Compra menos carne y leche. Camina en lugar de conducir un auto. Cuelga tu ropa a secar en un tendedero.
Todas estas son cosas que nos dicen que podrían ayudar a salvar el planeta. Pero, ¿que tan lejos iríamos para conseguirlo?
Y ¿qué impide que hagamos aún más?
La BBC les planteó el desafío a tres personas: que hicieran cuantos cambios fueran posibles durante una semana para vivir una existencia más "verde".
Esto fue lo que pasó.
Charlotte Cumming
Quién soy: Tengo 25 años, ocupo un buen cargo en una firma de consultoría y vivo donde quiera que me lleve mi siguiente proyecto. Mi hogar es en Fife (Escocia) pero por ahora estoy viviendo y trabajando en Glasgow, lo que significa que puedo ir a todas partes a pie. Me gusta cocinar y socializar con mis amistades y mi equipo.
Mi semana: Realmente me esforcé a consciencia para no comprar carne o pescado. Consumir alimentos vegetarianos o veganos no fue muy difícil, pero al salir a restaurantes era más complicado porque las cosas se ven tan tentadoras. Confieso que me comí un curry de camarones un día.
Evitar tomar leche de vaca no fue un problema -ya tomo leche de soya, prefiero mi café negro y acabo de descubrir la leche de avena con sabor a chocolate–. Probé parmesano vegano por primera vez y me sorprendió que supiera como el queso de verdad y hasta se derrite.
Intenté no arrojar nada a la basura (congelé espinaca antes de que se echara a perder) y compré verduras sueltas en lugar de empacadas.
Mi cambio más grande fue inspeccionar la procedencia de los alimentos. Un día mis arándanos venían de Perth, Escocia, el siguiente de Perú. Pero los rótulos en ambas cajas implicaban que eran productos locales. Hasta mi calabaza de "temporada" venía de España.
Cuando empecé a prestar unos segundos de atención (y, en realidad, es todo lo que toma) para confirmar el lugar de procedencia, me sentí más inclinada a optar por lo local.
Miré documentales, incluyendo "Mission Blue" (sobre la famosa oceanógrafa y bióloga marina Sylvia Earle) y "Cowspiracy" (sobre cultivos intensivos), y empecé a seguir en internet a Zanna Van Dijk y The Happy Pear (blogueros activistas del medio ambiente) en busca de inspiración e información.
Mis amigos y yo discutimos cómo las redes sociales pueden inspirartepero, al tiempo, hacerte sentir tan lejos de tus objetivos -acabas de comprar un café en una taza reutilizable y luego lees algo sobre "moda rápida" (confección de rápida producción masiva, supuestamente más contaminante) y piensas: "¡Dios mío!, acabo de comprar esta playera".
Hablé con mis colegas de trabajo, que se la pasan entrando y saliendo de hoteles, sobre la posibilidad de llevar y dejar envases plásticos grandes de cosméticos en la oficina o en los hoteles en lugar de comprar las miniaturas cada semana.
Uno de ellos me dijo que, cómo en los hoteles no se puede reciclar las envolturas de las comidas para llevar, se los lleva a la oficina donde hay papeleras de reciclaje.
En Glasgow, camino a todas partes pero, en el pasado, mi trabajo implicaba conducir, volar, tomar el tren y el autobús para llegar a la oficina. Sin embargo, cuando es posible, hacemos videoconferencias con los colegas y los clientes.
Lo que aprendí:
- Lee las etiquetas: ¿son productos locales?
- Compra un mínimo de carne, responsablemente criada y directo del carnicero (menos empaque plástico)
- Infórmate poco a poco
- Prueba el queso vegano con mente abierta
Consejo principal: Compra una taza para el café, una botella de agua y un contenedor de plástico reutilizables -y úsalos de verdad.
Claudia Neuray
Quién soy: Una estudiante de historia, saludable. Visito el gimnasio cuatro veces a la semana, como huevos y pollo para mantener mis niveles de proteína. Me desplazo principalmente por Manchester en autobús o a pie, comparto una casa -pero no usualmente las comidas- con mis compañeros de piso. Tengo 20 años, me crié en una familia amante de la naturaleza, en Bélgica, donde nunca arrojamos la comida y las sobras siempre eran para el día siguiente.
Mi semana: Vivir en Reino Unido -donde todo está disponible y el alojamiento de estudiantes incluye las cuentas de servicios- significa que la gente deja los grifos abiertos, las luces encendidas y suben la calefacción tan alto como pueden. Eso es un problema.
Todos los días me tocaba apagar la calefacción o bajarla a 18 grados centígrados. También compré cinta aislante para sellar las corrientes de aire en mi dormitorio. Hice un esfuerzo consciente para tomar duchas más cortas y usar menos agua al lavar los platos.
Para el desayuno, reemplacé los bananos con peras hervidas cultivadas en Reino Unido y compré leche de soya por primera vez en mi vida, pero no me convenció. La leche de vaca sabe mejor y siempre compramos leche comunal para el apartamento.
Una noche preparé un estofado vegano para mis compañeros de piso: todos los vegetales fueron cultivados en Reino Unido excepto las habas y las lentejas. Nunca les había cocinado antes y temía que lo iba a hacer mal. Pero de veras les gustó.
Intenté, infructuosamente, encontrar un champú ecológico, pero cuestan hasta US$10 y yo suelo gastar unos US$4.
Sin embargo, invertí unos US$25 en una copa menstrual para reducir el desperdicio y ahorrar dinero (una mujer gasta un promedio de US$6.240 durante su vida en productos para la regla, de acuerdo a la organización benéfica Bloody Good Period). A mis compañeras de piso le pareció asqueroso pero yo encontré que era igual de útil una vez te acostumbras.
Lo que aprendí:
- Sólo toma dos o tres días hasta que se vuelve automático pensar: compra suelto, compra local y lleva tu propia bolsa
- Es ridículo todo el envoltorio de la comida. Creo que es algo muy británico envolver la fruta en plástico y cartón, nunca lo verías en Bélgica
- No subas la calefacción, ponte un suéter
- Para mi sorpresa, me he convertido casi completamente en vegetariana desde el desafío. Ni siquiera compro ya pollo
Consejo principal: Prepara tus comidas al comienzo de la semana para reducir el desperdicio de plásticos y alimentos y ahorrar dinero
Andy Harris
Quién soy: Tengo 31 años, soy maestro de escuela primaria y vivo en Bicester, Oxfordshire (al noroeste de Londres), con mi pareja e hijo de año y medio. Desde que él nació he estado pensando más en el tipo de mundo en el que él y mi clase de niños de entre 9 y 10 van a vivir.
Mi semana: En casa, preparé una cantidad de pequeños y simples cambios que pronto se volvieron rutina. Mi hijo usa pañales desechables que usualmente envuelvo en una bolsa plástica antes de tirarlos. En su lugar, sólo envolvimos los que están defecados.
Ya no lo bañamos en bañera, sino que le damos una ducha con una manguera, que consume menos agua y todavía le permite jugar con sus paticos. Le encantó.
Mi gustan mis lácteos y mi carne demasiado para haber hecho cambios dietéticos y mi hijo está teniendo problemas en este momento con la alimentación, así que seguimos con la comida normal. Sin embargo, llevé las sobras de la noche anterior en un contenedor al trabajo.
Cerré el grifo cuando me cepillaba los dientes o me los cepillé mientras me duchaba.
Controlé la calefacción, que pocas veces subí más de a 15 grados centígrados (nuestra casa está bien aislada) y cargué mi teléfono móvil antes de ir a dormir para que no se quedara cargando durante toda la noche.
En la escuela, hablé sobre los cambios que estaba haciendo en mi vida y les pedí a cada uno de los niños que hicieran un cambio en sus casas. Sus cambios incluyeron apagar las luces cuando salían de una habitación; usar una linterna o lamparita para leer al acostarse; usar botellas de agua reutilizables y apagar la televisión desde el interruptor del aparato.
Aproximadamente 80% de ellos lo hicieron durante toda la semana y me sentí orgulloso de que hubieran participado.
El cambio tiene un efecto de propagación. Como maestro, puedes ejercer influencia sobre 30 niños que, a su vez, pueden influir a 60 adultos.
A la edad de 9 y 10, los niños son muy positivos, solidarios y absorben todo, como esponjas. El próximo año, planeo hablarles de energía y el cambio climático en las clases de ciencia.
Lo que aprendí: Somos una sociedad de usar y tirar. No reparamos más las cosas ni nos damos cuenta de todo lo que desperdiciamos. Deberíamos ser más conscientes de lo que usamos y por qué lo usamos y cuál es su impacto en el medio ambiente y el mundo.
Consejo principal: Carga tu teléfono en modo avión mucho antes de irte a la cama (sólo toma una hora y reduce el riesgo de incendio).
Para averiguar el impacto climático de lo que comes y bebes, elige uno de los 34 alimentos de nuestra calculadora y la frecuencia con la que lo consumes.
* Las cifras de cada alimento en la calculadora corresponden a promedios globales. Si no puedes ver la calculadora de alimentos, haz clic aquí.
Diseño de Prina Shah, desarrollo de Felix Stephenson y Becky Rush.
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