El escritor Gilmer Mesa recibió en 2015 el Premio Nacional de Novela de Colombia por un relato que tituló "La cuadra".
La novela, considerada uno de los testimonios más fidedignos de cómo era la vida de un barrio de Medellín durante los años más conflictivos de la guerra de Pablo Escobar contra el Estado colombiano, se ha convertido en un documento literario necesario para entender una era.
Con motivo de los 25 años de la muerte del capo que se cumplen este 2 de diciembre, Mesa decidió relatar para BBC Mundo cómo fue vivir su niñez y su adolescencia en medio de aquel terrible escenario . En su caso, definido sobre todo por un hecho que marcó su vida para siempre: el asesinato de su hermano mayor Alquívar, quien pertenecía a una banda delincuencial que actuaba en los barrios de la ciudad por aquellos días.
La relación con mi hermano Alquívar era lo más maravilloso del mundo. Creo que él era la persona que más me quería en la vida y yo creo que él era la persona a quien yo más quería en el mundo.
Y su asesinato fue algo que me cambió para siempre.
Nosotros vivíamos en el barrio Aranjuez, ubicado en la comuna Nororiental de Medellín. Vivíamos mi padre, mi madre, mis dos hermanos y mi abuela en una casa muy pobre y pequeña.
Era tan pequeña que mis papás habían acondicionado la sala como un cuarto. En otro cuarto vivían mi abuela y mi hermano menor y, en el que quedaba, mi hermano Alquívar y yo.
La casa era de bahareque, muy pobre. Tenía goteras, pero igual era de una familia que se quería mucho. La familia más cariñosa del mundo. Pequeña, pero que después de la peor tragedia que le pudo pasar, siguió queriéndose mucho.
Para nosotros el barrio, la cuadra, eran nuestro universo. Mis primeros recuerdos de la cuadra son los de un lugar luminoso. Muy cálido. Las calles y las aceras eran como un refugio, porque nosotros fuimos de la generación que se crió en las calles.
Ahí aprendimos todo. Jugábamos a la chucha [un juego infantil de perseguirse unos a otros], la golosa [rayuela] y mucho, pero mucho, al fútbol.
Durante muchos años fue un lugar así, luminoso, feliz. Recuerdo las navidades: durante esa época del año toda la cuadra era como una misma familia. Se cocinaban chicharrones para todo el mundo y uno soñaba con lo que le iba a traer el niño Dios.
También recuerdo el día de los brujos, los Halloween. Todos en la cuadra participaban en eso, los niños salían con sus papás a pedir dulces. Era un gran lugar para vivir.
Miedo
Por supuesto que pasaban cosas. Nos dimos cuenta cuando el barrio comenzó a calentarse, pero no fue por eso que se me despertó el miedo al lugar donde vivía.
Eso ocurrió cuando mi hermano comenzó a meterse con el combo de la esquina. Cuando yo me di cuenta que eso pasaba, que mi hermano iba escalando en la banda, fue cuando comencé a tener miedo todos los días y a todas horas.
Porque nosotros sabíamos que los ’pelaos’ de la esquina hacían cosas raras, ya habíamos visto muertos en el barrio. El día que él comenzó a meterse con esa gente, la cosa dejó de ser algo teórico para pasar a convivir con el miedo en la casa.
A mí eso me transformó la visión que tenía del barrio.
Mi hermano y yo éramos confidentes. Y me contaba todo. Compartimos el cuarto, la ropa. Recuerdo que gracias a sus actividades se había comprado una grabadora enorme donde escuchábamos salsa todo el tiempo.
Pero [la casa] fue también el lugar donde me mostró los fierros [armas] que utilizaba en sus actividades. Donde me enteré de lo que estaba haciendo. Porque él, para protegerme, nunca me contaba lo que hacía exactamente, pero yo lo conocía tanto… y además, donde vivíamos era imposible no saberlo.
El barrio Aranjuez era la base de la banda Los Priscos [liderada por los hermanos David Ricardo y Armando Prisco, y desmantelada en 1991], uno de los principales brazos armados de Pablo Escobar en las comunas de Medellín.
Hay algo que me quedó claro de esos años, y es que Pablo Escobar fue un tipo miserable, uno de los tipos más oscuros que tuvo Colombia. Pero sí hizo algo que no hicieron el resto de los bandidos colombianos, que fueron miles: obligó al Estado a que pusiera atención a lo que pasaba en los barrios populares.
A los barrios populares el Estado nunca llegó. Y llegó cuando este ’man’ hizo visible los barrios populares. Y por eso, antes de todo este disparate de la guerra y todo lo que ha pasado, los dueños del barrio y de la cuadra eran Los Priscos.
Ellos eran los que resolvían los conflictos familiares y pagaban las fiestas. Ellos eran los dueños.
Venganza
"Mi hermano siempre me protegió mucho. Siempre me cuidó de que no hiciera las cosas que él hacía: que no me fuera a aparcar en la esquina de la cuadra, que no fumara marihuana, que yo no estuviera en vínculos con él.
Pero eso era muy difícil, además porque lo compartimos todo. Y yo me enteraba en la calle de las que cosas que estaban pasando. Así que pensar que algún día lo podían matar era algo que siempre estaba presente.
La última vez que lo vi fue el mismo día en que lo mataron. Nos vimos en el desayuno y nos despedimos normalmente.
Él terminó de desayunar y me dijo: "Ahora hablamos".
Y le respondí: "Sí, ahorita hablamos". Eso fue lo último que le dije.
Yo me fui a hacer mis cosas. Era 1991 y yo tenía 14 años. Recuerdo que ese día fui al colegio y por la noche me fui a ver un partido de baloncesto entre los Paisas de Antioquia y los Sabios de Caldas y regresé tarde, como a las 10 de la noche.
Cuando entré en la casa, él no había llegado. Y a mí me dio una sensación tan maluca… Me fui al cuarto, saqué una cajetilla de cigarrillos que él tenía guardada en un lugar que solo sabíamos los dos y me fumé uno.
A las 12 de la noche tocaron la puerta. En Medellín, cuando a alguien le tocan la puerta a la medianoche, sabe que algo malo pasó. Era la mamá de un muchacho del combo en el que estaba mi hermano y nos dijo que habían matado a Alquívar.
Su muerte me destruyó algo por dentro.
Durante los días siguientes, sus amigos del combo me buscaban para contarme cómo habían matado mi hermano y quiénes habían sido. Me decían que buscara venganza.
Pero yo no quería saber nada de eso. No solo estaba la profunda tristeza de haber perdido a mi hermano, sino el efecto que vi que eso había tenido con mis padres.
Envejecieron de un día para el otro. Siguieron siendo los mismos padres cariñosos de siempre, pero a partir de ese día perdieron la sonrisa, la alegría de vivir.
Escribir
Con el tiempo, me enteré de quiénes eran las personas que habían matado a mi hermano. También me enteré cuando los mataron.
A pesar de la tragedia decidimos quedarnos a vivir en Aranjuez. Yo sigo viviendo allí y amo el barrio.
En ese entonces era poco lo que leía, pero después terminé estudiando Filosofía y Letras. Ahí me di cuenta de que lo yo quería era contar todas esas historias que había vivido y escuchado en el barrio.
Pero sobre todo, contar la historia de mi hermano.
Y escribí más de 100 cuentos. Todos malos, porque me di cuenta lo difícil que es escribir. Pero un día me encontré escribiendo un relato que se acercaba a lo que yo quería contar y decidí entonces convertirlo en una novela.
La titulé "La cuadra times".
Un día me llamaron para decirme que ese relato se había ganado el Premio Nacional de Novela. Para mí era demasiado importante, porque significaba que escritores de renombre que estaban en el jurado me daban un aval como escritor y apoyaban ese relato sobre el barrio.
Que no era un relato truculento sobre la muerte en Medellín. Era un relato profundo de cómo ese dolor nos había desgarrado como familia.
El día de la premiación asistí con mi madre. Y quise que fuera así, porque era el día más feliz de mi vida a partir de un hecho que había sido sin dudas el peor.
Ahora, cuando han pasado 25 años de la muerte de Pablo Escobar y de mi hermano, creo que lo peor que le pasó a Colombia fue que se "escobarizó".
El tipo fue nefasto. Y lo que hizo fue gravísimo. Fue el único civil que le declaró la guerra al Estado, que creó una "escobarización" de la sociedad donde la gente ve que el único camino es el del dinero fácil, el de una sociedad que dice "usted no sabe quién soy yo" y todo lo resuelve matando.
Que los narcos y los pillos piensen como narcos y pillos me importa un carajo, porque la sociedad los tiene que combatir y son tipos que hacen cosas ilegales.
Lo que me llena de indignación es que la gente del común, es decir la gente que llamamos "buena", haya adoptado esa "escobarización". Y ellos también se comporten como pillos y como narcos".
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