A menos de dos semanas para que comience 2018, consideremos un diálogo profundo con nosotros mismos donde podamos estimular nuestro corazón, mente y espíritu, que, además, nos ayude a llegar a nuevos lugares en nuestra vida personal y profesional.
En este autodiálogo, pensemos en la “resiliencia” como protagonista. Este término utilizado consistentemente por los pasados 100 días, y que estoy consciente de que, para muchos, ya es trillado (confesión; hasta yo misma a veces siento que mi “tanque” de resiliencia está casi en empty), será más importante aún en 2018. Necesitamos reconocer cómo, cuándo, dónde y por qué será protagonista de todo lo que hagamos y aspiramos.
La gran noticia es que la resiliencia puede ser aprendida y desarrollada por cualquiera de nosotros. Formas sencillas de practicarla es cuando:
• Aseguramos relaciones positivas y verdaderas (no solo por interés) con los demás.
• Evitamos ver las crisis como problemas insuperables, logrando cambiar nuestra forma de interpretar y responder a los eventos.
• Aceptar que el cambio es parte esencial de la vida, un quiz que tomaremos todos los días, y para el cual no tendremos la oportunidad “de embotellarnos las respuestas o prepararnos”.
• Nos movemos de manera enfocada a nuestras metas, sin paralizarnos por cada obstáculo que confrontemos.
• Tomamos acciones decisivas; y que por mucho tiempo reprogramamos o dejamos engavetadas.
•Mantenemos nuestro día-a-día en “perspectiva”. Como dice Residente en una de sus canciones: no queremos ser “un desinformado que no escucha al informado”.
De camino a 2018, promovamos las relaciones saludables, el equilibrio entre la razón y emoción, el entendernos y entender los demás, el ser honestos y confiables, y el persuadir en lugar de coaccionar. Seamos parte de la Generación R sugerida por el licenciado Carlos Dalmau —una generación que reconstruye—, pues estaremos asegurando construcción individual y colectiva.
Al igual que los doctores se enfocan en síntomas variados antes de diagnosticar una enfermedad, necesitamos esforzarnos en vernos unos a otros como un todo, y eliminar las “etiquetas”. Recordemos que el conocimiento, las habilidades y las experiencias nos hacen grandes. Sin embargo, lo que verdaderamente nos diferencia y aumenta nuestro valor es la Actitud.