A la hora de escribir estas líneas estoy entrando en una especie de momento único personal debido al inminente impacto de Irma sobre Puerto Rico. Se siente extraño este fenómeno, por lo que hemos visto, y por lo que hemos escuchado de los expertos. Quizás por lo fresco que está en nuestra mente el estrago que ocasionó Harvey en Texas.
Uno siempre duda de su capacidad para enfrentar algo que no conoce, y como en el caso nuestro se supone que somos expertos huracaneros por ser isleños, a veces echamos a menos los fenómenos y convertimos en fiesta los preparativos. Mi madre parece que lo siente, porque ayer me envió un mensaje de texto que por favor me fuera a su casa, que allí lo único que me iba a faltar era luz durante el huracán. No ayudó mucho a su ansiedad el hecho de que le contesté el mensaje cuatro horas después porque estaba como siempre, como el carrito del gas y trabajando.
Y eso me trae a un punto que quisiera que tuvieran en cuenta en plena emergencia, por si les sirve de algo. Mucha gente tuvo libre desde la tarde de ayer porque poco a poco se han activado los planes de contingencia, velando por la preparación y la seguridad ciudadana. Otros estarán libre a partir de hoy en algún momento. Pero hay otros que no tienen este chance.
En esta emergencia, grande o pequeña, Puerto Rico tendrá que seguir operando– en la medida que pueda–, su sistema hospitalario, su sistema de telecomunicaciones, su sistema de seguridad, el orden gubernamental, su sistema de infraestructura. Pues sepa que los pacientes no se atienden solos, las averías no se corrigen solas, la seguridad no llega sin policías que ofrezcan vigilancia, el orden gubernamental requiere de funcionarios despiertos y en la calle y los postes de luz no se enderezan solos.
Yo escucho a tanta gente quejarse por todo en medio de las emergencias climatológicas que a veces pienso que no vivo en un archipiélago caribeño. Si a eso le sumamos el sistema de prioridades que tiene alguna gente, uno se lleva las manos a la cabeza y quisiera, como dicen en mi barrio, darse “contra el seto”.
Abre Ojeda las líneas telefónicas y la primera preocupación es que la persona no tiene servicio de cable desde ayer. Señora, rompa el contrato. ¡Ayer no había huracán! Cambie de compañía de cable. Tan sencillo como eso. Abre Falú las líneas y le preguntan si ya está en pie la Ley Seca. ¿Desde cuándo el Don Q es artículo de primera necesidad?
No hay luz y le queda poca batería al celular, ¡salga de Facebook! No hay luz en el vecindario y el fast food está cerrado, coma export soda y jamonilla, ¡el hamburger no se sirve solo! No sirven los semáforos y hay tapón, ¿qué hace usted en la calle si ya le dieron libre en el trabajo y en la escuela? Espere que llegue la normalidad. ¡Deje el tránsito para las emergencias! ¿El nene está aburrido sin clases, sin señal, sin PlayStation y sin Roblox? Ahí sí que le digo que bregue como pueda porque ni yo sé qué hacer.
Ahora en serio. En los comercios que usted vea abiertos hoy, hay seres humanos que están trabajando sabrá Dios con qué situaciones desatendidas que dejaron atrás. Un funcionario público que esté trabajando hoy, seguramente lo hace en la misma circunstancia.
Sea agradecido. No pretendo que usted vaya y le dé un beso y un abrazo pero sí que tenga en cuenta que las emergencias traen consigo muchas tentaciones, entre ellas, las de ser desconsiderado. Cuando usted se sienta a rascarse y a comer salchichas con el primer viento de #Irma, piense en los que están en la calle trabajando durante la emergencia.
¡Y pare de quejarse! ¡No es Santa Claus! ¡Es Irma!