La crisis apoteósica que vivimos cogió a los puertorriqueños(as) en ropa interior. No por falta de aviso, sino porque no le creímos a los mensajeros que vinieron a advertirnos.
El tema de los municipios es, con toda probabilidad, al que menos atención prestamos y, paradójicamente, el que más afectará nuestra cotidianidad. Gracias a las medidas draconianas impuestas por la Junta de Control Fiscal, comenzamos a experimentar con toda su crudeza esta realidad apabullante: despidos, reducciones de jornadas, imposibilidad para recoger la basura, aumento de impuestos y abandono absoluto de carreteras municipales aparentan ser solo la punta del témpano.
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A esto se suma que el BGF desapareció casi mágicamente cientos de millones de dólares propiedad de decenas de municipios.
Ante el panorama resultan necesarias dos cosas: la primera, adjudicar responsabilidades. La segunda, discutir posibles formas para salir de este lodazal.
Sin lugar a dudas, los responsables últimos de que la crisis en los municipios haya llegado hasta este punto somos nosotros mismos.
Y es que lo que se hace o no se hace en los gobiernos municipales casi siempre el pueblo lo sabe.
Para no hablar de casos que no conozco personalmente tomaré de ejemplo al municipio de Toa Baja, donde viví mi adolescencia.
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¿Quien eligió abrumadoramente en tres ocasiones al corrupto Aníbal Vega Borges? Los electores toabajeños.
Todo el mundo sabía en el pueblo que usaba el municipio como tarjeta de crédito a favor de los candidatos derrotados del Partido Nuevo Progresista. Leo Díaz, Carlos Pesquera, Edwin Mundo, la hoy senadora Zoé Laboy, Angel Cintrón, entre tantos otros que en una década succionaron más de $35 millones.
Era de todos conocido que usaba el dinero que correspondía al Seguro Social de los empleados para cubrir otros gastos. Que hipotecó en múltiples ocasiones el Centro de Gobierno, también, para cubrir sus excesos y que su estilo de vida no concordaba con los ingresos que reportaba.
Pero el electorado quedó deslumbrado por ese alcalde que les saludaba todas las mañanas en el semáforo, que hacía aguaje con la pala mientras se asfaltaban las carreteras para las cuales había otorgado contratos ultra inflados, estaba presente cuando instalaban pomposos rótulos en la entrada de las comunidades y lanzaba miles de bolas de plástico a la gente desde una carroza en las navidades. En fín, todo un espectáculo de alcalde.
Dolorosamente, los toabajeños cosechan hoy el producto que cultivaron.
Lo mismo ocurre con las(os) busconas(es) María “Mayita” Meléndez en Ponce, Carlos Molina en Arecibo, José Guillermo Rodríguez en Mayagüez, Ramón Cruz en Juana Díaz, y los 40 municipios que se encuentran sumidos en una seria crisis fiscal.
Pero autoflagelarse no resuelve el problema ni alivia el alma. No debemos perder más tiempo sintiéndonos culpables por nuestros errores colectivos ni asintiendo a que nos asfixien como consecuencia de ellos.
No somos el primero ni el ultimo país que ha caído y se ha levantado.
Lo más importante es que, para despojarnos de los buscones que nos hundieron, hay que tomar nuestro futuro en nuestras manos.
Primero limpiemos la casa. Hay dos formas de hacerlo: sufrir en silencio agonizante esperando hasta la próxima elección como se hizo en Toa Baja o decidir que los corruptos se van ya como se hizo en Guaynabo.
Es necesario reformular la autonomía municipal. No pueden seguir por la libre municipios que tienen un déficit presupuestario brutal.
Hay que otorgar mayores facultades de fiscalización e intervención a la Oficina del Comisionado de Asuntos Municipales, que debería tener un nombramiento a un término de 10 años y seleccionado de una terna que delimiten las Facultades de Administración Publica de las universidades para librarlo del partidismo que corrompe.
Es impostergable regionalizar servicios sin caer en la trampa de la austeridad extrema. Proponer o permitir que se eliminen casi todos los municipios de golpe y porrazo, lanzando a la calle a miles de personas cuya única alternativa será el exilio es un absurdo total. El sector privado no tiene capacidad de absorber esa gente ni existen municipios que puedan aguantar el empuje administrativo/operacional que representaría hacerse cargo de varios pueblos más.
Por eso es vital crear una entidad que fomente e impulse la organización y empoderamiento de las comunidades para que desarrollen empresas que les permitan independizarse progresivamente de las ayudas gubernamentales.
En fin, la salida a nuestra crisis esta en dirección contraria a la que nuestros gobiernos, la Junta y el Congreso estadounidense nos están llevado.
No sigamos a los buscones. La gangrena no se cura amputándonos la cabeza.