El hecho de que el gobernador Ricardo Rosselló cumpliera con sus deberes como mandatario durante el paso del huracán Irma por nuestra zona no lo hacen un súper gobernador. No lo fue antes, no lo es ahora.
De hecho, más allá de la euforia que causó a muchos ver un operativo de comunicación bien orquestado, una imagen bien trabajada y diseñada, el mandatario no hizo nada extraordinario. ¿Que manejó bien el periodo de la emergencia? Sin duda. Creo que en eso hay consenso en el país.
Pero hasta ahí llegan los poderes de Súper Ricky. Ese hombre “salvador” a quien han proyectado en las redes sociales como “un gran gobernador”, “lo mejor que le ha pasado a Puerto Rico” o “el gobernador que representa a todos los puertorriqueños”.
Claro que apoyamos y aplaudimos todos los esfuerzos que se están haciendo para atender a los damnificados en las islas vecinas, pero eso no convalida las mezquindades, atropellos y mentiras contra su pueblo. Después de todo, ¿quién puede ser más hipócrita que aquel que es luz en el vecindario pero tinieblas en el hogar?
Ninguna de sus acciones recientes revierten la reforma laboral. Tampoco deja sin efecto el empleador único.
No despinta los recortes brutales a la UPR, ni le devuelve el empleo a los siete mil que han despedido mientras hay jefes de agencias que están cobrando el doble de lo que devengaban sus antecesores en medio de esta crisis sin precedentes que vivimos.
Su generosidad en vitrina no devuelve los 77 millones que ha gastado en publicidad, ni los siete millones del plebiscito que no condujo a nada, ni los 60 millones que dócilmente asignó a sus socios en la Junta de Control Fiscal.
No le va a devolver el dinero de las multas que han triplicado y han dado por relajo a los ciudadanos ni arregla la contaminación criminal que están perpetrando contra nuestros hermanos en Peñuelas.
El manejo entorno a la recuperación de Irma no borra, ni por un segundo, la pasmosa falta de transparencia de este gobierno ni sus atropellos constantes a quienes se manifiestan contra sus políticas.
Ricardo Rosselló no es el héroe de este proceso. Esos son otros(as).
Son los trabajadores(as) de la UTIER que, contra viento y marea, han laborado hasta 20 horas al día arriesgando sus vidas para restablecer el servicio eléctrico.
Son nuestros(as) policías quienes han manejado el tránsito magistralmente en las intersecciones más complejas y no han permitido que el país se paralice durante la inactividad de los semáforos.
Héroes han sido nuestras maestras y maestros que, en medio de hacinamiento en las escuelas y a falta de abanicos o acondicionadores de aire, han salido por montones a impartir enseñanza en el patio, bajo un árbol, en la glorieta, sobrellevando cualquier obstáculo para que no se afecte la educación de nuestros niñas(os).
Héroes somos nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes que, sin operativos publicitarios, desde la precariedad y el anonimato hemos ofrecido ropa, zapatos, comida enlatada, agua, toallas sanitarias, plantas eléctricas y cualquier otro producto que pudiéramos imaginar para que tanto los puertorriqueños en Vieques, Culebra y Loíza como los damnificados de nuestras islas hermanas en el caribe tengan lo necesario para iniciar su proceso de reconstrucción.
En fin, no podemos dejarnos embaucar por las enternecedoras imágenes que circulan por los medios y redes sociales. No son más que eso porque no están respaldadas por la vivencia diaria de su gestión.
Si algo podemos aprender de toda esta crisis que ha provocado Irma es que somos un pueblo enorme, generoso, solidario, desprendido, inteligente, capaz y que vale la pena que nosotros mismos nos demos una oportunidad.
Duela a quien le duela, el gobernador no ha hecho nada extraordinario. Nada fuera de lo común. No es un héroe simplemente ha cumplido con solicitar unos fondos federales por los cuales todos nosotros pagamos.
Los héroes los encuentra usted a la vuelta de su esquina. Ellos y ellas son los que, a diario, no con campañas publicitarias millonarias, sino con acciones, reconstruyen nuestra nación. Ellos y ellas son quienes merecen el honor.