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Por un consenso popular

El Partido Popular Democrático está ante un momento definitorio. Algunos analistas prevén que es inminente su desaparición o, al menos, una fragmentación de la colectividad ante las serias divisiones ideológicas en el liderato. En cambio, yo veo la posibilidad de un nuevo consenso popular, que fortalezca a la organización de cara al 2020 y a una nueva década de oportunidad y progreso.

El primer paso para lograr ese consenso es provocar un diálogo en el partido. No un diálogo de rencores ni de planteamientos jurídicos. Reconocer que todos los sectores han culpado a los demás, les han propinado epítetos —inmovilistas, separatistas o colonialistas— y han procurado quedarse con el derecho legítimo a llamarse populares tiene que ser el punto de partida. Siempre habrá alguien que señale al otro como el que originó la controversia. Siempre habrá alguien que tenga un mejor argumento legal que el de uno. Y, al final del día, el debate acaba, en el mejor de los casos, en un tranque y, en el peor, en la eventual destrucción del PPD.

El diálogo que propongo es uno donde nos escuchemos hablar desde el corazón. Donde cada cual pueda expresar por qué es popular, estadolibrista o soberanista. Un diálogo en que el propósito no sea “ganar” el debate, sino lograr un entendimiento más profundo del porqué de las posiciones que cada uno asume.

El segundo paso es definir unos principios y valores que todos compartimos, aun en el tema del estatus, y exigir adhesión y fidelidad a los mismos. El partido tiene que representar algo. Ese ideal podrá ser uno inclusivo, pero no puede ser totalmente carente de contenido. Y, sin duda, para que sea un partido eficaz, tanto en campaña como en el gobierno, tiene que haber disciplina en aquellos puntos sobre los que coincidamos.

En febrero de este año, propuse en las páginas de este rotativo que podíamos unirnos en torno a una propuesta puertorriqueñista y antianexionista. “Todos queremos defender nuestra puertorriqueñidad, mantener nuestra ciudadanía estadounidense y lograr mayor autonomía y gobierno propio. Cómo lo alcanzamos es menos importante que el coincidir en unos valores fundamentales. Cuando se dé la oportunidad de sentarnos a la mesa de buena fe con el Gobierno federal —como cuando se dio en 1952—, es el PPD el que podrá aglutinar esas fuerzas y lograr esos acuerdos. Si las aspiraciones colectivas de nuestra base se reúnen en un ELA mejorado o soberano, en un modelo como el de las Islas Marianas del Norte, o con una fórmula de libre asociación, estoy confiado en que el partido podrá canalizar el apoyo necesario hacia esa alternativa”.

Esa posición reconoce la realidad del momento histórico que vivimos. Del mismo modo que el ambiente actual no es propicio para la estadidad, tanto por la situación económica local como por el ecosistema político en Washington, tampoco es propicio para negociar un estado libre asociado mejorado o una libre asociación con ciudadanía. Siempre que partamos del consenso ideológico que propongo, sin socavar los cimientos del estatus actual y de la gesta autonomista de 1952, cada sector podrá continuar elaborando sus propuestas de estatus desde el seno del partido y dentro de los linderos acordados.

Finalmente, necesitamos una mirada fresca y esperanzadora ante los retos que enfrenta el país. No podemos rendirnos ante la desesperanza ni creer que estamos totalmente maniatados. Toda fórmula de estatus, incluida la actual, tiene sus ventajas y sus debilidades. Pero igual tenemos que detener el derrotismo, los cambios constantes en políticas públicas, la obsesión con deshacer todo lo que haga el contrario y la agenda destructiva que busca obstaculizar el progreso con tal de adelantar causas sectarias.

El PPD debe llegar a consensos internos, luego de un proceso de discusión amplia dentro y fuera de la organización, sobre acciones dirigidas al desarrollo económico y social del país. Tenemos que echar a Puerto Rico hacia adelante con el estatus que tenemos, aun cuando necesariamente debemos aspirar al cambio también en este ámbito. La realidad es una: el estado libre asociado es y seguirá siendo el sistema de gobierno por el futuro cercano.

Alcanzados unos consensos sobre el desarrollo económico y social de Puerto Rico, cada candidato a la gobernación, a la legislatura, a alcalde y legislador municipal deberá comprometerse a adelantar esos puntos de acuerdo.

Al final de este proceso, debemos aspirar a un partido inclusivo pero unido. Un partido que represente una oposición eficaz al PNP y que además pueda gobernar. Un partido cuyo único planteamiento ideológico no sea la inclusión, sino que represente un sistema de valores y políticas públicas coherentes y compartidos. Un partido de consensos, sí, pero también disciplinado y eficaz.

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