La Noche Vieja pasó. Ese 31 de diciembre de 2017, me parece, era ansiado por todos. Qué año tan distinto y difícil. A cuanta fiesta se iba, los temas de la noche giraban en torno a María y el servicio de energía eléctrica.
Esos dos temas no morirán en 2018 debido a las consecuencias nefastas que seguiremos sufriendo ante la devastación del ciclón. Muchos brindaban y se les escapaban lágrimas, quizá pensando en los miles de familias que despidieron a oscuras, sin techo y con pocas esperanzas de poder reconstruir sus vidas.
De los que observé chocando copas, brindaban por estar vivos, pero con un dejo de preocupación por lo que nos viene ahora. La lentitud de los procesos de recuperación los observamos y podemos llegar a las mismas conclusiones de las personas que siguen atando el desmadre a las malas decisiones de administraciones políticas por décadas.
Pero, más allá de la corrupción que ha carcomido las finanzas del país y la insensibilidad de los dueños de la isla, hay que preguntarse: ¿cómo retomará nuevamente el pueblo de Puerto
Rico el camino hacia la estabilidad económica?
Recordemos cómo estaba el país antes de María. El pueblo estaba agobiado por la pérdida de empleos, los recortes y las presiones de la Junta de Control Fiscal. Los partidos
políticos insistían en hacer y deshacer, tal como siempre lo han hecho, pero al ponerle un pie acrecentaba la lucha interna de los partidos políticos por el poder. Marchas y piquetes de
grupos sindicales que defienden empleos y convenios colectivos.
Demandas y exigencias del gobernante para tratar de prevalecer en esa lucha contra una Junta que parecía tener todas las de ganar si basamos la premisa en la ley PROMESA. Mientras tanto, Puerto Rico se deterioraba, y la incertidumbre de cada hogar por mantener las finanzas a flote quitaba el sueño. Seguían otorgándose contratos gubernamentales de miles de dólares en tanto los sectores de la salud y la educación sufrían un desplome.
Al no encontrar respuestas, nuevos empresarios surgieron posicionándose y convirtiéndose en la alternativa de decenas de jóvenes recién graduados y desempleados. El llamado empoderamiento de ciudadanos estaba probando su capacidad. Y entonces, de un día para otro, no teníamos nada.
Ese escenario le da escalofríos a cualquiera y ganas de hacer maleta. Así respondieron los que por razones válidas consideraron que era lo mejor. Pero ¿y qué sucede con los que estamos aquí? ¿Quiénes están dispuestos a seguir luchando? Conversaba en el año nuevo con varias personas de distintos perfiles sobre estas circunstancias.
De su boca salieron palabras de aliento a la difícil situación que cada cual pasa y compartían sus estrategias financieras para poder llegar a fin de mes. Fieles defensores y defensoras de la puertorriqueñidad consideran que el “Puerto Rico se levanta” va más allá de poder hacerse realidad. Los que tienen negocio propio están cambiando las estrategias de mercadeo y aceptando realidades del nuevo Puerto Rico que surge. Todos coincidieron en que el llamado empoderamiento es la salida para cada uno de los ciudadanos que vive inseguridad económica y la pérdida de su trabajo.
El camino es empinado y tiene muchos obstáculos, pero los que se quedan deben retomar su vida de alguna manera. Es importante que los grupos sociales y políticos continúen haciendo sentir su voz y que los medios de comunicación se esfuercen en trabajar historias investigativas. Esas dos voces son sustanciales para reafirmar la democracia. No podemos hacernos eco de las mentes estrechas y de las memorias cortas.
María destapó la olla de problemas que por décadas se empeñaron en tapar y darle cocción a fuego lento. Ya el caldo está hirviendo y, listas la doble y la triple crisis, no podemos
esperar a que se queme.
La mesa está servida. ¿Qué hará usted como ciudadano?