Para muchos jóvenes en Asia, ir a occidente a estudiar y trabajar es un sueño hecho realidad.
Pero ese anhelo se volvió en una pesadilla para Declan Ee cuando pasó a ser una víctima involuntaria más de la crisis financiera de hace 10 años.
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Este joven estaba trabajando como banquero para Lehman Brothers en Londres, en el departamento de hipotecas de alto riesgo, en el momento en el que estalló la burbuja y su carrera, que él creía ya se encaminaba hacia el éxito, se vio truncada.
"Nunca me he vuelto a sentir seguro después de la crisis financiera mundial", me dice.
Declan fue una de las miles de personas que perdió su trabajo durante el colapso de Lehman Brothers, un evento que muchos señalan como el comienzo de la crisis.
De la noche a la mañana, el crédito se secó, los trabajos desaparecieron y los bancos perdieron miles de millones de dólares.
Los países desarrollados se sumieron en un caos económico.
Estados Unidos, el Reino Unido y Japón cayeron en recesión y han demorado casi una década en recuperarse. Incluso hay muchos economistas que comparten la opinión de que la recuperación aún no es total.
Una oportunidad para Asia
Pero la crisis, además de financiera, fue también una crisis de confianza en la capacidad de los bancos para hacer frente a la situación y, en definitiva, de sobrevivir. El sector financiero asiático no quedó exento de los impactos de la crisis originada en occidente, aunque es cierto que no le afectó tanto.
Hace diez años, muchos de los bancos de Asia tuvieron que hacer frente a la pérdida de puestos de trabajo, a la congelación de salarios y llevaron a cabo medidas que redujeran los gastos.
DBS, el banco más grande del sudeste asiático, también sufrió las consecuencias: se vio obligado a cancelar millones de dólares en préstamos e inversiones debido a su exposición a la crisis.
Terence Yong Yew Tiek estaba en los puestos de mando de la entidad en ese momento y recuerda lo difícil que fue. Pero él cree que DBS, al igual que muchos otros negocios en la región, solo se vio afectado momentáneamente.
Logró recuperarse rápidamente debido a la fortaleza inherente de las economías asiáticas, entre ellas China.
"En términos generales hubo un amplio crecimiento en Asia", dice. "Ya sea en el sector automovilístico, entre las aerolíneas, en bienes de consumo, productos básicos, servicios… En realidad todo esto ya estaba creciendo debido al aumento de los ingresos medios en Asia. China también fue un factor que impulsó la demanda a través de las fronteras dentro de Asia".
Cambio de modelo
Pero para sortear la crisis como lo hicieron, las compañías asiáticas tuvieron que cambiar la táctica que venían llevando hasta ese momento.
El fabricante de piezas de plástico Sunningdale Tech, con sede en Singapur, vio como los pedidos de sus clientes estadounidenses cayeron en picado durante la crisis.
El director ejecutivo de la compañía, Khoo Boo Hor, todavía recuerda esa época.
La empresa tuvo que recortar los salarios y reducir la semana laboral de los trabajadores para intentar apenas sobrevivir. Pero Sunningdale dice que supo extraer una lección de todos estos ajustes.
"Debes tener claro que si una región sufre una crisis, en otra puede suceder exactamente lo mismo", me dijo. "Así que lo que hacemos hoy en día es construir un modelo: no dependemos de un país, una región, un producto o un cliente".
Desconfianza en el modelo anterior
Ese crecimiento en Asia y China coincidió además, dicen algunos, con una cada vez mayor falta de confianza en la región sobre las prácticas financieras de occidente.
El gerente de inversiones Hugh Young es un experto en crisis: ha vivido dos de ellas y asegura que la más reciente cambió los ojos con los que Asia veía a occidente.
"Ese había sido un fenómeno constante pero durante la crisis financiera mundial se aceleró. Probablemente también propulsó el ascenso de China, algo que iba a suceder de todos modos, pero ahora vemos que China juega un papel muy importante en el escenario mundial, posiblemente el más importante, quizás incluso más que el de Estados Unidos".
Estímulo chino
China fue un factor importante por el que Asia logró escapar de la crisis financiera mundial relativamente indemne.
Pero eso no quiere decir que China no se haya visto afectada. Al contrario.
Yu Yongding, un exmiembro del Comité de Política Monetaria del Banco Popular de China, explica que el punto de inflexión del crecimiento de China ocurrió en septiembre de 2008, después de la bancarrota de Lehman Brothers.
Si nos detenemos un poco en los números, puede entenderse mejor lo que quiere decir.
En 2007, la tasa de crecimiento del PIB de China era del 13%. En 2008, después del fiasco de Lehman Brothers, el PIB cayó al 9% en el tercer trimestre y al 6,8% en el cuarto trimestre.
En el primer trimestre de 2009, la tasa de crecimiento de China cayó aún más: al 6,1%.
El gobierno chino "actuó rápidamente", como dice el profesor Yu, e introdujo un paquete de estímulo masivo que no solo ayudó a estabilizar y revivir la economía de China, sino que se convirtió en el salvavidas para el resto de Asia.
Pero existe la preocupación de que la economía de China ahora esté sumida en una montaña de deudas y tal como señaló el Fondo Monetario Internacional en su pronóstico para la economía mundial a principios de este año, la naturaleza del sistema financiero en China, grande y opaco, plantea un riesgo para estabilidad mundial.
¿Otra crisis?
Los últimos diez años han sido de un fuerte crecimiento en Asia y China, y eso ha ayudado a que esta región afrontara mejor la crisis financiera mundial.
Para bien o para mal, alejó a Asia de una fuerte dependencia de occidente. Pero ahora que la mayor economía de Asia, China, sufre una desaceleración, el gran temor es que una nueva crisis se pueda estar gestando.
Nadie está muy seguro de dónde comenzaría esta vez ni de cuánto podría afectarnos.
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