Cuando Judith Balcazar tuvo que someterse a una operación para que le extirparan un bulto de su vejiga, nunca pensó que saldría del quirófano con una idea de negocio.
Judith, de 65 años y exdirectora de una empresa textil, y Anne Davidson, maestra de escuela primaria jubilada de 53 años, siempre habían pensado que emprenderían un negocios juntas en algún momento de sus 25 años de amistad.
Pero jamás planearon que estaría relacionado con ropa interior.
La cirugía en la vejiga de Judith había dejado sus músculos débiles y, a menudo, se sentía incapaz de reír o toser sin mojarse.
Y no es la única.
Los expertos creen que una de cada tres mujeres sufre incontinencia urinaria.
El Servicio de Salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés) advirtió que millones de personas que experimentan incontinencia la sufren en silencio porque se sienten demasiado avergonzadas para hablar sobre el tema.
"Vergonzoso"
Judith recuerda el momento en que buscó por primera vez productos para la incontinencia.
"Fue bastante vergonzoso ir a la farmacia e incluso tener que caminar por el pasillo y preguntar dónde estaban ese tipo de cosas, porque ni estaba segura de lo que estaba buscando", recuerda.
Durante aquella visita a la famarcia, Judith recordó una noticia que había leído sobre el impacto ambiental de este tipo de artículos y de pañales.
Grupos ecologistas advierten sobre el impacto de los miles de millones de estos productos que pasan a formar parte del sistema de desechos sanitarios mundiales cada año.
Los pañales, por ejemplo, suelen tener rellenos de polímero sintético que pueden tardar hasta 500 años en descomponerse.
Y los productos de incontinencia para adultos, que son varias veces más grandes que los pañales de los bebés, ocupan más espacio. Y la demanda va en aumento.
"Tenemos una población que envejece en todo el mundo occidental", dice Judith.
Por ello comenzó a buscar alternativas, pero solo encontró ropa interior femenina para incontinencia en un grado avanzado y enormes pantalones de plástico.
"Te morirías de vergüenza si alguien te viera usando eso", dice.
"Solo quería hacer algo que pareciera ropa interior normal para que cuando estés en el gimnasio y te quitas la ropa… no estés aterrada de que alguien más la vea".
"Y algo que simplemente se sienta y se vea normal y no contribuya al relleno sanitario", afirma.
Un espacio vacío en el mercado
A Anne le encantó la idea inicial de Judith. Las dos creyeron que habían encontrado un nicho en el mercado y se pusieron a trabajar en ello. Pronto nació Giggle Knickers.
Querían que el producto estuviera diseñado específicamente para la incontinencia urinaria leve como lo que Judith había experimentado, y que absorbiera el líquido sin tener que usar ningún producto desechable.
Encontrar financiación fue lo primero de su lista. Primero intentaron usar el crowdfunding en internet antes de acudir al programa Dragons’s Den de la BBC, que brinda a emprendedores la oportunidad de presentar sus diferentes ideas de negocios a un panel de cinco inversionistas millonarios conocidos como "Dragones" (de ahí el título del programa).
A todos los inversores pareció gustarle la idea, pero no lo suficiente como para dar su respaldo financiero.
Finalmente, las amigas encontraron apoyo económico en forma de un préstamo gubernamental inicial de £25.000 (unos US$32.000).
Estigmatizado
Ambas sabían que la parte crucial del producto era su funcionalidad.
Judith buscó tejidos de vanguardia y de alta absorción, investigó nuevos desarrollos en microfibras e incluso se inspiró en otras industrias como la fabricación de automóviles.
"Llené la casa con un montón de trozos de papel y un gotero y dejé caer agua sobre ellos", dice. "Probé cuánta agua pasaba, puse papel secante para ver cuánto absorbía y luego conté cuánto tardaban en secarse al aire".
Tras las pruebas, crearon las muestras de ropa interior, ensayaron cómo funcionaban y cómo quedaban tras ser lavadas varias veces.
Las creadoras quisieron producir en Reino Unido, pero los altos costos las llevaron a China para que los productos fueran accesibles para los consumidores.
Judith cree que una de las razones por las que el mercado de la incontinencia ha estado relativamente sin explotar es que el tema sigue estando algo estigmatizado.
Anne dice que compañías como Giggle Knickers fueron acusadas de aprovecharse "de la inseguridad de las mujeres" para comprar sus productos, en lugar de incentivarlas a buscar ayuda o intentar hacer ejercicios pélvicos.
Pero ella no está de acuerdo.
"No estamos tratando de decir: ’Oh, no hagas esto y compra nuestro producto’. Estamos diciendo: ’Debes ir a ver a tu médico de cabecera’.Pero mientras tanto, es posible que necesites algo que sea un poco menos vergonzoso y con un poco más de respeto hacia el medio ambiente que comprar protectores".
En los últimos años, varias celebridades como la actriz Kate Winslet o la presentadora de televisión Nadia Sawalha hablaron en público sobre su incontinencia, algo que Anne cree que ayuda a romper el tabú.
"Hay mucha gente entre fisioterapeutas y grupos, ahora en Twitter e Instagram, que intentan que la gente hable sobre esto", dice.
"También les sucede a los hombres, no es solo una cosa de mujeres y, en lugar de avergonzarnos, deberíamos hablar", concluye.
Esta nota forma parte de la temporada #100Women, ganadora de varios premios internacionales, en que la BBC dedica cada año, desde 2013, un amplio espacio a la mujer, y elabora una lista de 100 mujeres de todo el mundo destacadas por sus logros, luchas o experiencias extraordinarias.
Mira toda la información sobre 100 Mujeres aquí
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