Esta semana, el alcalde del Partido Nuevo Progresista de Bayamón, Ramón Luis Rivera, expresó que las consolidaciones de municipios no podían descartarse como alternativa para paliar la crisis fiscal que enfrenta el país y los ayuntamientos. En un artículo de Rebecca Banuchi en El Nuevo Día del 31 de julio de 2017, el ejecutivo municipal dijo que “todo el mundo quiere mantener su municipio, pero, si no tengo chavos para mantenerlo, cómo lo vas a hacer. Si los ingresos no te dan par cubrir ni la mitad de los costos de operación, o bajas tus costos en la mitad… o únete a otro”.
Similar posición había expresado ya el alcalde PNP de San Sebastián, Javier Jiménez Pérez, según reseñó Ileanexis Vera Rosado en la edición del 16 de marzo de 2017 de El Vocero. “No se trata de fronteras, sino de la necesidad que eventualmente se tiene que cubrir. Setenta y ocho municipios son demasiados”, expresó Jiménez Pérez.
Contrario a la posición expresada por estos importantes líderes de la colectividad que ostenta la mayoría en la Legislatura y que controla La Fortaleza, el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, decidió descartar esta alternativa el mismo día que el periódico publicaba la posición del alcalde bayamonés. Según recogió Cindy Burgos para Caribbean Business, Rivera Schatz, dueño y señor del alto cuerpo, dijo que “por este Senado no pasa ni un proyecto eliminando municipios”.
Descartar las posiciones de esos dos alcaldes no es poca cosa. Ambos llevan varios cuatrienios en sus respectivas alcaldías y han ocupado puestos importantes en el gobierno y en la colectividad. Además de ser correligionarios, traen consigo una pericia en el manejo de temas municipales. Jiménez incluso fue presidente de la junta de directores del Centro de Recaudación de Ingresos Municipales. Pero, más aún, están abogando por una posición que se podría entender como contraria a sus intereses como políticos, pues nada les garantiza que sus propios municipios sobrevivirían cualquier proceso de consolidación.
El cálculo de Rivera Schatz es pura politiquería; el de los alcaldes es pragmático y realista. El tema, por supuesto, no es uno sencillo. Hay muchos intereses que deben ser considerados para alcanzar un justo balance. Yo mismo no estoy convencido de que la consolidación sea la alternativa para todos los municipios y, sin lugar a dudas, no es una solución mágica. Ahora bien, rechazarla de plano, sin más, es irresponsable. Vale la pena tener una discusión amplia sobre qué conviene para asegurar los servicios esenciales que proveen los municipios y no provocar aumentos desmedidos en las contribuciones que pagan empresarios y residentes.
El principal argumento en contra de las consolidaciones se cimienta en el orgullo municipal. Si bien este planteamiento tiene méritos, igual hay sectores del país, como Castañer, que sin ser municipio ha logrado mantener su identidad local. El que desaparezca una unidad administrativa del gobierno no borra la realidad sociológica ni geográfica.
El ejemplo de Río Piedras, que se consolidó en el siglo XX con San Juan, es otro punto que se levanta como argumento en contra de eliminar municipios. Se dice que el decaimiento de ese sector es por falta de un alcalde que enfoque sus esfuerzos en la revitalización de la zona. Este ejemplo ignora el hecho de que otros sectores de San Juan, Santurce digamos, se han deteriorado sin haber sufrido el mismo cambio histórico de Río Piedras. Más que la falta de una burocracia local, los cascos urbanos han sufrido el embate de los cambios en el comportamiento de los consumidores, quienes hace décadas abandonaron la ciudad por la conveniencia de los centros comerciales.
Lo que debemos evaluar, por tanto, no son estos elementos exógenos a las labores de los gobiernos municipales; debemos considerar las tareas que realizan con exclusividad de cualquier otro actor en el sector público o privado.
Anecdóticamente, comparto con ustedes el caso de Toa Baja. Mi madre, que todavía vive en el hogar donde yo me crie en la segunda sección de Levittown, depende del gobierno local —hasta hace poco presidido por Aníbal Vega Borges— para dos cosas: el recogido de basura y una ocasional tirada de asfalto para tapar los boquetes frente a su casa.
En estas dos tareas, el municipio ha fracasado. Hace apenas unas semanas, la basura se acumulaba en las esquinas donde yo, de joven, corría bicicleta o junto a mi abuela cogía un carro público para ir hasta Cataño. Si no fuera porque el Municipio de San Juan recogió los desperdicios, estarían hoy sobrepasando los techos de algunas casas.
¿Qué entonces justifica la existencia de un Municipio de Toa Baja si no puede realizar una obra tan básica? ¿Orgullo toabajeño? Lo habrá aun sin que exista el abultado aparato público.
En fin, que la pregunta que debe hacerse el ciudadano es si prefiere mantener a unos burócratas sin taller ni capacidad de hacer lo que mínimamente esperamos de ellos, si prefiere el patronazgo político de ambos partidos, si prefiere su orgullo local, a que se le presten servicios intrínsecamente necesarios para nuestra vida en sociedad.
Parafraseando al alcalde de San Sebastián, ¿fronteras o servicios?