Ya lo sabemos. La próxima década será una de retos constantes para Puerto Rico. Es un hecho ampliamente discutido que la crisis económica, lejos de mejorar, incluso podría tocar un fondo aún más bajo. Pero hay un elemento que, atado a la crisis económica y la abultada deuda del país, amenaza con acabar con nuestra sociedad como la conocemos: aquí no nace gente. O, al menos, no la suficiente. Y usted tal vez dirá: “Qué bien, ¿no?”. Pues no. En esto, como en otra tantas cosas que han sido la norma durante años, hay que aprender a desaprender. Por las pasadas décadas se nos enseñó —e incluso se nos incentivó— a tener menos hijos. Esto, sin embargo, comienza a pasar factura con letras mayúsculas.
Es probable que los únicos preocupados por todo esto sean los demógrafos. Esos expertos poco consultados en la isla han estado monitoreando nuestra población durante décadas y lo que concluyen es preocupante. Si la baja tasa de nacimientos en la isla continúa, el país está destinado a desaparecer. “Este tipo exagera”, dirá usted. Hable con demógrafos o economistas y cambiará de opinión. Mire el panorama.
Tal y como hemos discutido antes desde este foro, el 2016 terminó con más muertes que nacimientos. Hace una década, en la isla se registraban unos 65 mil partos anuales. Pero eso es historia antigua. Se espera que el 2017 termine con solo 28 mil. Esos números nos colocan con lo que los demógrafos llaman una “tasa de fecundidad total” de un 1.4 hijos por mujer. Y eso es un peligroso déficit poblacional. Para que un país sea capaz de sustituir a las personas que mueren, es preciso que tenga una tasa de fecundidad total de 2.1 hijos por mujer. Pero, ante la realidad actual, Puerto Rico debería tener esa tasa de 2.1, de manera ininterrumpida por los próximos 15 años si es que quiere cuando menos sustituir a las personas que mueren.
A la peligrosa baja de nacimientos se suma la alta tasa migratoria que vive la isla, con cerca de medio millón de personas que han abandonado Puerto Rico en la pasada década. Añada un dato más a la fórmula. En 2015, el 23 % de la población tenía 60 años o más, mientras que las personas entre 15 y 39 años (en plena edad reproductiva y productiva) apenas superaban el 24 por ciento.
¿El efecto de todo lo anterior? Una población joven diezmada. Si nacen menos personas y mueren más, ¿quién sustituye la población? Si no hay suficientes personas en edad productiva y aumenta el número de pensionados, ¿quién mueve la rueda económica? ¿Quién trabaja? ¿Quién paga contribuciones? ¿Quién paga las pensiones de los futuros pensionados? Si hay menos personas que consuman, ¿qué pasará con nuestra economía basada en el consumo? ¿Se siente preocupado ahora?
Los efectos del explosivo coctel entre baja natalidad y migración ya comienzan a pasar factura, aunque no lo reconozcamos. Ya hay escuelas cerradas por falta de matrícula. A eso sume que la cantidad de graduados de escuela superior es menor y esto supone un problema para las universidades que ahora deben competir aún más por quedarse con los potenciales universitarios. De igual manera, la composición de camas en los hospitales se ha alterado, con menos camas destinadas a obstetricia y más a medicina interna.
Y mientras el problema sigue ganando terreno y los expertos anticipan el caos, los gobiernos —como en muchos otros asuntos— parecen quedarse en la superficie y a la vuelta de la esquina no se divisan respuestas de política pública. Ejemplos de qué hacer no faltan. Europa enfrenta el problema del envejecimiento poblacional desde hace casi 20 años y allí se han movido a incentivos que promuevan la natalidad. Porque tener un hijo es asunto caro. Según USDA, un hijo puede costar cerca de $10 mil dólares al año. Así los expertos recomiendan hacer “la carga” menos pesada para los futuros padres, de manera que se animen a “reproducirse”. Por ejemplo, en Francia, el Estado ha desarrollado una red de centros de cuido para que los padres puedan reincorporarse al trabajo más rápido y se ahorren los costos de cuido. Otras jurisdicciones han apostado a exenciones contributivas para parejas con más de un hijo o para quienes paguen educación privada o cuidos extendidos. Cualquiera que sea la solución es preciso comenzar a darle forma. No actuar hoy supondrá el final del país como lo conocemos. Y eso, señores, no es problema pequeño.