Hace diez años celebré mis cincuenta en Paris junto al que en ese momento era mi compañero de vida. Fue uno de los viajes más hermosos que he dado.
Jamás me iba a imaginar, a pesar de las altas y bajas de aquella relación, que una década más tarde estaría celebrando los sesenta sin él, sin una pareja, y en un Puerto Rico transformado.
¡Que mucho se puede perder y ganar en diez años! La pérdida más grande que he tenido en esta década fue la de mi padre hace ya dos años y medio. No importa la edad que tenga, siempre voy a añorar escuchar su voz en esa primera llamada el día de mi cumpleaños. Lo llevo conmigo siempre.
Tengo claro que el cambio es lo único constante en la vida. Pero al releer aquella columna que escribí hace diez años me doy cuenta de que a pesar de lo mucho que ha cambiado todo externamente, hay fortalezas internas que se han mantenido constantes. Sigo conectada con una poderosa intuición, una fe inquebrantable y un optimismo casi compulsivo que me lleva a encontrarle sentido a la vida aún en los momentos más difíciles.
Uno de mis mantras o frases de poder sigue siendo “enfócate en lo que tienes y no en lo que has perdido.” El año pasado completé el bachillerato que por tantos años llevaba postergando.
En estos diez años he publicado tres libros y un audio libro. El más reciente, “Lo que nos dejó María” lo escribí en un mes y sin servicio de energía eléctrica, cargando mi laptop gracias a la vecina que me alimentaba energéticamente con una extensión desde su planta eléctrica.
Me he reinventado tantas veces que ya se ha convertido en una constante en mi vida profesional y todavía no sé lo que quiero ser cuando sea grande. Esta semana, entre la curiosidad y el miedo, me preparo a abrirle la puerta a una nueva década. Doy gracias a todas y todos que han sido herramientas en mi crecimiento personal y profesional. No sería nada sin ustedes.