El gobernador Ricardo Rosselló vetó el Proyecto de la Cámara 1018 “Ley de Libertad Religiosa”, aprobado por ambos cuerpos legislativos, por este no proteger adecuadamente a todos los miembros de nuestra diversa sociedad.
El primer mandatario señaló que “la discusión de la presente medida ha levantado serias preocupaciones y distracciones que pudieran provocar la violación de los derechos de sectores de nuestra sociedad e incluso limitar el servicio público a nuestra población. Prometimos un Gobierno que sirva a todos los ciudadanos de esta Tierra y así lo haremos”.
Lo que no está roto no necesita arreglo. La Ley es clara, la Libertad Religiosa ya está protegida por la Constitución. No hay problema con las creencias individuales, ni con las reglas de los clubes religiosos y quienes deseen cumplirlas. De hecho, las personas que practican algún tipo de religión tienden a sentir mayor esperanza al creer en algo y contar con el apoyo de sus pares en la institución que frecuentan. La religión y la espiritualidad son estrategias probadas de bienestar, salud y felicidad. Pero en derechos humanos tus creencias no pueden serle impuestas a otros. Porque los derechos humanos, sirven para proteger la diversidad, la salud, la equidad y la vida de todos por igual y los demás tienen derecho a diferir de tí.
Proscrita la discriminación
La Organización Mundial de la Salud destaca condiciones que promueven una sociedad más saludable entre ellas: proveer acceso equitativo a la atención de la salud y sus determinantes básicos, así como los medios y derechos para conseguirlo, sin discriminación por raza, color, sexo, religión, discapacidad física o condición mental u orientación sexual. Proyectos como el recién vetado, evidentemente menoscaban la igualdad y frustran los esfuerzos por el mejor bienestar de nuestros ciudadanos.
Imagínate este argumento si dicha medida fuese aprobada: “Mi religión no me permite atender a homosexuales o lesbianas y mucho menos a personas transexuales o transgénero porque representan conductas que van en contra de mis valores; eso es pecado”.
Corresponde repudiar proyectos imprudentes que, como el mentado, no redundan en beneficios para el país, desvían la atención de los problemas urgentes e impiden el goce pleno del derecho a la salud. Los derechos humanos son universales e incorruptibles, hay que mantener la guardia.
La autora es periodista y especialista en Educación para la Salud Pública. Creadora del medio digital especializado en periodismo en salud, Go! Healthy PR