Cuando un poderoso terremoto y tsunami afectó la isla de Célebes, en Indonesia, a finales de septiembre, cientos de niños quedaron separados de sus padres. Más de 2.000 personas murieron y grandes áreas fueron declaradas fosas comunes. No obstante, en semanas recientes se han dado algunos reencuentros extraordinarios.
Fikri y Jumadil desaparecen
Marta Salilama había dejado la estufa encendida.
Cuando la tierra tembló con una fuerza increíble, tomó al pequeño Fikri de 7 años, su sobrino nieto, y salió rauda de la casa.
Habían estado cocinando juntos arroz amarillo con pollo frito para vender en un festival en la playa que celebraba el aniversario de la ciudad de Palu.
"Con cosas desmoronándose y cayéndose a su alrededor, corrieron afuera. Estaban temerosos de quedar atrapados dentro", dice su hermana Selfi Salilama, la abuela de Fikri.
Cuando la tierra dejó de sacudirse, Marta dejó a Fikri con unos vecinos que se habían congregado alrededor de una estatua ecuestre que se erige en la bahía de Palu.
Ella fue a la casa para apagar la estufa.
"Cuando regresó, Fikri había desaparecido", cuenta Selfi.
Lo que encontró fue una escena de horror, un rastro de destrucción causado por las gigantescas olas que golpearon la bahía.
Cuando el terremoto golpeó, el pequeño Jumadil, de 5 años, construía castillos de arena en la playa.
Su abuela, Ajarni, que lo estaba cuidando ese día, vendía comida a los que celebraban el festival en la calle que colindaba la playa.
Ese día él había estado muy pegadizo, recuerda.
"Quería que lo cargaran todo el tiempo, así que lo llevaba montado en mi cadera. Finalmente, se aburrió y pidió que lo bajara y se fue a jugar en la arena", cuenta.
Cuando el primer terremoto se sintió, ella intentó frenéticamente alcanzar al niño pero no pudo.
Fue caótico, relata, con gente corriendo en todas las direcciones a medida que la tierra los zarandeaba.
"Cuando me acerqué a la orilla vi un gran muro de agua negra que se me acercaba".
Con las olas monstruosas a punto de golpear la bahía, no pudo mirar más y corrió.
"Corrí lo más rápido que pude, no tenía idea de adónde corría. Cuando el agua me barrió, me aferré a una moto", explica Ajarni.
Las olas finalmente la tiraron a un estacionamiento de un hotel.
Ella había sobrevivido. Pero Jumadil se había ido.
Ahí es donde su marido, Daeng, el abuelo del niño, la encontró.
"No la reconocí al principio porque estaba cubierta de barro y sangre y lloraba. Me dirigí a alguien que conocía y le dije que estaba buscando a mi esposa y me dijo: ’¡esa es ella!’,
"Su cabello estaba cubierto de barro y sangre, eran como fideos. La levanté y pedí ayuda a gritos".
Un motociclista que pasaba los llevó al hospital más cercano.
"Me preocupaba que ella perdiera demasiada sangre. Hubo muchas réplicas, fue aterrador", recuerda el hombre.
La búsqueda desesperada
Las noticias le llegaron a la madre de Jumadil, Susi Rahmatia, que estaba en su casa.
"Mi tío entró apresurado y dijo: ’Hay cadáveres de niños por todas partes cerca de la costa’. Me derrumbé y lloré, estaba segura de que las olas habían matado a mi hijo".
"Esa noche mi esposo fue a buscarlo. Cuando se encontró con un cuerpo de un niño, se derrumbó y lloró".
Por la mañana, Asmudin, el otro abuelo del niño, se unió a la búsqueda.
"El aire alrededor de la playa estaba inundado por el olor de los cadáveres. Busqué y busqué durante horas, descalzo. Miré bajo los escombros y en lugares donde pensé que podría haber sido arrastrado por las olas", dice.
La familia de Fikri, de siete años, también lo buscaba desesperadamente.
Su abuela, Selfi Salilama, dice que temían que él también estuviera muerto.
"En el hospital, abrimos una bolsa de cadáveres tras otra con restos de niños", recuerda.
"Cada vez, una ola de miedo se apoderaba de nosotros. Y decíamos: ’Alá, haznos lo suficientemente fuertes como para hacer esto’, y cada vez manteníamos la esperanza de que no fuera Fikri".
"Estábamos casi seguros de haberlo perdido. Sabíamos que su hermano de 10 años había muerto. Pero en mi corazón, tenía una pequeña esperanza de que tal vez Fikri se hubiera escapado a tiempo".
Los padres de Fikri se enteran
Los padres de Fikri viven y trabajan a 600km de distancia, en Gorontalo.
Con las telecomunicaciones caídas, Selfi dice que no pudo contactarlos. Ella también estaba un poco asustada de decirles lo que había pasado.
"No quería que todos entraran en pánico y se preocuparan. Queríamos buscar primero y darles noticias con cierta certeza", señala.
Pero dada la magnitud del desastre era imposible mantenerlo en secreto.
"Lo vimos todo en la televisión. Me quedé sin palabras. Mi esposo Iqbal se fue inmediatamente a Palu. Me quedé aquí para cuidar de mis hijos más pequeños", dice Susila.
Cuando Iqbal As Sywie llegó a Palu y supo que sus dos hijos estaban desaparecidos, quedó devastado.
"Estaba enojado y muy molesto y nos decía: ’¿Por qué no cuidaron mejor a mis hijos?’. Tuve que calmarlo diciéndole que esto estaba fuera de nuestras manos. Que si Alá quería llevárselos, teníamos que aceptarlo", evoca Selfi.
Informaron que Fikri había desaparecido en los puestos de protección infantil establecidos en toda la ciudad.
También hicieron entrevistas con las estaciones de televisión locales y les dieron detalles sobre su hijo desaparecido.
La ayuda de las redes sociales
El tío de Jumadil publicó un aviso en una página de Facebook para sobrevivientes de esa ciudad, esperando que alguien reconociera la foto de su sobrino.
La hija de Sartini vio la foto y pensó que se parecía mucho al niño que su madre estaba cuidando.
La esposa de un imán local, Sartini, se había encontrado con el niño en una estación de policía después del terremoto.
Ella recuerda que él estaba llorando incontrolablemente, simplemente repitiendo a gritos "mamá" y "papá".
"Lo convencí diciéndole: ’Tu madre todavía está comprando leche para ti’", le contó Sartini a la agencia AFP. Se hizo amiga de él y lo cuidó.
"Lo que vieron en Facebook eran fotos viejas de Jumadil, así que al principio no estaban seguros de si realmente era él", cuenta la madre del niño, Susi.
"Pero cuando leyeron los detalles en el post acerca de lo que llevaba puesto ese día, una camisa a rayas rojas y que sus pantalones estaban sujetados con una cuerda porque eran demasiado grandes, fue cuando supieron que era el mismo niño".
Una marca de nacimiento en el cuello confirmó que efectivamente era Jumadil y se organizó un encuentro con los padres del pequeño.
"No podía dormir, pensé en él toda la noche, preguntándome quién salvó a mi niño", indica Susi.
El reencuentro
Jumadil salta de una moto a los brazos de su madre. Su emotiva reunión después de cinco largos días es capturada en video.
Él se aferra a ella mientras ella lo sofoca con besos, las lágrimas corren por sus caras. Jumadil llora tan fuerte que jadea para poder respirar.
"Me abrazó tan fuerte, como si nunca fuera a soltarme, sus piernas me envolvieron como un mono", recuerda Susi.
"No hablamos. Estaba muy asustado. Había mucha gente alrededor de nosotros. Solo intenté mostrarle que ahora todo iba a estar bien".
Ella esperó varios días antes de finalmente preguntarle qué había pasado.
"Le pregunté suavemente: ’¿Qué pasó ese día, mi pequeño?’, y él dijo: ’Estaba jugando en la arena y no entendía por qué el mundo entero estaba temblando’".
"’Entonces, ¿quién te recogió?’, pregunté. Dijo que fue un agente de policía. Intentamos descubrir quién era, pero no hemos podido".
Creen que esquivó el tsunami por cuestión de minutos.
Encuentran a Fikri
Pasaron más días y la familia de Fikri estuvo cerca de perder la esperanza, cuando un trabajador social llegó a su puerta.
"Tenía una foto y dijo: ’Señora, ¿es este su nieto?’. ¡Y era él! Empezamos a decirles a todos: ’¡Tienen a Fikri! ¡Han encontrado a Fikri!’. Todos nos reunimos y simplemente lloramos y lloramos".
"Nos dijeron que estaba vivo y que estaba en North Morowali. No teníamos idea de cómo había llegado hasta allí".
Había terminado a 500km de distancia.
No fue hasta que tuvieron a Fikri en sus brazos, tres semanas después de su desaparición, que la familia comprendió cómo había terminado allí.
Kadek Ayu Dwi Mariati, una estudiante universitaria de 20 años, dice que encontró a Fikri a un lado de la carretera.
Él estaba herido, recuerda, y estaba clamando por su madre y su padre. Solo llevaba una camiseta.
"Para decir la verdad, mi primera preocupación fue salvarme la vida, estaba tan asustada", contó.
"Pero luego pensé que si no salvaba a este niño, ¿quién lo haría? Me detuve y le pregunté dónde estaban sus padres. Dijo que se habían ido y que su casa había sido destruida, así que le dije que me acompañara a un lugar más alto".
Cuando los padres de ella llegaron a Palu a buscarla, unos días después, Fikri no quiso dejarla.
"No quería quedarse, quería estar conmigo. Así que vino a casa con nosotros a nuestro pueblo", dice ella.
"Informé a la policía y a los trabajadores sociales y les dije que si alguien estaba buscando a este niño, él estaba conmigo. Me dijeron: ’No se lo entregue a nadie’, porque en ese momento había temor al tráfico de niños".
A medida que pasaban las semanas sin noticias, su familia fue estableciendo un estrecho vínculo con Fikri.
"Es un niño realmente bueno. No me causó ningún problema. Lo echo mucho de menos ahora y me sentí un poco triste al verlo marchar, pero al mismo tiempo estoy tan agradecida de que su familia esté viva y de que pueda regresar con ellos".
El milagro
Su reencuentro también fue captado por las cámaras. Los trabajadores sociales le dijeron a su familia que esperaran en una tienda de campaña. En las imágenes se ve que nadie habla y se miran las manos con nerviosismo.
Luego lo trajeron. "¡Alabado sea Dios!", gritaron mientras abrazaban a Fikri y lo sostenían con ternura.
Fikri estaba radiante, vestido con una camisa limpia a cuadros y unos vaqueros.
"Lloramos, lo abrazamos y lo abrazamos", recordó Selfi.
"Estaba tan feliz, pero también triste. Me llené de alegría porque Alá nos había dado más tiempo con él, pero también estaba triste de que alguien más lo hubiera salvado. Solo podíamos llorar y dar gracias a Alá".
El trauma
Los padres de Fikri lo han llevado a vivir con ellos a Gorontalo. Las escuelas no han vuelto a la normalidad en Palu y lo quieren cerca de ellos.
"Él no quiere que lo dejen solo, ni por un segundo. Nos dijo: ’Si me dejan y la tierra tiembla otra vez, ¿dónde voy a ir?", cuenta su madre Susila, por teléfono.
"Tenemos que esperarlo fuera del aula. No hablamos de lo que sucedió. Si surge el tema solo llora. Su hermano mayor nunca regresó".
Su abuela habla con él a menudo. "Muéstrame tu sonrisa", le grita por teléfono.
"¡Ah, ahí estás! Ahí está el niño más guapo de Gorontalo", le dice con cariño.
De vuelta a la playa
Jumadil también está traumatizado, pero cada tarde tiene que volver a la misma playa para ayudar a su madre a vender maní.
"Todavía tiene flashbacks; si las luces se apagan, salta y corre a mis brazos preguntando ’¿por qué están apagadas las luces, mamá?’. Cuando el terremoto golpeó, todas las luces se apagaron y estaba negro".
Mientras estamos hablando en su puesto, otra madre aparece y cuenta que su hijo desapareció durante cuatro días.
Él también estuvo atrapado en las olas, dice ella. Ahora es una pesadilla hacer que se bañe. Le aterroriza el agua.
Mientras su madre atiende a un cliente, el abuelo de Jumadil, Daeng, lo lleva a caminar entre los escombros.
Todavía no puede creer que su nieto haya regresado.
"Es difícil para un hombre común como yo entenderlo", dice.
"Si lo piensas lógicamente es asombroso que se salvara, dado el poder de las olas que destruyeron todo", afirma.
"Los edificios se derrumbaron así que los humanos no tenían mucha oportunidad. Muchos policías murieron. Realmente quisiera saber quién salvó a nuestro niño."
"Es un absoluto milagro que haya vuelto".
Todas las imágenes tienen copyright.
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