La reunión en Singapur el mes pasado del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, atrajo la atención del mundo y ambos prometieron trabajar hacia "nuevas relaciones". Pero lo que siguió han sido mensajes mezclados.
Al final de la cumbre, calificada de "evento histórico", se establecieron grandes ambiciones.
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Corea del Norte reafirmó su compromiso para "la desnuclearización de la península coreana", y Estados Unidos indicó que detendría sus "provocadores" ejercicios de guerra con Corea del Sur.
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Las cosas desde entonces han tomado un camino más escabroso.
Aunque Pyongyang parece haber comenzado a desmantelar su sitio de lanzamiento de cohetes, ha habido informes de que secretamente continúa su programa de armas.
Y ha acusado a Estados Unidos de tácticas "al estilo gángster".
¿Por qué no ha habido un progreso claro?
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Potencia inadaptada
La mala reputación y la capacidad de Corea del Norte para atraer la atención internacional podrían haber llevado a que su poderío sea sobreestimado.
Parece que Pyongyang ha querido disfrazar su posición de relativa debilidad con una de fortaleza incondicional. Y presentó la cumbre como reunión de potencias nucleares iguales.
De hecho, el Instituto Lowy, en su Índice de Potencias Asiáticas, clasifica a Corea del Norte en el lugar 17 de los 25 países.
El índice es un análisis profundo de la distribución de poder regional y utiliza mediciones que incluyen la influencia militar, económica y cultural.
Corea del Norte es una potencia inadaptada. A pesar de su nueva confianza como país nuclearmente armado, sigue siendo un Estado débil preocupado por su propia supervivencia.
El hecho de que su influencia es desproporcionadamente dependiente de su fortaleza militar podría, irónicamente, hacerlo menos dispuesto a hacer las concesiones serias que esperan tanto Estados Unidos como otros países.
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Capacidad militar
Corea del Norte podría ser una de las principales potencias militares en Asia, pero su énfasis está en la cantidad más que en la calidad.
Los 1,4 millones de miembros del personal militar y paramilitar del país suman casi 8% de su población en edad laboral. Sólo China, Rusia e India tienen ejércitos activos más grandes.
En comparación, Corea del Sur, que tiene más del doble de la población del Norte y un servicio militar obligatorio, tiene menos de la mitad de las fuerzas armadas.
Pyongyang tiene números enormes de tanques de batalla e incluso su Armada mantiene una flota de unos 70 submarinos envejecidos.
Pero es su desarrollo de misiles balísticos intercontinentales y armas nucleares lo que permite al régimen hacer amenazas más allá de su región inmediata.
Sin embargo, usa realmente esa capacidad sería provocar represalias que pondrían fin al régimen.
Mentalidad de asedio
La posición de guerra permanente de Pyongyang ha tenido un costo enorme.
El país gasta un 24% de su PIB en sus fuerzas armadas, calcula el Departamento de Control de Armas, Verificación y Cumplimiento de Estados Unidos.
Esta carga militar extrema ha sido justificada invocando una mentalidad de asedio entre su población, con una pobreza crónica que se explica como el resultado de las acciones de los agresores extranjeros.
La consecuencia es que, en todas las mediciones no militares de recursos e influencia, Corea del Norte está paralizada.
Recursos económicos
En una región dinámica y que crece rápidamente en el mundo, Corea del Norte se ha quedado atrás.
Su economía, cuando se toman en cuenta los precios locales, es casi del mismo tamaño que la de Laos, uno de los países más pobres en el sureste de Asia, que tiene una cuarta parte de la población de Corea del Norte.
La productividad de los trabajadores de Corea del Norte es la más baja en Asia y sufre de una proporción inusualmente baja de recursos naturales.
El país depende sustancialmente de las importaciones de alimentos, metales refinados y combustible, mientras que su principal exportación al mundo son las briquetas de carbón.
Redes diplomáticas
Las relaciones diplomáticas y económicas de Pyongyang están igualmente paralizadas.
Su comercio con la región en 2015 sumó cerca de US$6.000 millones, menos del 1% del total de Corea del Sur, sugiere una investigación del Instituto Lowy.
Pero sí mantiene vínculos con un número sorprendente de países.
Pyongyang posee una red de 46 embajadas alrededor del mundo, justo detrás de Nueva Zelanda y adelante de muchos otros países, incluido Singapur.
A menudo surgen acusaciones de que estas misiones diplomáticas operan como frentes para actividades ilícitas.
Salvavidas chino
Corea del Norte también saca mucho provecho del mejor de los pocos amigos que tiene.
Simplemente por estar ubicado cerca de China logra beneficios. Un tratado de defensa mutuo compromete a cada uno de los países a ofrecer ayuda militar al otro si se viera atacado.
Económicamente, Pekín es un salvavidas. El comercio entre ambos suma el 87% del total del comercio norcoreano, según el Instituto Lowy.
Esto le ofrece a Pekín un enorme poder para imponer costos a Pyongyang si así lo desea.
Pero Corea del Norte sabe que aunque China ha apoyado las sanciones de las Naciones Unidas contra su gobierno, ésta se ha mantenido alejada de imponer sanciones más severas.
Eso arriesgaría el colapso del régimen y causaría inestabilidad en las fronteras de China.
Influencia internacional
Corea del Norte es un astuto sobreviviente, pero eso no es lo mismo que tener un poder internacional de amplio alcance.
De hecho, padece lo que ha sido descrito como "déficit de legitimidad", en particular cuando se le compara con Corea del Sur, un país más grande, más democrático y más próspero.
Igual que su contraparte del sur, Corea del Norte afirma que es el gobierno legítimo de toda la península.
Pyongyang, sin embargo, tiene mucho menos poder que su vecino.
Corea del Sur también tiene unas fuerzas armadas formidables y su tratado de alianza con Estados Unidos incluye una disuasión nuclear extendida.
Esto le hace ejercer una extensa influencia en Asia, con relaciones comerciales e inversiones bien desarrolladas.
Y también tiene un poder cultural enorme, en parte por el voraz apetito regional por el K-pop y por las telenovelas surcoreanas.
Corea del Sur atrae a 15,7 millones de turistas anualmente de toda Asia, comparada con lo que se calcula son 1,4 millones de turistas chinos que visitan Corea del Norte cada año.
¿Qué pasa ahora?
Al atraer al presidente estadounidense para conversar y parcialmente normalizar sus relaciones, Kim parece haber jugado bien sus malas cartas.
Elogió el éxito económico de Singapur y prometió llevar a casa lecciones para el progreso de Corea del Norte. Pero no acordó un calendario para la desnuclearización.
Estados Unidos quiere que Corea del Norte entregue por adelantado sus armas nucleares y a cambio pueda recibir grandes recompensas económicas.
Pero no es claro si Pyongyang ve que el desarrollo económico es algo incompatible con mantener alguna forma de poder nuclear.
Y es probable que su voluntad para abandonar su distintiva capacidad armamentística dependa de si cree que reformarse en un Estado benigno pondrá en riesgo el colapso del régimen.
Aún si siente que puede sobrevivir, Corea del Norte quizás tendría que someterse a ser el socio menor de Corea del Sur.
Pasarán décadas antes de que sus ingresos alcancen los niveles que se ven en Corea del Sur y con sólo la mitad de la población, es probable que siga siendo su sombra.
¿Será para la dinastía Kim un precio demasiado caro para pagar?
Sobre este artículo
Este análisis fue comisionado por la BBC a expertos que trabajan para una organización externa.
Hervé Lemahieu es director del Programa de Poder y Diplomacia de Asia del Instituto Lowy, un centro de estudios internacionales basado en Australia. Puedes seguirlo en @HerveLemahieu.
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