Uno de los objetivos del periodismo es ocasionar la opinión pública, pues los medios de comunicación son los principales forjadores de esta. Aunque es interesante conocer qué opinan nuestros lectores y audiencias realmente, es la opinión pública un asunto abstracto y personal. Actualmente son las redes sociales como medios de comunicación las portadoras del grupo flotante de lectores más grande que emite opinión pública. Si usted observa las entregas periodísticas o, por ejemplo, estas columnas, notará que hay un apartado para comentarios, que no es otra cosa que la opinión suya sobre determinado tema. No hay que ser erudito para comentar, pero hay opiniones y opiniones que, en ocasiones, son difíciles de entender por falta de claridad y precisión. Ello sin contar con las faltas de respeto a las personas por el fanatismo político. El respeto y la información son parte de los factores esenciales para emitir una opinión. Si usted respeta, será respetado.
Con las opiniones de las audiencias se busca conocer su percepción sobre los asuntos que en estos momentos nos preocupan como pueblo. Es indispensable conocer el pensamiento de la sociedad. Los que opinan se han vertido en las redes sociales más que otros medios debido a la accesibilidad. Escribe lo que quiera en la página cibernética social o se ciñe a los 140 caracteres de Twitter. Afortunadamente, hay filtros que pueden detectar información publicada que atente contra la sensibilidad del público. Un ejemplo son los desafortunados casos en los que varias personas han publicado videos perturbadores. Pero, indudablemente, la balanza se ha inclinado del lado de las redes sociales por el poder que tienen de provocar a los seguidores al iniciarse un diálogo que a veces termina en discusiones. Si usted revisa sus redes sociales, puede contar con la mano los amigos que aportan ideas. La mayoría comparte información no relevante o publica su vida social. Tengo una que le encanta opinar sobre los asuntos del país y me parece genial, porque sus comentarios le generan críticas con respeto y likes que ya quisieran otros tener. El asunto es que ha tomado una medida, a mi juicio, muy valiente: eliminar de los “amigos” aquellos que solo publican chismes, grocerías, imágenes maltratantes y mensajes místicos. Entiendo su valoración y la respeto, pero los eliminados no. Así que ahora tiene más enemigos que amigos porque no entienden por qué los eliminó. La herida no emana sangre, pero es difícil explicar la función de las redes sociales cuando el gusto es distinguido y de pura información más que chismes o fotos.
Hay que tener cuidado cuando el diálogo irrespetuoso se convierte en protagonista de la comunicación y se le da credibilidad. Si bien se valora al que comenta y opina, recuerden que esa persona no contrasta información, por lo que el comentario es solo eso: un comentario. El poder de dominio de las opiniones en las redes sociales es alto e incluso llega a manipular el gusto de las audiencias, crear tendencias y construir los marcos de interpretación de acontecimientos sociales que otras personas repiten. No tenemos el control de todo aquello que queremos ver o escuchar. Por eso valoro la decisión de mi amiga de controlar quién sale y entra de sus redes sociales.
¿Qué debemos hacer para contribuir a la opinión pública informada? Lea, interprete y edúquese. No haga de su opinión pública una obsesión. Provoque a la audiencia de una manera respetuosa y difiera con puntos de vista que construyan y no hiera a los demás. No son necesarias las palabras obscenas. Los comentarios se pueden convertir en una herramienta vital de valoración del trabajo que hacemos y una voz muy potente a la hora de comercializar un producto, como es el contenido informativo. Pero de esa parte hablaremos en otra columna.
Las opiniones y valoraciones son muy importantes para medir por dónde vamos. Críticas con argumentos son aceptadas y bien recibidas porque así mejoramos. Si la opinión aporta a la construcción social y política del país, mejor, porque los actores que han dejado al país mal los leen y tienen las herramientas para reparar los daños causados.