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El comunismo, Lebron James y el plebiscito

Es posible que esta sea mi última columna. Incluso, lo más probable es que estemos viviendo nuestras últimas 48 horas.

De lo que pase este domingo dependerá si Fidel Castro, Hugo Chávez y el Ché Guevara se levantan de sus sepulcros para invadirnos con sus ejércitos de encapuchados y esparcir por la bella Borinquen su temible comunismo.

Como usted comprenderá, una calamidad de esa magnitud provocaría que el sol se desvanezca. En medio de la densa oscuridad comunista, Godzilla nos invadirá por el norte y King Kong por el sur.

Obviamente, ante el apocalípsis caribeño, Estados Unidos nos abandonará a nuestra suerte, perdiendo así la ciudadanía americana, las becas Pell, el PAN, el WIC, el Plan 8 y nuestro privilegio de ir a visitar a Mickey Mouse.

Por suerte, usted puede evitar todo esto si acude raudo y veloz a las urnas mañana y vota sin pensarlo dos veces por la estadidad.

Todo esto es risible pero la verdad es que poco le ha faltado al PNP para colocar un anuncio así en los medios de comunicación del país.

El asunto es que, más allá de los memes, la burla, el cinismo y la ironía arraigadas en nuestra cultura popular, el carácter épico e inverosímil de la campaña de terror estadista no nos ha permitido discutir con seriedad la tragedia subyacente que implica este plebiscito- encuesta para todos(as).

Además del despilfarro de 7 millones de dólares, se nos escapa una vez más como agua entre los dedos la oportunidad de iniciar el verdadero proceso de descolonización que necesitamos tan desesperadamente.

Al igual que el jugador estelar de la NBA LeBron James, los estadistas parecían imparables, implacables e invencibles pero se han topado en su camino con una fuerza mayor que es, en el caso del PNP, francamente irresistible: Un gobierno de Estados Unidos indiferente y racista, que ha demostrado su desdén hacia nosotros consistentemente. Un Puerto Rico en quiebra y una desmoralización generalizada al interior de su equipo.

Ayer no blanqueron a los Cavaliers pero sí el plebiscito. El Departamento de Justicia estadounidense reiteró, a dos días del evento, que no avala la papeleta que habrá de ir a votación y no se comprometen con sus resultados.

Que a nadie le quepa duda, el estatus territorial es hoy la piedra de tropiezo que nos impide sacar los pies del plato.

EL problema es que la campaña ha sido tan sucia e inconsecuente que no ha dado espacio a que, quienes no creemos en la estadidad, debatamos con seriedad sobre las razones de tipo económico, social y político que nos llevan a no apoyarla.

Pudo haberse iniciado un proceso de diálogo productivo y sanador que nos permitiera entender nuestras verdaderas opciones mucho mejor para estar en posición de movernos del letargo que hemos vivido por casi 120 años.

El PNP decidió por su obstinación arriesgarse a colocarle el último clavo al ataud de su aspiración.

Si se hubieran sentado a negociar de buena fe con todas las facciones políticas sin amañar el proceso a favor de su opción otro fuera el cantar.

Si desde el principio le hubiesen creado a Estados Unidos la crisis que tanto prometieron durante la campaña no reconociendo ni cooperando con la Junta de Control Fiscal y hubiesen empujado junto a todos los sectores políticos el proceso de resolución del estatus hoy la coyuntura sería totalmente distinta.

La estadidad ganará la consulta indudablemente porque nadie los está enfrentando, nadie más irá a votar, nadie está haciendo campaña a favor de las demás opciones. Por eso la presión y atención estará centrada en saber cuántos estadistas realmente hay en Puerto Rico y cuán efectivo sigue siendo el discurso del miedo para movilizar electores en el país.

Durante décadas el llamado al voto útil ha estado centrado en el discurso del miedo para buscar que una pluralidad de sectores se unan y voten a favor de una opción política en aras de evitar un mal mayor.

Hace siete meses el Partido Popular Democrático comprobó muy amargamente que el miedo ya no es una herramienta efectiva para movilizar y aglutinar al país.

Este domingo, con toda probabilidad, le tocará el turno al Partido Nuevo Progresista de comprobar lo mismo.

Mañana se quedarán solos con su terror al comunismo y su plebiscito. Y el lunes, para desgracia de todos, las cosas seguirán igual.

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