aproximadamente un siglo después.
A mediados del XIX los químicos empezaron a producir remedios, algunos basados en las recetas del médico irlandés, en forma de soluciones de cannabis y extractos de la planta, que se fueron haciendo populares hasta alcanzar su punto más álgido a finales de siglo.
De hecho en Estados Unidos se utilizó como una medicina reconocida farmacológicamente desde 1850.
Pero su uso médico en occidente empezó a decaer durante las primeras décadas del nuevo siglo, en parte debido a las dificultades para producir resultados estables a partir de distintos lotes de plantas, dado que la potencia del cannabis variaba mucho de unas muestras a otras.
Y a partir de los años 30 se empezó a restringir su uso. En 1937 se prohibió su venta en Estados Unidos, en 1942 se retiró de la enciclopedia farmacológica y a partir de los 50 se empezaron a introducir multas por posesión. Esa progresión fue similar en otros países.
Hoy el uso y la aceptación del cannabis como tratamiento médico sigue siendo controvertido y la leyes que lo regulan siguen cambiando en todo el mundo.
Curiosamente tras el éxito de su tesis sobre el potencial médico de la marihuana los intereses de O’Shaughnessy cambiaron totalmente de rumbo y pasó a dedicarse a la ingeniería eléctrica.
Volvió a India para una segunda etapa en la que se pasó 15 años desarrollando una línea de telégrafo. Sus esfuerzos serían premiados tiempo después con una condecoración de Sir de la Reina Victoria.
Finalmente, el doctor-ingeniero regresó a Inglaterra en 1860, pero apenas se conocen datos sobre su vida. Murió en 1889 lejos del ojo público.
Quizás lo más sorprendente de esta historia es que los principales usos médicos del cannabis reconocidos por la ciencia en la actualidad siguen siendo los que él mismo identificó en Calcuta hace más de 150 años: como analgésico y como antiespasmódico para enfermedades como la epilepsia.
Ahora puedes recibir notificaciones de BBC Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.